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Historia
Este edificio, enclavado en pleno barrio de la Judería
y muy cercano a la Catedral, fue antaño el Hospital
del Cardenal, uno de los ejemplos más interesantes
de la arquitectura civil del siglo XVIII en la ciudad.
Aunque desempeñó durante siglos las funciones
de Hospital, la idea original de su fundador no fue esa,
sino la de levantar en ese espacio un Colegio para los
acólitos y niños de Coro de la Catedral.
Con este motivo el promotor de la obra, el Cardenal fray
Pedro de Salazar y Toledo, perteneciente a la Orden de
la Merced, compró en 1701 la casa solariega de
don Antonio Carlos del Corral, situada frente al convento
de San Pedro de Alcántara. El proyecto para esta
obra se encargó al arquitecto Francisco Hurtado
Izquierdo, quien por entonces desempeñaba el cargo
de Maestro Mayor de la Catedral.
Los trabajos se iniciaron con gran celeridad, sin embargo,
en 1704 Córdoba se vio asolada por una terrible
epidemia de peste y ello puso de manifiesto la escasez
de centros asistenciales que tenía la ciudad, lo
que impulsó a los dos Cabildos -municipal y eclesiástico-
a solicitar del Prelado que desistiera de su primitiva
idea y convirtiese su primer proyecto en un hospital que
sirviera para remediar la precaria situación sanitaria
de la ciudad, idea que el Cardenal, por entonces Obispo
de Córdoba, aceptó de buen grado, dotando
a la nueva fundación de rentas cuantiosas.
El hecho de que la obra estuviera ya casi acabándose
cuando fue decidido el cambio de funciones, justifica
la circunstancia de que su planta no se ajuste por completo
al modelo tradicionalmente empleado para las construcciones
hospitalarias.
En 1706 se produjo la muerte del Cardenal Salazar y Toledo,
quedando entonces la empresa bajo los auspicios del Deán
de la Catedral, don Pedro de Salazar y Góngora,
que era sobrino del Cardenal y su albacea testamentario,
el mismo que años más tarde -en 1738-, sería
designado Obispo de Córdoba. Se hicieron entonces
algunos añadidos al proyecto original, buscando
la mejor adecuación a sus nuevas funciones, inaugurándose
finalmente el hospital el 11 de noviembre de 1724.
El edificio presenta planta casi rectangular, en la que
se inscriben dos patios de desigual desarrollo, en torno
a los cuales se estructuran las diversas dependencias
que componen el recinto
El
Patio Principal, sobrio y bien proporcionado, es cerrado
y de doble planta, solución que se da con frecuencia
en la arquitectura cordobesa de esos años. Muestra
vanos rectangulares rematados por frontoncillos triangulares
en el cuerpo inferior y curvados en el superior, articulándose
en vertical por medio de pilastras.
A este patio abren galerías cubiertas por bóvedas
de aristas apeadas en ménsulas, tanto en la planta
alta como en la baja.
El Patio
Claustral, también de dos plantas, presenta
arcos de medio punto de ladrillo sobre columnas en la
zona inferior, en tanto que la parte superior, cerrada,
tiene vanos rectangulares cuya única decoración
la constituye el sencillo marco de fábrica que
lo rodea.
