EJES VERTEBRADORES PARA UN LIDERAZGO PROFESIONAL, EDUCATIVO, CRÍTICO Y TRANSFORMADOR EN LA INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA.

 

 

Mª Teresa Castilla Mesa

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad de Granada

 

 

 

 


 

1.       PREMISAS DILEMÁTICAS EN LA INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA INTRODUCTORIAS DEL DISCURSO SOBRE EL LIDERAZGO EN LA UNIVERSIDAD

 

                Consultada la literatura en torno al tema que nos ocupa (el liderazgo en el ámbito universitario) constatamos la existencia de un amplio espectro de enfoques, modelos e investigaciones sobre el liderazgo directivo en las escuelas eficaces y en la mejora de la escuela siempre en relación con la enseñanza primaria o secundaria. El tema apenas se ha tratado refiriéndose a la Universidad.

                De ahí que gran parte de lo expuesto en este trabajo redunde en torno a reflexiones y evidencias constatadas en la documentación  consultada y en el contexto universitario en el que nos desenvolvemos.

                Planteadas como premisas dilemáticas se introducen algunas cuestiones claves para cuestionarse la viabilidad del  liderazgo existente en la Universidad, cuáles son los mecanismos que lo inducen, quiénes son los gestores principales de su desarrollo, a qué modelos o en qué expectativas se basan para articularse, cuáles son las finalidades que se persiguen, cuál es el procedimiento de acceso de los líderes, etc. Por ello, de estas argumentaciones el lector podrá dilucidar posibles alternativas, cuestionarse soluciones o nuevos interrogantes y entrar como protagonista en la toma de decisiones de este dilema, máxime si está directamente relacionado con el ámbito que nos ocupa.

·         La institución universitaria ha de tender a la creación de una cultura de calidad que afectará al personal docente, a los programas, a los estudiantes, a la infraestructura, a los recursos y a los servicios y que tendrá como objetivo primordial la mejora del propio sistema. En este proceso es donde se contextualiza como un componente de extraordinaria importancia el liderazgo y la gestión. La relevancia que para la calidad de una institución en general adquiere el liderazgo dentro de la misma, aparece en los que podemos denominar como “modelos consolidados de calidad” (Gento, 1998). Estamos inmersos en modelos de calidad institucional con enfoques de totalidad o integralidad surgidos en organizaciones no estrictamente educativas, por lo que en su adaptación al sistema educativo será preciso también matizar el ejercicio del liderazgo. (modelos como el de Deming -1995- o el de la Fundación Europea de Gestión de Calidad, comentado por Foley –1994 y Gento –1996- así lo confirman)

·         Cuestionarse sobre los móviles que incitarían al profesorado universitario a presentarse a cargos directivos en la Universidad. En una investigación realizada recientemente, aunque en otro nivel educativo, Teixidó (2000) expone en su  declaración de intenciones que  nos interesa comprender cuáles son las actuaciones que llevan a cabo los candidatos y qué les mueve a ello (qué significado les atribuyen) en los procesos de cambio... y en cuanto al  proceso que    se produce, por un lado, una reflexión y revisión profunda, por parte del candidato (juntamente con su equipo directivo) de cuáles son sus concepciones en torno a la dirección, en torno al funcionamiento del centro y en torno a su disposición personal y motivaciones para el cargo (...) motivos que impulsan a los docentes al ejercicio de la dirección.  Tras el análisis estadístico de los resultados, las dos motivaciones que  empujaron a los docentes  a acceder al cargo,  mayoritariamente con porcentajes de elección superiores al 25% fueron, por un lado la voluntad de mejora de la institución,  y por otro  el deseo de ponerse a trabajar al servicio de la comunidad. ¿Se podrían hacer extensivos a los docentes universitarios? ¿Cuáles son sus móviles para intentar liderar la institución, el Departamento o alcanzar la representatividad en los Órganos de Gobierno?

En esta línea, Sáenz y Fernández (1994) realizaron  en la Universidad de Granada  un estudio que demuestra la escasa atracción despertada por los docentes para acceder a cargos de gestión y de gobierno. Las aportaciones de Iglesias (1991) confirman la falta de reconocimiento por parte de la comunidad universitaria del trabajo de gobierno y gestión como una de las razones de la desmotivación del profesorado hacia este tipo de tareas y como consecuencia las dificultades existentes para establecer conexiones entre la labor docente e investigadora con la gestión administrativa.

