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Advertimiento al señor lector
Cuando se fue a Italia el
licenciado
Tomé de Burguillos, le rogué y importuné que me dejase alguna cosa de las muchas que había escrito en este género de
poesía
faceciosa,
y sólo pude persuadirle a que me diese la
Gatomaquia,
poema verdaderamente de aquel estilo
singular
y notable, como vuestra merced lo podrá experimentar leyéndole. Animado con esto, inquirí y busqué entre los amigos algunas Rimas a diferentes sujetos, de suerte que se pudiese hacer, aunque pequeño, este libro, que sale a
luz
como si fuera expósito, por donde conocerá el señor lector cuál es el
ingenio,
humor y condición de su dueño, y en muchas partes los realces de sus
estudios
entre las sombras de los donaires, a la traza que el Bosco encubría con figuras ridículas y imperfetas las moralidades filosóficas de sus celebradas pinturas, y se sabrá también que no es persona supuesta, como muchos presumen, pues tantos aquí le conocieron y trataron, particularmente en los premios de las
Justas,
aunque él se recataba de que le viesen, más por el
deslucimiento
de su vestido que por los defectos de su persona; y asimismo en Salamanca, donde yo le conocí y tuve por
condicípulo,
siéndolo entrambos del doctor Pichardo, el año que llevó la catreda el doctor Vera. Fue general en las humanas y no particular en alguna ciencia, a cuyas noticias le ayudaron las lenguas comunes que, fuera de la griega, sabía y que nunca quiso
estudiar
porque decía que hacía más soberbios que doctos a muchos que apenas pasaban de sus principios. Parecía filósofo antiguo en el desprecio de las cosas que el mundo estima, humilde y de buena intención, tanto que preguntándole yo un día que en qué lugar le parecía que estaba su ingenio con los que en España habían escrito y escribían, me respondió: «Haced una
lista
de todos, y ponedme el último». Ejemplo grande para tantos que se prometen el primero, despeñados de una lengua bárbara a la eterna escuridad de sus escritos, como algunos que, faltándoles opinión para sí piensan que la pueden dar a los otros, y olvidados de la verdad hacen príncipes de mentira.
Desfavoreció
a nuestro Tomé de Burguillos la fortuna cuanto él se burlaba de ella, tolerando con prudencia sus trabajos, y las plumas y lenguas de sus
enemigos,
que en muchas ocasiones engañaron los oídos de los Príncipes con testimonios para que no le estimasen, y aunque era naturalmente triste, nadie le comunicó que no le hallase alegre. Su fisionomía dirá ese retrato, que se copió de un lienzo en que le trasladó al vivo el catalán Ribalta, pintor famoso entre españoles de la primera clase.
Cuanto a la señora Juana,
sujeto
de la mayor parte de estos epigramas, he sospechado que debía de ser más alta de lo que aquí parece, porque como otros poetas hacen a sus damas pastoras, él la hizo
lavandera,
o fuese por encubrirse o porque quiso con estas burlas olvidarse de mayores cuidados. Y cuando sea verdad que fue el jabón y la esportilla su ejercicio, Jerjes amó un árbol y aquel mancebo ateniense la estatua pública, fuera de que el alma no se halla entre la tela y el oro sino en la simple lealtad, que ni hace tiros, ni causa celos, ni empeña mayorazgos, y siendo tan cierto en el fin de todo amor el arrepentimiento, menos tendrá que sentir el que perdió menos.
No doy disculpa de
sacar
estas
Rimas
a luz, porque fui mandado, y porque no era justo que no las
gozasen
los que saben agradecer los estudios ajenos y hallar con entendimiento entre la corteza aristofánica la verdad platónica, si el estilo es más
castellano
que culto. Perdonen los que lo son, porque este poeta decía que, como duran poco las
novedades,
andando el tiempo caerían los hombres en la verdad y se volvería a usar la propia lengua.