EDICIÓN IMPRESA - Colaboraciones
¿Quiénes somos?
Por DIEGO MEDINA/
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Bajo el auspicio de nuestra Universidad se celebró en Córdoba, la pasada
semana, el I Congreso Internacional de Cristianismo Oriental, un evento en el
que se han dado cita más de un centenar de profesores e investigadores de
reconocido prestigio internacional. Este Congreso ha sido un soberbio foro
donde se han debatido, razonado y concluido, de modo incomparable, diversas
tesis acerca de la aportación que el Cristianismo ha supuesto en la
civilización Oriental. No es frecuente, y menos en Córdoba -por eso este
acontecimiento nos debe entusiasmar- que grandes especialistas de una materia
como ésta estudien las influencias que desde el Occidente cristiano se pueden
constatar en la cultura Oriental; muy por el contrario, el tópico siempre nos
condujo hacia el camino inverso: descubrir -a veces incluso inventar- cuáles
fueron las influencias de Oriente en nuestra cultura.
He tenido la ocasión -el privilegio, pudiera subrayarse- de presenciar alguna
de las magnificas intervenciones que han tenido lugar en el citado Congreso y
no puedo menos que felicitarme y felicitar a sus organizadores. Entre estas
intervenciones no puedo dejar de mencionar la del -también organizador-
profesor Samir Khalil, a
quien he podido, además, conocer personalmente y con quien tuve la
satisfacción de trabar conversación durante cerca de una hora en un descanso
entre ponencias.
Samir Khalil -jesuita de
origen egipcio, miembro de la Universidad de Beirut, director, entre otros
muchos empeños, del Centro de Documentación e Investigación Árabe Cristiano-
es un bravísimo investigador. Ante tales personajes, ciertamente excelentes,
no se alcanza a comprender, sin embargo, la falta de repercusión social que
merece su pensamiento. Sin duda, la «rebelión de las masas» -en su sentido
más orteguiano- ha triunfado, haciendo de nuestro
tiempo un tiempo de vulgaridad o, lo que es peor, una época de trampas y
maquinaciones, de engaños destinados a hacernos creer en tópicos y a vacilar
acerca de lo que nosotros mismos somos.
Una cuestión que, precisamente, el profesor Samir Khalil parece tener muy clara es la necesidad de que
Occidente recobre su identidad, sus señas identificadoras.
Sólo así, sólo cuando Occidente deje de mantener actitudes ambiguas y
relativistas -que sólo interesan a unos pocos- para redescubrirse, sólo
recuperando los valores occidentales podremos dejar de producir la
ambigüedad, perplejidad y confusión que sufren quienes, perteneciendo a otras
culturas mucho más seguras de sí, llegan a participar de nuestro progreso y
descubren un mundo sin identidad.
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