Desde hace algún tiempo, en los medios de comunicación asistimos
a una serie de debates sobre la conveniencia o no de regular
legalmente en nuestro ordenamien- to jurídico la muerte asistida, lo
que permitiría la posibilidad de que algunos hombres y mujeres que
viven sujetos a situaciones infrahumanas, o que sus más cercanos
parientes, pudieran ejercitar un "pretendido" derecho a poner fin a
sus vidas con la ayuda de una tercera persona. En el fondo, desde un
punto de vista puramente ético, no hay demasiada diferencia entre
este asunto y la pena de muerte, pues ambos cuestionan la
posibilidad y los motivos por los que se puede jurídicamente
autorizar a una persona a dar muerte a otra. En el primero de los
casos se habló siempre de un motivo de interés social, en el segundo
se habla ahora de un motivo de interés individual. Aun así, el tema
es complejo, pues se podría argüir, con razón, que a diferencia del
reo, que no asume la muerte con libertad (aun cuando en determinado
caso pudiera hacerlo), el "eutanasiado" pide voluntariamente la
muerte y no hace más que ejercer un derecho de libertad. No
obstante, cabría preguntarse si ese ejercicio de libertad es
"responsable", es decir, si puede uno librarse tan fácilmente de sus
obligaciones con los demás. Pero de esto ya hablaremos otro día. Por
el momento lo que sí me gustaría poner de relieve es el hecho de que
la mayor parte de las personas que se refieren a estos temas cometen
un error de bulto, consistente en confundir los hechos con el
derecho. Efectivamente, muchas veces oímos cómo se dice que la vida
"es un derecho", y nada más falso, la vida es un hecho y no un
derecho; además es un hecho radical (se vive o no se vive). Es,
precisamente, sobre los hechos sobre los que pueden constituirse los
derechos. Por ejemplo, si no existe una casa nadie puede tener
derecho sobre ella, pero si existe, sobre la existente casa pueden
constituirse muchos derechos no sólo para quien la vive, sino
también para otros muchos sujetos. Pues de igual modo sobre la vida
quizá no tenga sólo derecho quien la vive. ¡Reflexionemos sobre
ello!
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