Tienda y Herida en La Corredera

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Gallarda castellana de corazón andaluz en un entorno de evocadores nombres. Calleja del Toril y de los Odreros, Rincón del Verdugo, plazuelas del Juramento, Las Cañas y Cedaceros, La Paja o de la devoción del Socorro, entre aromas a madera nueva de pino, a taberna, tahona, ultramarinos y carnaval.

La Corredera y su atrio, desde la calle de los antiguos esparteros, en el rincón del Arco Bajo, el del vino, la cerveza y la charla, bajo los soportales de una plaza, calificada tantas veces como la más hermosa de Andalucía; la de las “tiendas de los talabarteros, sus jáquimas , cinchas y atahares” que contara Pío Baroja. La Grande, la Mayor, abriéndose a las pupilas como una postal viva de escenarios superpuestos entre la sobriedad del siglo XVII y el progreso de un milenio a estreno; la que escribió su historia con lances de tauromaquia, ceniza de hogueras, réquiem de ejecución pública y trances de poder. La “corredera” porticada o el sitio de los espectáculos de más concurrencia; de juegos de cintas y cañas, corridas de toros, concursos y espectáculos de masas; tal vez el Rastro Viejo de ganado para los vecinos andalusíes de la Ajerquía, al que apunta el paseante Ramírez de Arellano.

El lugar del que se tiene noticia de un pilar, desde 1367, con un abrevadero que Pedro el Cruel quiso llenar con los pechos de las cordobesas que habían defendido tenazmente la ciudad desde las murallas del Alcázar Viejo.
Sobre los mosaicos romanos, guardados como nirvana en su vientre hasta 1959, hubo un espacio de suelo irregular y edificios desiguales que quiso mejorar el Corregidor Ronquillo Briceño, a finales de 1600. Así le crecieron los soportales y las plantas de balconadas corridas; así se le imprime su impronta típicamente castellana, alcanzada por la estética del Barroco. Cuatro años duró la primera obra, quedando exentas las casas de Doña Jacinta y el Mercado, entonces Casa del Corregidor y de finales del XVII data su configuración actual. La Plaza Grande de tenderetes ambulantes, que estuvo cubierta por el Modernismo con estructuras y estética de Eiffel, perdió con el principio del milenio el vocerío de mujeres morenas con zarcillos de corales y mandiles blancos que ponían sonidos y colores a las mañanas de finales del XX. Ganó a cambio una remodelación que repobló sus soportales con veladores y tabernas, arrancándole la soledad que la inundaba al caer la tarde y clausurando sus decimonónicos escenarios de tintes suburbiales.

(Matilde Cabello)

Tineda y Herida en La Corredera

Esta tarde me lanza gusanos de brea,

la peligrosa intuición de que todo se acaba,

los obreros comen uvas en su descanso,

unos tobillos en el río,

mujeres convertidas en estatuas de sal

en el mercado de abastos,

en el bar vocifera el sábado,

en La Corredera algún pendejo

monta en bicicleta, disimula jeringuillas.

Este es el espacio para lamer tu esqueleto,

es Julio, apenas un diluvio de calor

mantiene su equilibrio,

apenas el cambio climático

se aprecia en las botellas.

Puedo ceder drásticamente

si sube la temperatura

y amaestrar mi pasión …

no hay manera de perderte,

no es suficiente aparcar la herida

en el espejo de esta tienda de antigüedades.

(Pilar Sanabria)