Entre ambos patios está colocada la Escalera Principal
del edificio, que destaca al exterior como torreón;
muy bella de proporciones, está concebida en dos
tramos de sentido inverso unidos por un amplio descansillo
y con embocadura de arco doble. La cubrición se
hace por medio de una bóveda de cañón
con lunetos. En el rellano de la escalera se encuentra
un retrato de grandes proporciones del fundador del hospital,
Fray Pedro de Salazar y Toledo, pintado al óleo
sobre lienzo (2,50 x 1,67 m.) atribuido al pintor giennense
José Ignacio de Cobo y Guzmán, y fechable
en el primer cuarto del siglo XVIII. El Cardenal aparece
efigiado de pie en primer plano y al fondo de la composición
se narran escenas relacionadas con la atención
hospitalaria
A ambos lados están colocados otros dos retratos,
de menor tamaño, y también realizados al
óleo (0,82 x 0,60 m.) representando a D. Gregorio
de Salazar, hermano del Cardenal y Deán de la Catedral
de Córdoba, y a D. Pedro de Salazar y Góngora,
sobrino y albacea testamentario del Cardenal. Son obras
anónimas de escuela cordobesa, fechables como la
anterior en el primer cuarto del siglo XVIII. Entre las
dependencias conservadas del antiguo edificio conviene
destacar las antiguas Capillas Alta y Baja -actualmente
convertidas en aulas-, ambas de planta rectangular con
cubiertas abovedadas en las cabeceras y de cañón
escarzano en la nave. Sobre la puerta de acceso a la Capilla
Baja se halla un pequeño edículo avenerado,de
estética setecentista y diseño similar al
de un ático de retablo, en el que está alojada
una imagen del Arcángel San Rafael, representado
con sus tradicionales atributos: el bordón de peregrino
y el pez.
En el exterior la construcción muestra también
dos pisos, cuyos vanos se decoran con idéntico
ritmo al del patio, con frontones triangulares y curvos
separados por dobles pilastras.
La portada, distribuida en dos cuerpos y realizada
en piedra, es adintelada con columnas exentas laterales;
por encima corre el entablamento que marca el tránsito
al segundo cuerpo, donde se abre el balcón flanqueado
por segmentos de frontón curvo, rematándose
con un arco de medio punto sobre pilastras que cobija
el escudo del Cardenal. La clave del arco se resalta con
un relieve a manera de acrótera con irónica
cabeza de querube, a juego con la notable serie de "rostrillos"
monstruosos que adornan la cornisa del edificio.
A lo largo del siglo XIX y en el XX el Hospital fue cambiando
y ampliando sus dependencias y así pasó
a ser Colegio Universitario en 1970. Rafael de la Hoz
Arderius construyó el vestíbulo de columnas
previsto como antesala de un Salón de Actos que
nunca se llevó a cabo.
En 1980 se proyectó la ampliación del recinto
con nuevos espacios de estética pretendidamente
postmoderna, que rompe el armónico vestíbulo
de la Hoz. Esta obra, terminada en 1987, contiene Biblioteca,
Salón de Actos y Despachos. El proyecto ha sido
realizado por el arquitecto Rafael Daroca y las obras
se han realizado bajo la dirección de Rafael Montero.
Integrada actualmente en el conjunto
edilicio de la Facultad, esta pequeña capilla
es una de las más interesantes muestras de la
arquitectura medieval que se conservan en Córdoba.Tradicionalmente
la erudición local ha defendido para este recinto
un origen musulmán, considerando que había
sido la casa de Almanzor, pero tales opiniones no tienen
fundamento científico.
Cuando en 1391 se determinó el poblamiento de
la zona correspondiente al Alcázar Viejo y el
consiguiente abandono de la Judería, surgió
la necesidad de crear una nueva collación, que
se puso bajo la advocación de San Bartolomé
y con ese nombre figuraba ya en 1410. Como lógica
consecuencia de lo anterior, se hizo necesario contar
con un nuevo edificio sagrado cuya construcción
se fija entre 1399 y 1410.
Este pequeño recinto continuó ejerciendo
las funciones de parroquia hasta los comienzos del siglo
XVII. El conjunto, que ha sufrido diversos añadidos
a lo largo de su historia, constituye un viejo ejemplar
de la estética gótico-mudéjar.
Ocupa una superficie de proporciones casi cuadradas,
dividida en dos sectores, uno que corresponde a la Capilla
propiamente dicha, y el otro al Atrio. Está construido
con sillería arenisca miocena, dispuesta a soga
y tizón.
