Información sobre el texto
Relación de todos los textos preliminares de la obra:
* ¶2r. Licencia de la Academia de la Historia
* p. v “Prólogo”
* p. xv “Noticia de los poetas castellanos que componen el Parnaso español. Tomo VI”
Transcripción realizada sobre el ejemplar New York Public Library: SASB M2 - General Research Room 315
(texto completo)Encoding: Elena Cano Turrión
: Tania Padilla Aguilera
El
maestro
Fernán Pérez de Oliva,
catedrático
de Filosofía y Teología y
rector
de la Universidad de Salamanca, nació en la ciudad de Córdoba y, según el cómputo más regular, pudo ser por los años de 1497. Fue
hijo
de otro Fernán Pérez de Oliva, escritor docto y conocido por la obra de la
Imagen del Mundo,
que quedó inédita. Desde su
niñez
fue muy inclinado a las
letras
y tuvo, como él mismo dice, gran disposición y afición a seguirlas, y habiendo aprendido la gramática con buenos preceptores, pasó a la Universidad de Salamanca, donde cursó tres años las Artes liberales con mucho fruto y
aplauso.
Luego pasó a la Universidad de Alcalá, donde se perfeccionó en la latinidad, pero aún no satisfecho su
deseo
para el adelantamiento de esta basa principal de las letras, hizo viaje a París y cursó otro año con excelentes
maestros.
De París pasó a Roma con un tío suyo que servía al Papa León X, donde se mantuvo tres años, siguiendo el curso de la Filosofía y Letras humanas, cuyo
estudio
estaba entonces más floreciente en Roma que en ninguna parte de Italia; y. muerto su tío. le recibió el Papa en su mismo lugar, confiriéndole después algunos beneficios y adquiriéndose por su aplicación y talento toda la estimación y
favor
del Pontífice. Pero pareciéndole que aquel género de vida le podría ser embarazo de seguir su anhelada carrera de las letras, determinó volverse a París, donde
estudió
otros tres años diferentes facultades, y particularmente las éticas de Aristóteles, logrando cada día nuevos créditos y
aplausos
de su talento, de suerte que, llegando a noticia del papa Adriano VI, sucesor de León X, le confirió cierta
pensión
eclesiástica con la promesa de conmutarla en otra merced de más importancia. En París oyó las Artes de su
maestro
en ellas, el célebre don Juan Martínez Silíceo, maestro después del rey don Felipe II, y luego cardenal y arzobispo de Toledo; y estando allí compuso aquella famosa muestra de la conformidad y similitud de las dos lenguas, latina y castellana en un
Diálogo
latino en loor de la Aritmética
, con palabras correspondientes a ambos
idiomas,
para colocarle en la obra que de esta facultad publicó el mismo
Silíceo
. Después, en el año de
1524,
se restituyó a España, y de allí a poco tiempo, a Salamanca, donde continuó el ejercicio de las letras con el mayor
aplauso,
por cuya causa obtuvo las
cátedras
de Filosofía y Teología, y le hicieron
rector
de la Universidad. En virtud de su gran
fama,
autoridad
y literatura, fue nombrado maestro del
príncipe
don Felipe II, pero le arrebató la muerte poco después de haber sido señalado para este cargo, y fue según el cómputo más irregular, por los años de 1533 o 34, antes de cumplir los 40 de su
edad
. Con su muerte perdió la universidad y toda la nación las esperanzas de los grandes progresos de uno de los
mayores
sabios
de la Europa, pero no por haberle faltado la
edad
más oportuna y floreciente quedó sin documentos para justificar esta verdad en las diversas obras que fueron parto de su
ingenio
y admirable
erudición,
adquirida por sus diferentes, exquisitos y continuados estudios en las mayores universidades del mundo. Ese fue uno de aquellos hombres que nacieron para
saber
y llenaron su destino. Bien claro se manifestó en que su
natural
propensión al saber le trajo siempre en movimiento, conduciéndole a los mayores
teatros
de las letras, como fueron Salamanca, Alcalá, Roma y París; por este anhelo no solo abandonó las comodidades de su tierra y casa, sino los aumentos que le pudiera producir la
asistencia
en el palacio del Papa; por este sufrió las incomodidades y penurias de tantos viajes y peregrinaciones por toda España, Francia e Italia, por espacio de doce años; y últimamente por este anduvo, por cuenta ajustada, como él mismo asegura, tres mil leguas de camino fuera de España. Sobre todo, este mismo anhelo hizo que no se redujese su gran
capacidad
al
estudio
de una sola facultad, sino a adquirir la práctica y conocimiento de otras muchas.
Estudió
la filosofía, la teología, las matemáticas, pero su particular
inclinación
y objeto fue el estudio de la amenidad y las buenas letras. Para esto se hizo un excelente latino y aprendió la lengua griega hasta el grado que manifiestan sus excelentes
traducciones
de los más
clásicos
poetas de este idioma. Fue muy delicado y práctico en el conocimiento de la historia, muy dado a la geometría y perito en la poesía. Finalmente hasta de los grandes progresos del célebre cronista Ambrosio de Morales se le debe una gran parte de la gloria a la afición y al celo de nuestro autor, pues habiéndole
criado
en Salamanca, le
educó
en el gusto de las
letras,
e infundió el amor a su propia lengua, como confiesa repetidas veces el mismo Morales. Al
mérito
de sus letras correspondió la severidad de su juicio, la circunspección de su porte, la afabilidad de su trato, que le adquirieron, en medio de su juventud, los respetos dignos de la más venerable ancianidad. Por sus grandes
créditos
de gravedad y suficiencia, fue hecho rector de su universidad, cargo que entonces no se daba sino a hijos de grandes señores, y lo que es más, elegido para maestro de Felipe II cuando era niño. Por ellos mismos le
honraron
tan distinguidamente los pontífices León X, Adriano VI y Clemente VII, a quien también conoció y trató y compuso a su nombre una
poesía
que llamó “Lamentación” con motivo del saco de Roma. Pero con todas estas circunstancias de autoridad y créditos no le faltaron
enemigos
que le suscitaron muchas
calumnias
en la Universidad sobre la oposición a la Cátedra de Filosofía moral, lo que declara muy bien nuestro autor en el
discurso
que pronunció en la lección de oposición a dicha cátedra, donde se
queja
elegantemente de la injuria que se le hacía en no dársela, procedida de los malignos influjos de sus
émulos,
viéndose obligado, venciendo su natural
modestia,
a volver por su propia opinión y crédito, refiriendo los trabajos y
fatigas
que había padecido en la tarea y prosecución de sus estudios. Capitulábanle unos que era un gramático, otros que era astrólogo y todos que era muy
mozo.