Y, por otro lado, ¿cómo hacer que los directivos de la función docente, responsables de gerenciar con eficacia la óptima prestación del servicio educacional, evolucionen hacia unos estilos de liderazgo y unas habilidades gerenciales idóneas para conducir equipos profesionales en el mundo de la docencia?  (Jiménez, 1996)

·         Tendencia desde una perspectiva burocrática a igualar liderazgo con ocupar determinadas posiciones  formales (Bolívar, 1997). Si estas atribuciones  se desligan, es decir, si las posiciones formales no conllevan un liderazgo también formal y éste se diluye en liderazgos difusos promovidos precisamente por quien detente esa posición formal, podría darse un giro a la afirmación planteada por Benedito (1991) cuando comenta que hoy por hoy , los Departamentos universitarios no se distinguen precisamente por su cohesión, ni por la unidad de acción de sus componentes, ni  por el trabajo en equipo. Giro que ya empieza a vislumbrarse en determinadas instituciones universitarias y en algunos grupos de profesores con intereses profesionales comunes.

·         Determinar en el colectivo de profesores y alumnado cuáles son los efectos de los procedimientos de elección y cómo se produce la legitimación del rol  de liderazgo.

 

2. PLANTEAMIENTO DEL LIDERAZGO UNIVERSITARIO EN TORNO A TRES EJES VERTEBRADORES

Estimamos que pueden plantearse tres ejes vertebradores del liderazgo universitario, íntimamente vinculados con la consecución de la calidad universitaria; estableciéndose una progresión directa entre sus efectos, ya que  cuanto mayor sean la orientación, la formación y la profesionalización del profesorado, mayor será su capacidad de desarrollar un liderazgo que revierta en la  mejora de la calidad de los procesos educativos universitarios.

a)       Orientación al profesorado

Traemos a colación en este punto algunas reflexiones presentadas en otro trabajo (Castilla, 2000) alusivas a la necesidad de establecer pautas orientadores en la Universidad para los docentes, colectivo privado en cierta forma del  asesoramiento  que en gran medida está focalizado en los estudiantes. Consideramos la orientación como uno de los ejes  en torno al cual girarán las diversas modalidades de liderazgo planteadas en este trabajo.

Cabría plantearse la necesidad, demandada ya por algunos docentes universitarios, de cubrir su carencia  en la orientación recibida  (reconocida directamente con algunos profesores con los que conversamos). El docente universitario detecta la escasez palpable de su orientación, encuentra ámbitos en los que su conocimiento precisa un asesoramiento que no encuentra  en su labor formativa individual e incluso precisa la información que le haga contactar con la realidad, suministrada por profesionales que contacten con los centros en los que los alumnos realizarán su práctica y que actuarán como mediadores entre lo real y lo conceptual.

Consideramos la intervención orientadora como un vehículo de cambio y transformación en la institución universitaria,  y al liderazgo como instrumento conductor en la operativización de sus objetivos.

b)       Formación del profesorado

Los procesos de identificación profesional cuentan en su base con un alto grado de referentes formativos de los que depende  directamente el desarrollo profesional  del docente. Si analizamos  dos de los fundamentos  empíricos  de la teoría de la doble transacción de Dubar (1992), (la racionalidad profesional y la actitud ante la formación) observamos cómo la incidencia de la  formación  es  crucial para plantear formas identificatorias que determinan la mayor o menor internalización de la cultura profesional en la que el docente se encuentra inmerso, y,  por lo tanto, la línea que seguirá su desarrollo profesional futuro.

De hecho, el analizar estos planteamientos durante la fase de inducción y socialización del docente implica,  por una parte, valorar la formación inicial recibida en los comienzos de su trayectoria profesional; por otra, y basándonos en el carácter dinámico del proceso, detectar las necesidades formativas con las que el docente se encontrará a lo largo de su desarrollo profesional.

Son precisamente las inquietudes emanadas de estos procesos de transacción, constatados por las experiencias reales de los docentes universitarios consultados, las que nos conducen a evidenciar la necesidad de la formación continua del profesorado. Del mismo modo, el hecho de  contemplar sus sugerencias  y responder a sus demandas, es un acicate para gestionar acciones que potencien el liderazgo del profesorado en la institución universitaria, al tiempo que se establezcan canales que generen un conocimiento didáctico y un desarrollo profesional colaborativo.

