Yo no sé si José Luis Rodríguez Zapatero sabe algún idioma
además, claro está, del castellano, lo que sí sé es que en su
gobierno, desde que dio comienzo, ha encontrado serias dificultades
con la cuestión idiomática, de hecho este campechano personaje en su
periplo político está demostrando, y seguro que esa no es su
intención, algunas dificultades para comunicarse con su entorno. No
me refiero al hecho de que no sea capaz, aparentemente, de
entenderse con algunos de sus correligionarios y de limar asperezas
que surgen entre ellos, como las habidas entre Ibarra y
López Aguilar; tampoco a los problemas de comunicación con el
PSE por el tema de Galindo; ni tan siquiera es significativo
el hecho de que el reelegido presidente de EEUU no se haya dignado
aún devolver la felicitación en su día cursada por nuestro
presidente, pues esa comunicación no era buena desde un principio.
No, esos no son síntomas graves de "aislamiento comunicativo". Lo
que sí ha afectado la capacidad comunicativa de Zapatero en estas
últimas semanas, lo que ha turbado su clima de comunicación, su
capacidad de diálogo, lo que le puede aislar enmudecidamente en su
política, es precisamente una lengua: el valenciano. Sencillamente
en esa lengua son incapaces de entenderse el señor Zapatero y
Carod Rovira, como lo prueba la actitud del presidente de
Ezquerra, que se ha dedicado hace unos días en Madrid a repetir, en
plurales foros, que está dispuesto a dejar a Zapatero sin
Presupuestos y, todo ello, antes de acudir a la Moncloa a
manifestarle, tras tachar de fascistas a Ibarra y a Francisco
Vázquez por defender un discurso nacional, que los argumentos
dados a Maragall acerca de la versión valenciana de la
Constitución europea a él no le valen. Obvio parece que el señor
Rovira pretende que el gobierno defienda sus intereses particulares
y no los del Estado. ¡Lástima que Zapatero esté condenado a
entenderse con él!.
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