La traductora Rhoda Henelde Abecasís ha hecho un repaso de la literatura yiddish desde sus orígenes en la conferencia ‘La literatura yiddish como reflejo del mundo judío en Europa Central y Oriental’. La actividad, organizada por el Aula de Religión y Humanismo y el Vicerrectorado de Relaciones Internacionales, ha tenido lugar en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras. El acto ha contado con la presencia de la vicerrectora de Relaciones Internacionales, Nuria Magaldi; el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Ricardo Córdoba de la Llave; y la conferenciante Rhoda Henelde Abecasís.
Nuria Magaldi ha recordado que la ponente, de origen polaco, tiene como lengua madre el yiddish y ha indicado que el acto supone “un pequeño tributo” a esa literatura. “La literatura en lengua yiddish tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX y fue aniquilada por el nazismo y el comunismo de Stalin. Es una lengua de exilio, sin fronteras”, ha explicado. Ricardo Córdoba ha señalado que la conferencia es una buena actividad sobre “traducción e interculturalidad”, ya que trata de una lengua hablada por los judíos askenazis con fuertes vínculos con el alemán.
Henelde Abecasís ha iniciado su discurso diciendo que en la diáspora judía en Europa desde el Imperio Romano nacieron “catorce lenguas propias”, algunas de ellas habladas por doce millones de personas en la Segunda Guerra Mundial. La conferenciante ha declarado que el yiddish nació en el siglo X en zonas fronterizas entre lo que hoy son Alemania y Francia, concretamente en la Alsacia, mezclándose con el alto alemán medio.
Las cruzadas de finales del siglo XI mermaron a comunidad judía de los países germánicos, pero ello no impidió que se gestara una lengua propia al margen de “un entorno hostil”. Y, a pesar de la masiva huida de judíos de Alemania en el siglo XIV, los países eslavos “se mostraron dispuestos a acogerlos”. Especialmente, Polonia, que era un país que necesitaba “poblar grandes extensiones”. De hecho, los nobles polacos ofrecieron autonomía en la práctica religiosa a los judíos.
Estas circunstancias propiciaron que se fuera generando “una lengua europea de fusión”, siempre escrita en hebreo, que tenía un “70 por ciento de base germánica y un 30 por ciento de hebreo, arameo y otras lenguas”. Así, en 1382 aparecería el primer manuscrito yiddish. Más tarde, en 1507, Elias Levita publica el poema ‘Bovo-Buch’, versión de un romance épico toscano. “Lo escribió en yiddish para la lectura de las mujeres en sabbath y días festivos”, ha apostillado. También dirigido a las mujeres está el ‘Tsena Urena’, auténico best-seller de la literatura en yiddish, que no faltaba en ningún hogar askenazi.
El repaso por la literatura yiddish ha continuado con las memorias de Glikl de Hamelin, así como los relatos jasídicos en el siglo XVIII. Otra de las figuras relevantes fue Moises Mendelssohn, que animaba a ser judíos en el hogar y como los demás en la calle. Sin embargo, considera Henelde Abecasís que la historia puso en evidencia la “ingenuidad” de Mendelssohn. Por aquel entonces, el yiddish era considerado por mucha gente como un alemán corrupto.
Ya a finales del siglo XIX, coincidiendo con el asesinato del zar Alejandro II, se produce la gran emigración judía a Estados Unidos e Israel. Y aparecen las obras de Méndele Móijer Sforim, Shólem Aléjem o Isaac Leib Perets, entre otros. Este último, precisamente, con sus novelas, ensayos y poemas, puso de manifiesto el “ansia de emancipación” del pueblo judío. Otro de los grandes autores fue Singer, con su famosa obra ‘Los hermanos askenazi’.