Además, y ya  que el profesor universitario  se encuentra en una doble línea de formación ( la que él proporciona como formador de formadores y la que él mismo recibe como docente en continua ampliación profesional, bien de sus mismos alumnos, bien de la  autorreflexión sobre su práctica, o bien externamente), todos los recursos que desde la institución universitaria y desde la política educativa se provean para fomentar la formación del profesorado, contarán con una buena acogida.

Es en este núcleo formativo y organizativo de la institución universitaria donde el rol del liderazgo debería ser más altamente ejercitado. Seis son los canales formativos a través de los que contemplamos la posibilidad de un liderazgo diluido del profesorado en la Universidad: a) la relación entre la docencia y la investigación, b) el diseño, implementación y evaluación de programas de formación, c) la implicación y colaboración de los docentes en los  procesos deliberativos, d) la intervención en la política formativa, e) el análisis crítico-reflexivo de la práctica, y f) el análisis,  interiorización, y creación de cultura/s profesional/es.

En palabras de Medina (1998) el liderazgo es tanto una finalidad a alcanzar en la formación, como la tarea más necesaria que han de asumir los formadores/as y las autoridades de la Universidad al determinar las finalidades, actividades y recursos más adecuados para la consolidación del programa  de formación...La  aplicación del liderazgo compartido supone una concepción de la organización cojo espacio de avance en común en el que todas las personas están implicadas en la mejora global de la institución, a la vez que se evidencia que la práctica educativa es en sí misma un proyecto de co-aprendizaje entre docentes y discentes

Siguiendo esta tónica, Sáenz y Fernández (1994) presentan las capacidades que deberán  desarrollarse en  un programa de formación destinado al profesorado universitario para el liderazgo y para mejorar su ación directiva: a) definir objetivos comunes, b) compartir responsabilidades en la toma de decisiones, c) generar sentimientos de pertenencia a un grupo, d) respetar y valorar la diversidad, e) dar y recibir ayuda,  f) impulsar la innovación y el cambio, g) dar seguridad y reforzar la conducta asertiva, h) facilitar la interacción personal y social, i) compartir el tiempo con los colegas, j) gestionar los recursos humanos y materiales disponibles.

 

c)       Profesionalización

En la medida en que los procesos orientadores y formadores para el profesorado actúen simultáneamente y  aúnen sus  esfuerzos con procesos que optimicen la capacitación profesional de los docente universitarios, se estará en situación de aseverar que la profesionalización del profesorado alcanza sus logros.

Y es precisamente la asunción de responsabilidades y compromisos profesionales y personales con la institución universitaria la que propicia la anterior afirmación. No es que potenciemos el hecho de crear líderes profesionales, sino  de que los profesionales den muestras de su profesionalidad, incardinando el liderazgo en su práctica docente y relacional, con la consiguiente repercusión en los procesos de gestión y organización universitarios.

De ahí que este sea otro de los ejes vertebradores, ante todo de un liderazgo profesional en el que prime esa profesionalidad y la potenciación del desarrollo profesional de docente antes que los matices políticos o exclusivamente gerencialistas de algunas concepciones de  liderazgo.

 

3.       DIMENSIONES PARA UN MODELO DE LIDERAZGO UNIVERSITARIO

Planteados los tres ejes vertebradores  en el liderazgo universitario, continuamos con la  propuesta referida a la canalización de éste en las cuatro dimensiones articuladas por los ejes antes analizados.

a)       Liderazgo profesional. Cauce  para la confirmación de la profesionalización del docente.

Arranca este apartado , por una parte de la dicotomía existente entre la consideración de un liderazgo político o profesional y, por otra del hecho de establecer un continuum entre lo que denominamos un rol de “liderazgo profesional”  y un rol de liderazgo difuso, asumido por  el profesorado, lo que sería un “liderazgo moral o funcional”. En este continuum se establecerían relaciones que permitirán la coexistencia de ambos a través de una transferibilidad de funciones en las que primará la profesionalidad antes que el posible ejercicio de un poder “per se” o de la gestión  basada únicamente en “tener poder” en la toma de decisiones estrictas (focalizadas intencionadamente como respuesta a intereses particulares o de un grupo minoritario determinado), en la asignación de funciones,  para aplicar un directismo incontrolado. Sin embargo si la política del liderazgo se encarna en su sentido etimológico,  redundaría en el establecimiento de relaciones interpersonales que facilitaran la resolución de conflictos y la aceptación de planteamientos divergentes.

