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Título del texto editado:
«Discurso hecho por Gonzalo Argote de Molina sobre el itinerario de Ruy González de Clavijo»
Autor del texto editado:
Argote de Molina, Gonzalo (1549-1596)
Título de la obra:
Historia del Gran Tamorlán e itinerario y enarración del viaje y relación de la embajada que Ruy González de Clavijo le hizo por mandado del muy poderoso señor rey Don Enrique el Tercero de Castilla, y un breve discurso hecho por Gonzalo Argote de Molina, para mayor inteligencia de este libro, dirigido al muy ilustre Señor Antonio Pérez, del Consejo de su Majestad, y su Secretario de Estado.
Autor de la obra:
González de Clavijo, Ruy Historia del Gran Tamorlán e itinerario y enarración del viaje y relación de la embajada que Ruy González de Clavijo le hizo por mandado del muy poderoso señor rey Don Enrique el Tercero de Castilla, y un breve discurso hecho por Gonzalo Argote de Molina, para mayor inteligencia de este libro, dirigido al muy ilustre Señor Antonio Pérez, del Consejo de su Majestad, y su Secretario de Estado. González de Clavijo, Ruy
Edición:
Sevilla: Andrea Pescioni, 1582









Discurso hecho por Gonzalo Argote de Molina sobre el itinerario de Ruy González de Clavijo


Escribe Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista de los Reyes Católicos en su Historia general de España, tratando de la vida del rey don Enrique de Castilla, tercero de este nombre, que, como después de la porfiada guerra que tuvo con el duque de Alencastre sobre la sucesión de este Reino, gozase de una dichosa paz por casamiento con la reina doña Catalina, hija del mismo duque y nieta del rey Don Pedro, hallándose poderoso con grandes riquezas, obedecido y amado de sus reinos y temido de los extraños, deseando la amistad y comunicación de los príncipes del universo, procuró tener sus embajadores en las cortes de los Reyes Cristianos sus vecinos, y en las del Preste Ioan, señor de la India Oriental, del Soldán de Babilonia, del Gran Turco Bayazeto y del Gran Tamurbec, por común nombre llamado Tamorlán; de cuya causa su nombre fue conocido en todas las naciones, y lo fuera mucho más si su temprana y lastimosa muerte no dejara huérfana a España de tan ilustre rey.

Entre otros envió el Rey don Enrique por embajador al Gran Tamorlan y Turco Bayazeno a Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos, caballeros de su casa. Los cuales se hallaron en aquella sangrienta y famosa batalla que entre estos dos grandes príncipes se dio, donde el Turco, preso y puesto en una jaula de hierro, sirviendo de poyo de estribo al Tamorlán, fue ejemplo al mundo de la inconstancia y poca firmeza de él. Recibió el Tamorlán con mucha benevolencia a Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos. Y, teniendo noticia del poder y grandeza del rey don Enrique, les dio muchos dones y envió con ellos a un caballero grande de su casa que había nombre Mahomad Alcagi, con un rico presente de joyas y mujeres, con una carta que refiere la Crónica que Luis Nuñez de Toledo, señor de Villafranca, dio a su majestad, que está en la Real Librería de San Lorenzo, que dice así: «El Rey Tamurbec, el honrado Tabor Vermacian, al rey de las ciudades y lugares de Castilla y de León e España. Dure su tiempo y buena fama en bienes famosos, en noblezas generales, y en gracias cumplidas. Hágole saber que la su carta llego a nos, en paz y en seguridad, que la trajo Payo e Fernán Sánchez, e hizonos saber, por su dictado, lo que pertenece a deudo de amorío e acrecentamiento de la buena creencia. No es duda que la su enviada a nos pronuncia carrera muy buena, pura nobleza de la su condición e verdadera. Dela su señor en paz e, en mostramiento del su reino de antigüedad e señal de la nobleza de amor por firme postura, pido a Dios del cielo que mantenga la hermosura de la su realeza por víaa reglada, e dure la su señoría gran tiempo de días e noches por el Profeta saludaciones. Por ende, hacémosle saber que el hijo de Osmín pasaba, según que le pertenecía e desbarajaba, haciendo mandamientos no buenos, para desconcertar e ir contra los príncipes e señores, e no quiso creer lo que nos sobre esto le enviamos a decir, e no hubo de ello temor, e movimos contra ellos pendones caudales, por el poderío de Dios alto, e nos movimos nuestras huestes de buena andanza a ir contra él a las partidas de los reyes cristianos, e en esto afortunose la queja de la batalla, e entre nos e él, encendiéndose el fuego de la pelea, e llevámoslo con el poderío de Dios alto por la grande su defendimiento, ca non hay otro defendimiento, salvo Dios el poderoso e el sabidor de todo, e cautivamos al dicho hijo de Osmín, e don Enrique, tu Andián, e a un Orcaja, su hijo, e fueron presos en nuestro poder, e destruimos su hueste del todo, e hicímoslos pasar por las armas e tragar las espadas e las nuestras armas morder; e hicimos a los vestiglos comer los sus cuerpos; e los que de ellos escaparon fueron desnudos e descalzos, en tribulación e desamparados, e apoderamos graciosamente por la gracia de Dios alto a todos los reyes cristianos en sus ciudades y castillos, como saben estos mensajeros».

