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Jueves, 28 de Enero de 2016 11:04

Jos� Manuel Cuenca Toribio ingresa en la Real Academia de Doctores de Espa�a

G.C.- J.L.
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Jos� Manuel Cuenca Toribio durante su discurso Jos� Manuel Cuenca Toribio durante su discurso J.L.

Valera, Ferna?ndez Almagro, Ayala o Alberti son parte de la legi�n de andaluces desembarcados en el Madrid del primer tercio del XX

El cordobe?s Juan Valera, los granadinos Melchor Ferna?ndez Almagro y Francisco Ayala, los malaguen?os Jose? Moreno Villa, Ricardo Orueta y Alberto Jime?nez Fraud, el gaditano Rafael Alberti, el sevillano Rafael Cansinos-Asse?ns y los jienenses Manuel Garci?a Morente y Juan de Mata Carriazo y Arroquia forman parte de la legi�n de ilustres andaluces que enriquecieron las humanidades del siglo XX y encontraron en Madrid el aut�ntico rompeolas de todas las Espa�as, asegur� Jos� Manuel Cuenca Toribio, catedr�tico em�rito de la Universidad de C�rdoba, en su discurso de toma de posesi�n de la medalla n�mero 42 de la secci�n de Humanidades, de la Real Academia de Doctores de Espa�a (RADE).

La intervenci�n de Cuenca Toribio, titulada �Intelectuales andaluces en el Madrid del primer tercio del siglo XX�, fue contestada en nombre de la corporaci�n por el doctor Emilio de Diego Garc�a, miembro de n�mero de la misma secci�n y secretario general de la academia, cuyo titular, Jes�s �lvarez Fern�ndez-Represa, presidi� la sesi�n.

Tras profundas palabras de agradecimiento por la distinci�n y de sentido recuerdo a su antecesor en la medalla n�mero 42, Eloy Benito Ruano, subray� el nuevo acad�mico que siempre fue Madrid bien definido como �rompeolas de todas las Espa�as, �mas quiza? nunca con el vigor, el empuje y la conciencia plenificante del primer tercio de la centuria pasada�.

Adentrado en el listado de insignes andaluces desembarcados en Madrid, se�al� Cuenca Toribio que, �duen?o ya de los incontables registros de su prosa y en posesio?n plena de sus no menores ambiciones, el joven cordobe?s Juan Valera quedose deslumbrado con el especta?culo de luz y poderi?o material y social desprendido por un Madrid cuyas metas de progreso y fuerza semejaban enlazarse con sus propias ilusiones y ensuen?os�. Incuestionable maestro supremo en el g�nero epistolar, �el futuro autor de Cartas desde Rusia, observador tan buido en la descripcio?n de tipos y costumbres, nos dejo? vin?etas y cuadros de impagable colorido y penetracio?n a la hora de recoger en sus misivas a su madre la imagen radiante del Madrid que lo acogiera en el kairo?s acaso ma?s importante de su biografi?a�.

Estampas madrile�as

La precariedad econ�mica empuj� a las familias de los granadinos Melchor Ferna?ndez Almagro y Francisco Ayala. El contacto del primero con Madrid se hari?a en el tra?nsito de la nin?ez a la adolescencia, cuando su prodigiosa memoria comenzaba ya despertar la admiracio?n en conocidos y amigos. Imantado en la madurez por el tema eterno y laberi?ntico del poder, no sorprende que las estampas mejor conservadas de esta primera impresio?n madrilen?a fuesen las concernientes al poder militar expresado en la variada indumentaria de las diversas armas y cuerpos de la muy nutrida guarnicio?n capitalina, afirm� el recipiendario.

En el caso de Ayala, destacado por su inclinacio?n hacia las letras, descubrira? una acezante sed bibliogra?fica que solo en Madrid era posible saciar, a pesar de que sus recuerdos de esa experiencia inaugural fuera lamentable, impresi�n m�s tarde corregida en su libro testamento. �Forzado quiza? contra su naturaleza i?ntima por la avasalladora maquinaria media?tica de la Espan?a postmoderna a ejercer de gran guru? o mandari?n de diversas a?reas de la cultura democra?tica, facedor de acade?micos y dispensador de credenciales del nuevo legitimismo, Ayala, residente en una calle del Madrid azoriniano, entrego? su lu?cida y serena vejez a revalidar con nuevos ti?tulos el papel insustituible de Madrid como centro y nu?cleo cohesionador de la gran patria espan?ola�, agreg� Cuenca Toribio.

Jose? Moreno Villa se encandilo? con la capital de la nacio?n a trave?s del prisma cultural. Tras una breve pero fructi?fera estadi?a en la Alemania de vi?speras de la Gran Guerra, decidi� pasar de una inicial vocacio?n cienti?fica al terreno arti?stico-literario. Dos coterra?neos dieron de nuevo un giro a su existencia, ancla?ndola casi definitivamente en una orientaci�n intelectual y cultural: Ricardo Orueta y Alberto Jime?nez Fraud, y este �ltimo le llev� al equipo directivo de la legendaria Residencia de Estudiantes.