Es preciso plantear iniciativas que incidan en el desarrollo del profesorado si uno de nuestros objetivos es que los centros docentes estén profesionalmente mejor preparados. Es, desde esta dimensión, desde donde  entra en juego el cambio de concepción del poder desde un “sistema de autoridad” a un ”sistema de facilitación” que descentraliza la toma de decisiones, busca nuevos enfoques y se va haciendo un “liderazgo para el desarrollo coooperativo”  (San Fabián, 1990). Así estimamos que no puede ser un factor que se asocie a un determinado puesto formal ni a la asunción de una posición privilegiada para imponer o instaurar una serie de normas o criterios, sino que se trata de un rol para el que se precisa una determinada formación, independientemente de las cualidades innatas o adquiridas de las que dispongan los líderes. Liderar es ir más lejos... es implicar, crear colaboración, buscar la satisfacción de trabajadores y usuarios, innovar y mejorar continuamente (Lorenzo, 1997)

Aunque Sammons et alt. (1995) ya lo afirmaran para la consecución de escuelas eficaces dentro de un modelo de calidad, es atribuible por tanto a la Universidad el hecho de que uno de los once factores de la eficacia escolar es un liderazgo profesional firme con un enfoque participativo.

Las funciones atribuidas tradicionalmente a los directivos han evolucionado y generado otras competencias que diluyen su protagonismo ancestral, y que en la actualidad tiende a ser compartido por docentes, Departamentos, equipo de asesores ( si se les permitiera su incorporación al ámbito universitario) concienciados con la cultura colaborativa y transformadora de la institución educativa  en aras a la optimización de los procesos de profesionalización y de la mejora del centro: Un proyecto de calidad asumible resulta ser aquel que permite que, en el marco del la autonomía institucional, una organización pase de ser un mero soporte del curriculum a ser un contexto con capacidad de  educar e incluso con capacidad de aprender de sus propios errores (Gairín, 1997)

Si es profesional potenciará aspectos como los establecidos en el Plan Estratégico de la Universidad de Barcelona (favorecer la evaluación y la mejora de la gestión del profesorado, promover la formación permanente del profesorado, v favorecer la innovación docente, aumentar la potencialidad de trabajo de los investigadores, aumentar las actividades de implicación social, etc..).  en detrimento de otros intereses políticos aun entreviendo los matices de esa índole.

b)       Liderazgo educativo. Enclave gestor de cambio e innovación y de actualización del saber profesional.

En lugar de concentrarnos en cómo la gente actúa en papeles ya dados en una organización, la investigación debe dirigirse a crear los roles y estructuras que apoyen y promuevan las prácticas educativas que deseamos (Sykes y Elmore, 1989). Es a nivel organizativo donde debe situarse el liderazgo. Por lo tanto, si adoptamos la acepción del término “educación” que implica una “conducción”, una “orientación” para saber dilucidar entre aquellas alternativas que inciden  en la madurez personal y profesional de la persona, y, a través de ella, de la institución, es desde esta dimensión  organizativa desde la que el liderazgo puede actuar  gestionando los recursos que habiliten  a docentes y a estudiantes en el desarrollo de canales para  el acceso a  prácticas realmente educativas.

Configurada la Universidad como una institución generadora y gestora de conocimiento y no sólo como una institución social de servicios y de formación (Nonaka y Takeuchi, 1995), deberá ser coherente con esta atribución y aportar en la formación inicial las bases para que los futuros profesionales dispongan ya, desde su formación académica, de las primeras rutas para delimitar estructuradamente un perfil profesional viable para su incorporación laboral.  Un liderazgo realmente educativo en este contexto y ante este planteamiento,  asumiría este compromiso ofreciendo todas las oportunidades disponibles y pensables para que los futuros diplomados y licenciados cuenten desde su fase de inducción, con una formación de calidad  que facilite su incorporación laboral, su socialización  en los primeros años de ejercicio y su consiguiente  desarrollo profesional. Hecho que progresará adecuadamente si entre los mismos docentes se articulan  mecanismos que promuevan esa dispersión de liderazgos educativos, en aras de la búsqueda de profesionales que realmente conduzcan a la Universidad a través del puente de diálogo extendido desde ésta,  hasta las realidades laborales.