Entre los otros dones que el Tamurbec invió con Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez Palazuelos y Mahomad Alcagí en presente al rey don Enrique, fueron dos damas hermanas, ganadas del despojo de la batalla del Turco, que en Castilla se llamaron doña Angelina de Grecia y doña María Gómez. Fue doña Angelina una de las más hermosas damas de aquel siglo, y por tal la celebran los autores de él, entre los cuales micer Francisco Imperial, caballero genovés que residía en Sevilla, le hizo unas canciones que se ven entre las trovas de Alfonso Álvarez de Villasandino que están en la librería de San Lorenzo el Real, que dicen así:

Gran sosiego e mansedumbre,
hermosura e dulce aire,
honestad e sin costumbre
de apostura e mal vexaire,
de las partidas del Cayre
vi traer al rey de España
con altura muy estraña,
delicada e buen donaire.

Ora sea Tarta o Griega,
en cuanto la pude ver,
su disposición non niega
grandioso nombre ser,
que debe sin duda ser
mujer de alta nación,
puesta en gran tribulación,
dispuesta de gran poder.

Parecía su semblante
decir «¡Ay de mí, cativa!
Conviene de aquí avante
que en servidumbre viva.
¡Oh ventura muy esquiva!
¡Ay de mi! ¿Por qué nací?
Dime ¿qué te merecí?
¿por qué me faces que viva?.

Gracia mía, Cardiamo,
oh mi Sengil Angelina,
dulce tierra que tanto amo,
do nace la sal rapina,
¿quién me partió tan aína
de ti e tu señorío,
e me trajo al grande río
do el sol nace e do se empina?».


Del linaje de esta dama no he hallado otra memoria en las historias más de las armas que se ven en su sepulcro, que son un león de oro en campo azul, en la capilla mayor de la Iglesia de San Joan de Segovia, con letras que dicen así:

«Aquí yace doña Angelina de Grecia, hija del conde Juan, nieta del rey de Hungría, mujer de Diego González de Contreras, regidor de esta ciudad».

«Aquí yace doña Angelina de Grecia, hija del conde Juan, nieta del rey de Hungría, mujer de Diego González de Contreras, regidor de esta ciudad».

«Caire don Zuben. A ti Rodrigo, mi primo, salud en el Poderoso. He sabido de gente de tu tierra que vives no en tanto deleite como a ti conviene según tu linaje. Vente con tus parientes a mí, que lo que el Poderoso me dio bastará para todos, tú en tu Ley, y yo en la mía, e trairás contigo a los hijos de cristiana, nuestros primos que allá también están. El Poderoso te guarde y te me deje ver».

Son estos caballeros del apellido Contreras linaje ilustre y antiguo en este reino, porque de él he hallado memoria en el año de 1168 en una escritura de composición que Martín Fernández de Fita hace con el abad de Santo Domingo de Silos, sobre el lugar de mercadillo, en la cual es confirmador García Martínez de Contreras. Y en el año de 1170, en el archivo del convento de Uclés, en el cajón de Castroverde, en una dotación que hace el rey don Alonso Octavo a don Martín Pérez de Siones, maestre de Calatrava, de la heredad que tiene en la villa de Masa, y de ella es confirmador Martín González de Contreras. En el año de 1211 en el Catálogo de los Obispos de Burgos fue el duodécimo de ellos don García Contreras, que murió a 18 de marzo del dicho año. Y en el año de 1273, en el mismo libro, fue el décimoctavo obispo de Burgos don Martín González de Contreras ocho años, hasta dos de diciembre del dicho año, que murió. Sus armas son tres bastones azules en campo de plata, como se ven en la Santa Iglesia de Toledo en la capilla y sepulcro de don Joan de Contreras, arzobispo que fue de aquella Santa Iglesia, reinando en Castilla el rey don Joan el Segundo, y como se vían antiguamente en la capilla mayor de Santa Cruz de Segovia, de la orden de los Predicadores, sepulcro antiguo de los de este linaje.