Rebeldes y bohemios

Rafael Alberti, �trasplantado familiarmente a Madrid con un bachillerato todavi?a no concluido en el famoso e ignaciano colegio del Puerto de Santa Mari?a, no tardo? en prender en su espi?ritu la llama de la revolucio?n de los soviets�, continu� Cuenca Toribio. El Madrid en que transcurriera su rebelde mocedad, �satisfaci?a todas sus exigencias en el plano ma?s vital de su biografi?a, con un dia?logo permanentemente enriquecedor entre ideales y compromisos, en los que no tardari?an en incluirse los de tipo poli?tico ma?s avanzado�.

Contrapuesto en casi todo al autor de Marinero en tierra, distingue el nuevo acad�mico �el airoso perfil literario de la peregrina existencia del sevillano Rafael Cansinos-Asse?ns�. Confeso anticlerical, este eximio traductor en las ma?s variadas lenguas fue uno de los ma?s acuciosos especialistas de la bohemia finisecular que alojaba Madrid, y, como los j�venes de su �poca, en v�speras de perder las colonias, participaba en las manifestaciones gritando: �Viva Espan?a con honra�, e iba a la estacio?n del Mediodi?a a despedir a los soldados que marchaban a la guerra, ebrios de entusiasmo y de vino�, seg�n su propia descripci�n.

Manuel Garci?a Morente fue, indica Cuenca Toribio, arquetipo en vida y obras, y obvia y palmaria su identificacio?n inercial con el valor y significado de Madrid en la forja y permanencia de los espan?oles, cuyo ser histo?rico fuera analizado por su pulcra pluma, extensa y ca?lidamente, en una de sus obras ma?s importantes, llevada a cabo tras la abrupta li?nea divisoria de su conversio?n cato?lica y su posterior e inmediato ministerio sacerdotal.

Por su parte, Juan de Mata Carriazo march� a Madrid para proseguir los estudios de historia, tras los comunes realizados en Granada. Como el curso tardara en abrirse por culpa de la gripe, tuvo tiempo sobrado para enterarse bien de Madrid, como el mismo autor cuenta. La gran ocasio?n de su vida fue el encuentro con Go?mez Moreno, que le revel� todas las posibilidades del me?todo arqueolo?gico.

Hora muy grave para la naci�n

�Con referencia tan solo a aquellas zonas del saber que me son algo familiares en todas las ramas del frondoso a?rbol de las humanidades cla?sicas de la Espan?a del siglo XX, fueron legio?n los nombres meridionales que las enriquecieron a partir de su vela de armas y sus an?os de formacio?n en un Madrid que no conocio? de su parte ningu?n reniego, antes bien, la gratitud, la exaltacio?n y la loanza ma?s peraltadas y sinceras�, a�adi� el recipiendario.

�En hora muy grave para el ser y destino de nacio?n tan vieja y esclarecida como Espan?a, ojala? que sus dolientes y angustiados habitantes, frente a los infortunios y desventuras del te?trico hoy, puedan seguir diciendo, estimulados por el alto ejemplo de los andaluces evocados aqui? esta tarde : �Siempre nos quedara? Madrid�, concluy� Cuenca Toribio

Docente y gestor acad�mico

Nacido el 3 de marzo de 1939, en Sevilla, el profesor Cuenca Toribio es licenciado y doctor en Historia, con premio extraordinario en ambos casos, por la Universidad de Sevilla. Desde 2009 es catedr�tico em�rito de la Universidad de C�rdoba, donde ha sido catedr�tico de Historia Contempor�nea Universal y de Espa�a (1975-2009). Desde sus primeros pasos en la docencia en su alma mater, en la d�cada de 1960, ha pasado por las aulas de Navarra, Barcelona y Valencia. Ha sido decano de las facultades de Filosof�a y Letras, en C�rdoba (1975-1987) y Valencia (1973-1975), y director de departamento, como reflej� Emilio de Diego en su respuesta.

Ha dirigido m�s de 40 tesis doctorales y organizado decenas de reuniones cient�ficas, seminarios y jornadas, y ha impartido innumerables conferencias. Como autor, �nico o en colaboraci�n, llevan su firma alrededor de setenta libros y m�s de dos centenares de art�culos.

Antes de incorporarse a la RADE, a�adi� De Diego, era ya acad�mico de n�mero de la Real de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de C�rdoba, y correspondiente de la Real de la Historia, de la Real de Ciencias Morales y Pol�ticas, de la Academia Portuguesa da Historia, y de la de Buenas Letras de Sevilla, adem�s de fundador del Instituto de Historia de Andaluc�a.

Se pregunt� De Diego qu� relaci�n tiene con la historia esta hora dif�cil para nuestra naci�n, preocupaci�n que late en el discurso de su nuevo compa�ero de secci�n, para contestar que �el desconocimiento y la manipulaci�n del pasado constituyen la condici�n esencial, en mayor o menor grado, para llegar a la desorientaci�n colectiva. Y, solo desde esta, se abre la v�a de la indiferencia de unos y la emoci�n exacerbada y aberrante de otros�.

Achaca De Diego la causa de esta situaci�n a la ausencia de formaci�n del joven sobre el valor del pasado, y en ello apoya la grande y urgente necesidad de mejorar el conocimiento de nuestra historia, para llegar a afirmar que �Espa�a no es tanto un pa�s invertebrado, el t�pico recurrente, como un pa�s mal ducado. Y para abordar ese problema, ya viejo, uno de los puntos de apoyo imprescindible es el conocimiento de su historia. No ser� tan ingenuo de indicar que esto sea la panacea, pero s� que debe estar en la base de todo proyecto que pretende un futuro mejor�.