Un liderazgo educativo contemplado desde la previsión y la proacción  hará deseable la existencia del orientador-docente-tutor que actuando como agente de cambio realice una evaluación y priorización de necesidades, elabore programas que permitan la resolución de problemas favoreciendo el desarrollo integral de la persona, que potencie, dentro de un trabajo colaborativo, la conducción hacia profesionales reflexivos y críticos. Si se habla del Bachillerato como propedéutica para la Universidad, podría hablarse de la Universidad como propedéutica para el desarrollo de la carrera docente, para el desarrollo de la profesión para la formación de profesionales cualificados. (Castilla, 2000)

Una ejercitación del rol de liderazgo por el profesorado deberá propiciar que exista un consenso intra e interdepartamental en la aplicación de unos objetivos mínimos que favorezcan la cohesión entre los docentes y que se transmita en una coherencia reflejada en la implementación de los planes de estudio; evitar el solapamiento de asignaturas y favorecer el trabajo colaborativo, ya que  son aspectos tratados discursivamente exentos en gran parte de compromisos prácticos.

c)       Liderazgo crítico. Promotor de procesos deliberativos, optmizadores de la práctica y del desarrollo profesional del docente .

Las perspectivas críticas de liderazgo plantean una visión del mismo como proceso que ha de ser crítico, reflexivo, transformador y educador (Smyth, 1994) y ahí es donde se sustenta la vertebración de este liderazgo en la institución universitaria.

                González, M.T. (1990), propone dos aspectos configuradores del liderazgo crítico:

 

a)       Promueve en la organización una dinámica de análisis, reflexión, problematización de la realidad organizativa en la que se está inmerso, lo cual implica reconocer, indagar, penetrar las bases profundas, los supuestos dados por sentados sobre los que se asienta el modo de ser y el funcionamiento organizativo. Se entiende que el diálogo y análisis conjunto son piezas fundamentales en ese análisis crítico de la organización porque ésta es una realidad construida en base a significados, valores, creencias, interpretaciones sobre la que  se puede hablar, intercambiar, compartir y, en última instancia, modificar. Cuando esa situación se somete a análisis crítico, se va generando un conocimiento que permite tomar conciencia de las propias limitaciones institucionales y sociales que constituye la base para el cambio transformación organizativa.

b)       El liderazgo crítico posibilita que en el seno de la organización se exploren posibles alternativas con vistas a mejorar esa realidad,  no sólo contribuir a que los miembros analicen críticamente la situación, también cultivar en ellos la capacidad de transformar esas prácticas. Eso conlleva utilizar el poder para que sean los propios miembros de la organización los que decidan vías y ámbitos de mejora y transformación. El poder que se pone en juego no es, pues, un poder sobre (conocer la realidad para ver qué condiciones manipular en orden a lograr eficazmente las metas) sino un poder para analizar, dialogar, cuestionar y, en definitiva, posibilitar que sean los propios miembros de la organización los que decidan cuáles son las esferas y los caminos de mejora y transformación.

Tres nociones vienen a caracterizar este tipo de liderazgo (adaptado de Bolívar, 1997): de una parte será dialéctico en el sentido  de construir y reconstruir el conocimiento mediante un proceso, generado y usado en el contexto de la práctica; de otra, dialógico y deliberativo en el que se promuevan situaciones dilemáticas, se planteen propuestas y se incida en procesos de deliberación constructivos y consensuados en el que los docentes actúen además de como profesionales reflexivos individuales, como colectivo reflexivo  de profesionales que se cuestiona su docencia y la responsabilidad de su rol de formador de formadores.

d)       Liderazgo transformador. Impulsor de la “reestructuración universitaria” e instrumento para optimizar  la calidad

Según afirma Drummond (1995),  la cultura de la calidad se impondrá cuando el personal deje de ser considerado como “recurso humano” y comience a ser considerado como  protagonista de los procesos de calidad.