La ceguedad y torpeza con que se arrojan a disparar sus tiros la envidia y la ignorancia, hace que no tan solo acierte a herir al objeto de sus iras, sino que las mismas armas que vomita para su
vituperio
sirvan de instrumento para su
aplauso.
Así se verificó en nuestro autor, pues estos mismos cargos le sirvieron para su mayor ensalzamiento, y le hubieran llevado al auge de que ya le tenía la fortuna preparados tan altos principios, si la muerte no le hubiera atajado los pasos. Últimamente, entre todas sus prendas literarias resplandeció en él el grande amor a su propia lengua, con tanto exceso como
primor
se admira en sus obras, y este fue otro de los capítulos sobre que le calumniaron sus
émulos,
porque las
escribía
todas en
romance
, siendo así que no merecía menor premio la pasión y
destreza
con que supo usarla que el nombre de uno de los
mayores
maestros de la lengua que ha trascendido a la posteridad. Las obras que fueron fruto de las letras de este ilustre escritor no parecen a la primera vista muy grandes, así en el número como en el cuerpo, pero realmente lo fueron respecto a la cortedad de su vida y continuada ocupación de viajes y estudios en lo que todas lo son, que es el alma. Este es el orden de las que hasta hoy conocemos
publicadas:
Tituli quibus salmanticensis academia gimnasia distinxit atque insignivit; Dialogus in laudem arithmeticae hispana seu castellana lingua, quae paruma ut nihil a sermone latino dissentit;
Diálogo
de la dignidad del hombre;
Discurso
de las
potencias
del alma y del buen uso de ellas;
Muestra de la lengua castellana en el nacimiento de Hércules o Comedia del Anfitrión,
tomado el argumento de la
latina
de Plauto;
La venganza de Agamenón, tragedia,
tomado el argumento de Sófocles, poeta griego;
Hécuba triste,
tragedia
, tomado el argumento del griego de
Eurípides;
Razonamiento
que hizo en el ayuntamiento de la ciudad de Córdoba sobre la navegación del río Guadalquivir;
Razonamiento que hizo en la Universidad de Salamanca el día de elección de oposición a la cátedra de Filosofía moral;
algunas
poesías,
que recogió y publicó con todos los demás
tratados
de nuestro autor su sobrino el erudito Ambrosio de Morales, el cual afirma que también compuso un tratado en latín sobre la piedra imán, pero no quiso incluirle en sus obras por hallarse muy diminuto e
imperfecto,
pues solo constaba de apuntaciones y contenía ciertos arcanos en que nuestro Oliva, como tan buen geómetra y naturalista quiso engolfarse acerca de su fuerza y virtud, que ni tuvieron mucha
satisfacción
al autor, ni por conveniente al editor el
publicarlos.
En todas las cuales obras resplandece aquel gran fondo de
doctrina
y
talento
con que fue enriquecido, y se acredita singularmente en el
Diálogo
de la
dignidad
del hombre,
que en profundidad,
erudición,
solidez, método,
hermosura
y gravedad es un tesoro de la más noble y acendrada filosofía, con el que no tenemos que envidiar los diálogos de Platón ni de Tulio, a quienes pensó
seguir
nuestro autor, que así por esto como por la elegancia y
pureza
del lenguaje, es una de las mayores preciosidades que conoce el idioma castellano, y era digno de andar en las manos y estamparse en la memoria de todos los hombres para su
enseñanza
y gobierno. Igualmente en esta que en todas sus obras se manifiesta su
inclinación
y
destreza
en el idioma, pues en medio de ser tan eminente profesor de la griega y la latina y práctico en otras vulgares de la Europa, y al frente de su universidad, las compuso en lengua vulgar, y confirma el citado
Discurso
bilingüe
en loor de la Aritmética
en que hizo ver que la lengua castellana no es en nada inferior a la latina, pues fue el
primero
que
intentó
este género de pruebas en discurso seguido, a quien imitó el doctor Luis González y el propio Ambrosio de Morales, como asimismo en la
Comedia
del Anfitrión,
que con mucha razón llamó
Muestra de la lengua castellana,
y en las dos
tragedias,
que en realidad son unos de los más clásicos
textos
de la
elegancia
y
pureza
del idioma; y últimamente en sus
poesías,
que por no perder su uso trabajó en Francia y en Italia, junto con las
traducciones,
pues aunque son pocas, sueltas y
no
contienen
grandes pensamientos ni aquel gusto y
estilo
que se había ya empezado a introducir en nuestra poesía, y pudo nuestro autor haber traído de Italia, y que en esto mismo se conoce que fue uno de los acérrimos
opositores
a la introducción de la rima italiana, como si en rigor no hubiera sido más antigua en España; sin embargo, de todo esto tienen el mérito de la
pureza
del lenguaje y son una calificación del
gusto
y la elocuencia de este
ilustre
escritor.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera