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CÓRDOBA

Lunes, 18 de julio de 2005

 

 

OPINIÓN

EDICIÓN IMPRESA - Colaboraciones

Metrosesuales y universidad

Por DIEGO MEDINA/

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Como todos sabemos, hace ya algunas décadas se ideó eso de los concursos de belleza -ya saben, me refiero a aquellos en los que participan bellas mujeres y a los que ahora, más recientemente, se han incorporado también los hombres, particularmente los denominados «metrosexuales»-. Se trata de que un jurado, es decir, una «comisión de evaluación externa» -lo de interno aquí sería complicado-, con arreglo a un baremo -es decir, un índice objetivo- determine y jerarquice la belleza -es decir, la excelencia de lo bello- que cada participante posee y representa en cada concurso. Además, todos sabemos que, por lo general, sin perjuicio de lo bellos/as que suelen ser todos los participantes/antas (lo del genero es una cuestión de moda) de tales concursos, esto no significa que tal «valor» no pueda ser aprehendido -o reconocido- fuera de la oficial competición. El bello o la bella oficial, de cada una de las plazas donde se celebran concursos, no coincide, por lo general, necesariamente con quién «en sede teórica» -y según qué cánones- son los bellos o las bellas del lugar. Por último, todos sabemos que los citados concursos, debido a la influencia de determinados «lobbys» -caciques, en castellano--, terminan por pervertir el sistema y que quienes resultan elegidos son aquellos que mejor se acomodan a las exigencias de tales grupos de poder.

Pues bien, parece que de todo esto no se han enterado en la Universidad, donde, desde hace poco tiempo, determinados grupos de presión -ya recuerdan, los «lobbys»- han conseguido que se adopte este modelo «oficializador» de la excelencia; no, en este caso, para cuantificar el valor «belleza», sino el valor «saber» (podremos, así, hablar de «metrosesuales» -con «s» de seso- en la Universidad, siéndolo todos aquellos a los que se les reconozca oficialmente muchos «metros» de seso). Sí, ahora ya se puede ser sabio reconocido, es decir se puede obtener el informe favorable de una «agencia de evaluación» -dícese, grupo de amiguetes nombrados por el lobby (cacique) para que premie a aquellos que mejor se acomoden a las exigencias del grupo de poder- siempre, eso sí, que uno se someta -inconscientemente- a la oligarquía.

Kant, ese filósofo nacido en Könisberg, de vida austera, que nunca frecuento ningún centro de investigación extranjero, porque nunca salió de su ciudad natal y que cuando publica su primera gran obra -Kritik der reinen Vernunft (1781)- cuenta ya con 57 años; ese mismo que renuncia a la Cátedra de la Universidad de Halle, prefiriendo quedarse en su ciudad natal; ese prestigioso filósofo y profesor universitario posiblemente hoy, con esta magnifica normativa que empieza a triunfar en nuestra post-moderna Universidad, jamás hubiera visto reconocida su excelencia por ninguna «agencia de evaluación externa». No hubiese sido nombrado «metrosesual». Desde luego mejor para Kant.

De todos modos esto no es ninguna novedad, si no, que se lo cuenten -si es que pueden- a Husserl, Schopehauer o, por ir más cerca, a Julián Marías.