Entre estos cambios fundamentales se cuentan la distribución del poder entre los afectados en la toma de decisiones, revisar los conceptos y prácticas habituales de liderazgo y dirección, y reconstruir las condiciones insulares en que trabajan los profesores.

                Cuando hablamos de liderazgo múltiple de profesores  nos referimos a que, al margen de la posición formal ocupada administrativamente, hay profesores que actúan de facilitadores y apoyo/ayuda a otros profesores, generadores de nuevas ideas o proyectos, aportan cooperativamente conocimientos, hacen materiales curriculares innovadores, toman a su nivel decisiones administrativas o de gestión, tienen iniciativas y se responsabilizan de proyectos particulares, promueven desarrollos curriculares alternativos para determinados grupos o niveles, actúan de  catalitico para la mejora individual de otros profesores (Smylie y Denny, 1990) y para que el centro escolar se mueva; y, como aduce Gento (1995), asumen la corresponsabilidad en el diseño realización y valoración de los procesos que afectan a la colectividad en la que el individuo está inserto.

Podíamos pensar que la ausencia de procesos dinámicos en los que se promuevan las condiciones para que el profesorado llegue a ser líder es lo que  posibilita que tenga que existir un liderazgo personalizado.   Los propósitos de incrementar el liderazgo de los profesores, en nuestras coordenadas actuales, son congruentes, (Hart, 1995) con un sentido más democrático y comunitario de la gestión de la enseñanza.

 

Los testimonios manifestados por la literatura y por las experiencias docentes,  dan muestra  de que la dinámica y evolución de las organizaciones viene inducida, ante todo,  por acciones en las que gran parte de sus miembros se encuentran implicados y no tanto por la actuación del equipo directivo (constituido en nuestro caso por los Órganos Unipersonales y Colegiados de la Universidad). Así  se ve  mermada la hegemonía de un liderazgo formal ejercido desde una determinada posición institucional, que cede el paso a otras  modalidades de liderazgo (asumidas por el profesorado y el alumnado) y sienta  las bases para una transformación en la institución educativa ( en nuestro caso, en la universitaria),  ya que el cambio y la renovación en una organización implica que puedan emerger diferentes liderazgos, al margen de dicha posición institucional (Bolman y Deal, 1994). Por otra parte, esta diversificación en el liderazgo se trasluce en la  idiosincrática generación  de  procesos de identificación profesional enraizados en las distintas formas de internalización de la cultura profesional existente en la institución universitaria; y, por ende, este liderazgo transformacional puede ser un instrumento transformador de dicha cultura potenciando la capacitación del profesorado en la resolución de conflictos y en la gestación de estrategias idóneas para la consecución de los fines de la organización.

La línea de profesionalización y las probabilidades para la mejora y reestructuración, global y personal de la comunidad universitaria viene desvelada, en parte,  por la confluencia de  la perspectiva autobiográfica y colaborativa de cada docente, del grupo de investigación al que pertenezca y del Departamento en el que esté integrado. De ahí que este liderazgo transformador se haga eco de los resultados de las indagaciones que,  desde la dimensión etnográfica e interpretativa se viene realizando en otros niveles educativos. Son múltiples las investigaciones que confirmas que los procesos de cambio precisan tratar e incidir en la  construcción de una visión compartida, colaboración indagación, recursos, liderazgo (Louis, y Miles, 1990, Senge, 1992, Ainscow y otros , 1994,  Hopkins y otros 1994, Marcelo, 1994) y el hecho de la aportación de investigaciones desde el punto de vista cualitativo y etnográfico para ahondar en el conocimiento de los profesores y del equipo directivo, en la evolución de las preocupaciones profesionales que guían la acción docente en los primeros años (centrada en la gestión del aula), en sus acciones hacia la mejora como testimonio para conocer sus demandas formativas, y en las  percepciones y motivaciones de los docentes  para acceder al  cargo directivo (De Vicente, P. (1996); Fernández Cruz, M. (1995); Domingo, J. (1998); Teixidó, J. (2000)).

