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Día del libro 2009: Carmen Laforet
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Ahora
tendrías que dejarme sola un rato, Andrea, tengo
que hablar con mi hermano Eduardo y con la prima Carmencita...
También me gustaría ayudar un poco a la
tía Carmen, a la que damos tanto trabajo... No
puedo estar todo el tiempo contigo, pero ya veo que
es inútil, es imposible separarme de ti. No sé
de dónde me viene esta energía, podría
seguir escribiendo horas y horas sin descanso... Y al
otro cabo de la vida, lo siento con igual nitidez, esta
pesadez paralizante, esta vejez que me atrapa en un
cuerpo agarrotado... Estoy de nuevo en este extraño
lugar, Andrea, y ya sé por qué has venido
a visitarme; tú también quieres ser acogida
en mí antes de que regrese al origen. Yo ahora
domino todo mi tiempo. |
Puedo colocarme
en un extremo o en otro de mi vida. Estoy escribiendo tus
vivencias, dándote a luz y al mismo tiempo sé
lo que ocurrió con el libro que nació de ello,
y puedo charlar contigo de todo en esta habitación,
en esta extraña silla.¿Quieres saber lo que
ocurrió con nosotras una vez editado el libro? Que
la gente no quería separarnos, que se empeñaban
en decir que éramos una y la misma. Sí, ya
sé, influyó el hecho de haberte colocado en
la misma ciudad, con el mismo piso donde yo había
vivido como tú a los dieciocho años. Lo hice
por comodidad, porque me era más fácil conducirte
por caminos conocidos por mí. Pero si nos comparas
a las dos con los mismos años y en el mismo lugar
tendrás que reconocer que mi vida es mucho más
divertida e interesante que la tuya, más aventurera
y vital. No pongas esa cara de duda, Andrea, porque es verdad.
Todo
el mundo se asombraba de que yo hubiera escrito Nada.
¿Cómo
es posible -decían- que una jovencita que no
para de reírse haya podido escribir una novela
tan seria? Recuerdo a Pío Baroja en aquella única
visita que le hice. Yo estaba casi temblando delante
de aquel anciano tan afable que me observaba con mucha
simpatía. "¿Cómo ha escrito
usted ese libro? Usted es casi una niña -me dijo-,
¿cómo ha podido escribir una novela así?"(...) |
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Siempre quise
borrar lo malo de
mi vida, ahora pienso que quizá eso me perjudicó.
En Barcelona, cuando comencé mi vida universitaria,
recuerdo que me dije a mí misma que mis dieciocho
años quedaban tachados para siempre, que los tenía
que olvidar, que aquellos meses absurdos quedarían
para siempre en blanco en mi memoria. Sin embargo, ese tiempo
fue la fuente de inspiración de mi primera novela,
por eso la titulé Nada, por esos meses que
acabo de mencionarte, porque poco después todo cambió
y comencé el ciclo de mis amistades e intereses juveniles,
mi verdadera juventud en Barcelona. El mundo se volvió
interesante, importante (...).
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Cuando
llegué aquí a Madrid, a casa de mi tía
Carmen, pensé que había llegado la hora
de comenzar a escribir alguna cosa, ya que desde mi
adolescencia había imaginado ser escritora y
además acababa de ganar un primer premio en un
concurso nacional de artículos. Cuando pensaba
escribir una novela veía siempre Barcelona. Nunca
perdía para mí esa ciudad la fascinación
que sentí al llegar a ella (...) Una novela de
aventuras en Barcelona es lo que se me ofrecía
a la imaginación. Aventuras con los chicos catalanistas,
aventuras con los extranjeros que pasaban las fronteras,
huyendo de los campos de concentración... Tú
dirás que por qué fui descartando todo
eso cuando comencé a escribir mi novela. |
Me imagino que
te habría gustado vivir todas esas aventuras que
yo viví y a mí también me hubiera gustado
recorrerlas contigo. Quizá fue porque en el año
cuarenta y cuatro en que escribí mi libro de enero
a septiembre aún seguía la guerra detrás
de nuestras fronteras(...) Y de pronto se me representó
el mundo de casas de clase media destruidas o arrasadas
por la guerra que había conocido a mi llegada a Barcelona,
gentes mayores que me parecían desquiciadas y empecé
a inventar personajes sobre personajes de aquellos que jamás
volverían a mi imaginación (...) Pensé
en Elena Fortún, y se me ocurrió una voz que
narrase, alguien que en principio no fuese un pesonaje siquiera,
una chica de dieciocho años encerrada también
entre las paredes en que iba a encerrar a esos tipos de
mi fantasía (...)
Así
fue como viniste al mundo, Andrea, y ahora te agradezco
el gesto de venir a visitarme para decirme que te gusta
haber nacido de mí, aunque haya sido de esa parte
gris de mi existencia que siempre quise borrar de mi
memoria. Te concedo un lugar muy grato en mi corazón
en la gran familia de mis hijos literarios. Por alguna
extraña razón yo he sido siempre creadora
de personajes. Quizá para variar me hubiese gustado
más ser creadora de palabras o de formas literarias
o estilos, ya que por otra parte soy en mi vida particular
madre de muchos hijos y esto de ser creadora de personajes
resulta una acumulación. Quizá me habría
gustado, como te digo, esta variación, pero el
hecho es que sólo sé contar historias
y hacer vivir a seres humanos... |
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