Otros caballeros hay en la villa de Arévalo del apellido de Hungría, que se precian traer su origen de hijo segundo de Diego González de Contreras y de doña Angelina, en quien quedo el apellido de Hungría, con las armas de su madre del león de oro en campo azul, que hoy usan.

Cuentan los caballeros del linaje de Sotomayor, descendientes de Payo Gómez, que, como llegase a Sevilla con doña Angelina y doña María, y de allí partiese a la corte, donde el rey don Enrique estaba, llegando a la villa de Jódar, que hoy es de don Alonso de Carvajal y en aquella sazón era de Luis Méndez de Sotomayor, su primo, señor de aquella villa y de la del Carpio, como consta por una piedra que está en la torre de la fortaleza del Carpio, a cinco leguas de Córdoba, que edificó Garci Méndez, que dice así:

«En el nombre de Dios, amen. Esta obra mandó hacer Garci Méndez de Sotomayor, señor de Jódar, e hizola maestre Mahomad, e fue obrero Ruy Gil, e hízose en la era de M.CCC.LXII años. Christus vincit. Christus regnat. Christus imperat».

Como fuese recibido y hospedado en aquella villa con grandes fiestas, e teniendo puestas sus tiendas junto a una fuente de aquella villa, tuvo amores con doña María, una de estas damas griegas que en el testamento de Payo Gómez es llamada doña María Gómez, en la cual tuvo hijos, de quien suceden Gómez Pérez das Mariñas de Junqueyra y Antonio Sarmiento de Redondela y otros caballeros. Corresponde a la memoria de aquellos amores aquel cantarcillo antiguo que dice:

En la fontana de Jódar
vi a la niña de ojos bellos,
e finqué ferido de ellos
sin tener de vida un hora


Dicen que por esta razón el rey don Enrique le quiso prender, y Payo Gómez se fue huyendo a Galicia, y de allí a Francia, hasta que después fue perdonado, casándose con doña María Gómez por orden del príncipe don Joan.

Era Payo Gómez de Sotomayor, como consta por su testamento, mariscal de Castilla y caballero de la Banda, señor de la fortaleza de Lantoño, con toda su tierra, y de las villas de San Tomé y Portonovo y de Villamayor y del Puerto del Carril, y señor de la fortaleza y villa de Rianxo y tierra de Postomarcos y de quince feligresías en el juzgado de tierra de Quinta, y señor de la fortaleza Dainsua y tierra de Tabeirós y de Cela y Sobrán. Fue casado con doña Mayor de Mendoza, heredera de don Lope de Mendoza, arzobispo de Santiago, que primero, siendo don Lope obispo de Mondoñedo, fue casada con Pero González de Ávila; quedando de él viuda, casó segunda vez con Payo Gómez, el cual tuvo en ella hijos, al mayor Suero Gómez de Sotomayor, mariscal de Castilla, de quien desciende don Enrique de Guzmán y Sotomayor, señor de esta casa, y don Lope de Mendoza, inquisidor de Toledo. Tuvo más otros hijos en esta señora, y otros en doña María Gómez. Yacen sepultados los dos mariscales, padre e hijo, en el monasterio de Santo Domino de Pontevedra, en la capilla de Santo Tomás, y sobre los cuerpos se ven ricos sepulcros de alabastro con sus bultos y letreros, y doña María Gómez fue sepultada en otro monasterio, a tres leguas de Pontevedra. Vense allí sus armas, que son en campo de plata tres fajas jaqueladas de oro y rojo, y por medio de cada faja, otra faja negra.

Fue Payo Gómez hijo de Diego Álvarez de Sotomayor y de una hija de Juan Mariño Chariño, señor de la fortaleza y villa de Rianxo, tierra de Postomarcos, uno de los cien caballeros que el rey don Alonso último de este nombre armó de su mano, y Diego Álvarez fue hijo de Ferrán Yáñez de Sotomayor y nieto de Payo Sorred de Sotomayor, de cuyo linaje el conde don Pedro hace memoria, y yo, más particular en la historia del obispado de Jaén.

