Como dijera Husserl, preguntarse por Europa es preguntarse
por la historia de la filosofía, pues Europa es una categoría
espiritual más allá de una mera circunstancia geográfica. En mayo de
1935, Husserl abordó el sentido teleológico de la humanidad europea
y el papel esencial que jugaba la filosofía en la comprensión de la
crisis que atravesaban las naciones; el tenor de su discurso no fue
cultivar la historia en el sentido tradicional, sino desvelar la
causa que latía bajo cada uno de los fenómenos históricos sobre los
que se ha constituido Europa; Husserl pretendió, entonces, reconocer
la Razón histórica o ley que gobierna "el mundo del espíritu" sobre
la que se había construido Europa. La cultura Europea, que abarca
también EEUU y los dominios anglosajones e ibéricos, posee una
racionalidad no comparable a las demás culturas; Europa ha
significado, desde Grecia, la pretensión de conducir la vida de los
hombres según una idea de racionalidad universal. Es la única que de
la mano de la filosofía ha constituido un modo de pensar que
trasciende todo aquello que es Zeitgebunde , es decir, lo
ligado a un tiempo o a mundos particulares; es, ante todo, un modo
de pensar y actuar abierto que tiende a universalizarse. Pero esa
cultura no es la de la estrecha racionalidad científica positiva, la
que redujo y cosificó la razón haciéndola incapaz de elevarse por
encima de los hechos, sino la de la fidelidad a la propia "esencia",
indisociable de su "ser en si". Ahí es donde nos jugamos el destino
de nuestra historia. Como ha dicho Gustavo Bueno,
parafraseando a Husserl: "Europa está en crisis porque ha perdido su
fundamento, que es la filosofía griega". La Europa ideológica de la
Novena Sinfonía, la libertad, la democracia, la razón, también ha
producido las dos guerras mundiales, los campos de concentración, el
fascismo o el estalinismo. ¡No reduzcamos Europa al club del euro!,
¡no olvidemos las esencias!
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