Hoy debía haber cumplido veintinueve años, pero ya no está. Su
constante alegría, su jovialidad, su sonrisa, se fueron con ella un
20 de octubre; un estúpido accidente de tráfico nos la arrebató y ni
tan siquiera nos permitió, ni permitirá ya jamás, decirle aquellas
cosas que, quienes la queríamos, aún necesitábamos compartir con
ella. Hoy su ausencia intensifica el dolor que día a día martiriza a
su madre, hermanos y amigos. Hoy no encontramos esa boca que había
de soplar las velas de la tarta, ni esa risa nerviosa y alegre con
la que ella siempre saludaba estos acontecimientos. Todavía alguno
de vosotros la recordará, incluso aquellos para los que sólo fue una
conocida, pues no miento si digo que fue de esa clase de personas
que siempre dejan huella. "Maricarmen", que así la
llamábamos, era una joven letrada, con la vida aún por vivir, con su
cartera llena de ilusiones y con un alma aún por someter a prueba y
hoy debería haber cumplido veintinueve años. Junto a Maricarmen, el
año 2003 nos abandonaron 5.399 personas más víctimas de accidentes
de tráfico, cada uno con su nombre, su ilusión, su vida y sus seres
queridos. Este año, ya terminado, donde aún están por cerrar las
estadísticas, otros tantos también han pasado a engrosar la
estadística de víctimas de esa amenaza que, con el nombre de
tráfico, se cierne sobre todos nosotros. José es uno de
ellos, de aquellos que han dejado sus ilusiones, y las ilusiones de
los demás, a la espalda y que, en consecuencia, ya no se casará, ni
hará madre a aquella chica junto a la que durante largos años
construyó sus proyectos, proyectos que una fría mañana de invierno
cayeron, se desplomaron, como si de un castillo de naipes se tratase
cuando en una curva caía su moto para que él no se levantase jamás.
Cada fin de semana, cada puente, me estremezco con las estadísticas
de la Dirección General de Tráfico. Seamos prudentes y ojalá que el
2005 sea mucho más indulgente, al menos en este asunto.
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