 

A MODO DE SÍNTESIS

Para que los cambios instructivos o curriculares se sustenten,  es preciso una evolución hacia el cambio de la organización favorecido por un liderazgo transformacional que reestructure la institución , y  ya que los efectos transformacionales dependen de que los líderes de las escuelas infundan un significado y una finalidad a sus rutinas diarias, tanto para ellos mismos como para sus colegas (Leithwood, 1994), estimamos que la “escuela universitaria” considerada como una organización que aprende y potencia aprendizajes que conducen  a optimizar su calidad,  debería estimular el desarrollo de los cinco ámbitos de ejercicio de liderazgo propuestos por Ainscow y Southworth (1994) en su proyecto de mejora: 1) “tratar con la gente” para crear y sostener relaciones positivas de trabajo con los colegas, 2) contribuir a “generar” una visión global” del centro 3) “dar el impulso” como presión y apoyo, necesario para la puesta en marcha de los proyectos, 4) ejercer de “monitor del desarrollo” ( o de “mentorización”  desde la perspectiva propuesta por Marcelo y Sánchez, (1993) en la profesionalización del docente)  y 5) “establecer un clima” propicio para el desarrollo profesional, compartir ideas y experiencias, clarificarlas, negociarlas y confrontarlas.   Todos estos ámbitos, preconizados para niveles educativos escolares, deberían trascender a la enseñanza superior en un intento de transformación de la cultura profesional de balcanización de la que frecuentemente adolece la institución universitaria ante un  mantenimiento de las estructuras,  que  limita el  trabajo colaborativo interdepartamental,  intergrupal  e incluso interprofesional.

La creación de  redes de desarrollo profesional (De Vicente, 1998), la estimulación al profesorado para participar en  programas  de formación y la potenciación de contextos que favorezcan las relaciones interpersonales y provean a la institución universitaria de un clima que facilite el diálogo y la asunción de responsabilidades profesionales compartidas, son tres líneas básicas para un liderazgo que actúe como parámetro convergente de los cuatro analizados en este trabajo y fomente la profesionalización del profesorado,  la formación y promoción de los estudiantes, la calidad de la cultura universitaria y la colaboración entre  los Órganos de Gobierno, entre otros temas.

Sirva lo expuesto hasta aquí como una reflexión y planteamientos cuyo desarrollo quedará  en la utopía o en la constatación de acciones concretas que ya se empiezan a vislumbrar en algunos sectores de nuestro contexto universitario.

 

 

               

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EJES VERTEBRADORES PARA UN LIDERAZGO PROFESIONAL, EDUCATIVO, CRÍTICO Y TRANSFORMADOR EN LA INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA.

 

 

Mª Teresa Castilla Mesa

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad de Granada

 

 

Consultada la literatura en torno al tema que nos ocupa (el liderazgo en el ámbito universitario) constatamos la existencia de un amplio espectro de enfoques, modelos e investigaciones sobre el liderazgo directivo en las corrientes de las  “escuelas eficaces” y de  la “mejora de la escuela”  siempre en relación con la enseñanza primaria o secundaria. El tema apenas se ha tratado refiriéndose a la Universidad.

                De ahí que gran parte de lo expuesto en este trabajo redunde en torno a reflexiones y evidencias constatadas en la documentación  consultada y en el contexto universitario en el que nos desenvolvemos.

Se estructura el trabajo en torno a tres bloques: el primero plantea como premisas dilemáticas  algunas cuestiones claves para cuestionarse la viabilidad del  liderazgo existente en la Universidad; el segundo plantea los tres ejes que estimamos vertebradores en este liderazgo universitario: la orientación, la formación del profesorado y la profesionalización; y, el tercero desarrolla las cuatro modalidades de liderazgo a través de las que se implementan los ejes analizados: liderazgo profesional; como cauce para la confirmación de la profesionalización del docente; liderazgo educativo, como enclave gestor de cambio e innovación y de actualización del saber profesional; liderazgo crítico, como promotor de procesos deliberativos, optimizadores de la práctica y del desarrollo profesional del docente; y, liderazgo transformador, como impulsor de la “reestructuración universitaria” e instrumento para optimizar la calidad.

Planteado como una propuesta surgida de la reflexión, de estas argumentaciones el lector podrá dilucidar posibles alternativas, cuestionarse soluciones o nuevos interrogantes y entrar como protagonista en la toma de decisiones de este dilema, máxime si está directamente relacionado con el ámbito que nos ocupa.