El Templo, de planta rectangular, es de nave única
y se cubre con bóveda
de crucería, formada por dos cascos semejantes
y contrapuestos, unidos por un espinazo decorado con
dientes de sierra; las nervaduras apoyan en ménsulas
ornamentadas con cardina. Los ángulos, achafianados
y con bovedillas de crucería que ejercen como
trompas, presentan una solución similar a los
del monasterio burgalés de Las Huelgas.
Los muros interiores lucen dos tipos de ornamentación:
una de yeserías y otra de azulejos. La parte
superior muestra decoración de yeserías
geométricas, formadas por motivos de hexágonos
entrecruzados y composiciones estrelladas
que alojan escudos con la banda cruzada. Todo el
conjunto va orlado con tres inscripciones de carácter
ornamental, muy retocadas en el siglo XIX. Arriba, bajo
las almenillas que sirven de apeo a la cornisa, hay
otra faja de yeserías. La zona inferior esta
recubierta por un zócalo alicatado en verde y
blanco formando lacerías, del que se han perdido
gran parte de las piezas, hallándose además
muy recompuesto. La solería, también de
cerámica vidriada, alternando ladrillos y olambrillas,
se encuentra en mal estado de conservación a
causa del continuo e indiscriminado uso.
El espacio correspondiente al Presbiterio se halla separado
del resto del recinto por un escalón, en tanto
que un arcosolio labrado en la pared desempeña
las funciones de altar. Este testero estuvo en otro
tiempo ornamentado con pinturas murales, pero los restos
que se conservan en la actualidad son muy escasos. A
este espacio abre una puerta de servicio con arco trilobulado.
La Fachada muestra pórtico de tres arcos apuntados
de ladrillo enmarcados por alfiz, que apean sobre trozos
de columnas procedentes de acarreo.
La Portada, en la que se pueden encontrar ciertas
similitudes con una de las que se conservan en la iglesia
de Santa Marina, se compone de un arco apuntado ornamentado
con dientes de sierra que apoya en esbeltas columnitas
con capiteles de cardina, todo ello enmarcado por un
pequeño tejaroz con modillones. El interior presenta
vano apuntado y doble alfiz con las albanegas decoradas
con motivos de ataurique de inspiración granadina.
A lo largo de los siglos ha sufrido diversas restauraciones;
la última y más importante fue llevada
en la década de los setenta bajo la dirección
del arquitecto Rafael de la Hoz Arderius. En 1980, ya
en uso universitario, se añadió a la puerta
principal un escalón que permitiera la colocación
de la puerta de madera que hoy la cierra.
Hasta hace pocos años se guardaba en esta capilla
una imagen de madera tallada y policromada que representa
a la Virgen con el Niño, de autor anónimo
y fechable en el primer tercio del siglo XVII, todavía
inmersa en la estética manierista. La escultura
(1,47 m. de altura) muestra a la Virgen de pie llevando
al Niño en el brazo izquierdo; va envuelta en
amplio manto que le cubre también la cabeza.
Esta imagen, como las del retablo que sigue, fuero retiradas
por la Excma. Diputación Provincial.
Próxima a la Capilla de San Bartolomé
hay otra Capilla, abierta, donde se conserva un Retablo
dorado de estética barroca pero fechado en
1801. Es una obra recompuesta formada por banco con
el Sagrario, que serían los dos datables en 1801,
y un cuerpo de hornacina única, correspondiente
a la primera mitad del Setecientos, donde se alojaba
un Calvario; la imagen del Crucificado, realizada en
madera, es de anatomía poco acusada y cierta
rigidez compositiva; está considerada obra de
taller local del setecientos, a la que se hicieron algunos
retoques cuando fue reformado el retablo. A ambos lados
de la imagen aparecen La Virgen y San Juan Evangelista,
consideradas también obras barrocas tardías
realizadas en talleres cordobeses.
Autora: Profesora María Teresa Dabrio González.
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