No fue ingrato el rey don Enrique al regalo y presente que el Tamurbec le hizo, antes, correspondiendo a la grandeza de la real casa de Castilla, le tornó a enviar de nuevo su embajada con fray Alonso Páez de Santa María, maestro en Santa Teología, Ruy González de Clavijo, su camarero, y Gómez de Salazar, su guarda, con los cuales le envió sus cartas y presente; y con él partieron de Madrid en 21 de mayo del año de 1403. Y volvió Ruy González de Clavijo a España en 24 de marzo año de 1406, en el cual viaje le sucedió lo contenido en este libro, que escribió de su propia mano.

Donde, llegado Ruy González de Clavijo a la villa de Madrid, su patria, reedificó costosísimamente la capilla mayor del monasterio de San Francisco de ella, donde fue sepultado en un rico y suntuoso sepulcro alto de mármol, con un bulto de alabastro en su memoria, con letras en torno de él, que dice así:

«Aquí yace el honrado caballero Ruy González de Clavijo, que Dios perdone, camarero de los reyes don Enrique, de buena memoria, e del rey don Juan, su hijo, al cual el dicho señor Rey, hobo enviado por su embajador al Tamorlan, e finó dos días de abril año del señor de mil cuatrocientos y doce años».

Vense sus armas en este sepulcro, que son, a cuarteles, en campo rojo media luna de oro, y en campo de plata, tres fajas de sangr. Su apellido es ilustre y noble en este reino y antiguo desde la famosa batalla de Clavijo. Fueron sus casas en la villa de Madrid, donde es ahora la capilla de don García de Vargas y Carvajal, obispo de Plasencia. Su sepulcro fue pocos años después (por no dejar heredero de su casa) quitado de la capilla mayor, y puesto en el lugar donde él estaba el cuerpo de la reina doña Juana, mujer del rey don Enrique el Cuarto de Castilla, donde ahora se ve en un riquísimo sepulcro de alabastro.

El sepulcro de Ruy Gonzales de Clavijo vi trasladado en el año pasado de 1573 en medio de la Iglesia de San Francisco, y en este año de 1580 le vi quitado de allí y arrimado a la pared, junto al púlpito, premio que da el mundo a los que más confían en su vanidad.

Entre las otras cosas que Gonzalo Fernández de Oviedo escribe del Tamorlán dice que tenía un anillo con una piedra de tal propiedad, que cuando alguno decía mentira en su presencia la piedra mudaba de color, y que, teniendo Ruy González de Clavijo noticia de este anillo, hablaba al Tamorlan muchas cosas de las grandezas de España, por metáforas, y, como lo que le decía era verdad, y el Tamorlan vía la piedra en su verdadero color, admirábase de las cosas que le decía. Entre otras refiere haberle dicho que el rey su señor tenía tres vasallos de linaje que traían en campo seis mil caballeros y de espuela dorada, por los maestres de Santiago, Alcántara y Calatrava, y que tenía una puente de cuarenta millas, en largo sobre la cual pacían doscientas mil cabezas de ganado, por el espacio de tierra que hay donde se esconde el río de Guadiana hasta el lugar donde torna a aparecer; que tenía un león y un toro que se mantenían cada día del pasto de doce vacas, por alusión del nombre de las famosas ciudades de Leon y Toro; que tenía una villa cerca de fuego y armada sobre agua, por la villa de Madrid, abundosa de ella, por muchas fuentes, y cercada de muro de pedernales; que tenía tres canes que peleaban en campo por doscientas lanzas castellanas, por las tres villas de este nombre Can de Roa, Can de Muño y Canes de Curita.

Refiere más que, queriendo el Tamorlán satisfacer a Ruy González en otra cosa de más admiración, hizo traer delante de él un vaso de oro en que tenía sembrada una gran mata de romero, y aquella planta le mostró por la joya de más estimación de sus riquezas; y como Ruy González de Clavijo le dijese que con las ramas de aquel árbol calentaban los hornos en Castilla, el Tamorlán, viendo que así lo despreciaba, le dijo: «Pues allá lo tenéis en tan poco, no sabrás las grandezas de él».

Déjanos la antigüedad memoria de estas cosas, que, aunque parecen indignas de historiadores graves, el lugar y materia de que se trata permite escribirlas como las hallamos; consejas llamaron nuestros padres a cuentos semejantes, que el vulgo tiene tan recibidos, que por mí no perderán un punto de su crédito.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera