Al lector
La muerte de don Antonio de Paredes fue de muy justo sentimiento a los que le
conocimos
y tratamos, no solo porque, siendo de loables costumbres, murió en su más
florida
edad, sino porque en ella se perdieron frutos muy importantes de su
ingenio:
suerte infeliz que se experimenta en los
mejores
naturales. Y, así, bien a nuestro propósito, podemos aplicarle lo que dice Quintiliano llorando la muerte de un hijo suyo mancebo:
Iuro per illos manes, has me in illo vidisse virtutes ingenii, nom modo ad percipiendas disciplinas, sed probitatis, pietatis: ut prorsus possit hinc esse tanti fulminis metus: quod observatum fere est, celerius occidere festinatam maturitatem: et esse nescio quam, quoe spes tantas decerpat, invidiam, ne videlicet ultra quam homini datum est, nostra provehantur.
Por disminuir parte de este sentimiento,
juntamos
estas pocas reliquias de sus versos, en quien como en imagen propia lo consideramos presente. Que así Ovidio, estando desterrado, persuade a sus amigos no hagan retratos suyos, pues más fiel lo hallarían en sus obras:
Sed carmina maior imago
sunt mea
1
.
Y el poeta Ennio, sintiendo su muerte cercana, dice a sus amigos no se duelan de ella, pues vive mientras dura su memoria en las obras que compuso:
Nemo me lachrymis decoret, nec funera fletu
Faxit: nam volito vivus per ora vivum.
E, imitándole, Horacio:
Non ego, quem vocas,
dilecte Moecenas, obibo.
Absint inani funere nenia,
luctusque turpes, e querimoniae
2
.
Y, si el deseo de la sepultura nace de aspirar los hombres a la inmortalidad, aun en lo caduco de sus cuerpos, por donde se engendraron en los ánimos levantados pensamientos de edificar pirámides y mausoleos, los amigos no le podemos eregir a don Antonio más glorioso e inmortal sepulcro que la
publicación
de sus
obras,
en quien se vincula la
fama
debida a los espíritus levantados de los poetas, los cuales, despreciando lo vil y caduco de las riquezas y el oro, solo se inclinan al buen nombre y fama duradera.
Y no solo en esto cumplimos con la piedad debida al difunto, sino con la obligación que tenemos de
acrecentar
la gloria de la nación y patria, las cuales se honran mucho con los escritos de los poetas, que, como ingenios más divinos y raros, y por la dulzura milagrosa de sus obras, son más estimados y conocidos en el mundo. Y confimome este pensamiento veer que cada día se imprimen nuevas obras de poesía y que entre ellas son muy raras las que merezcan ser estimadas, y que los ilustres ingenios y hombres doctos de nuestros tiempos que pudieran imprimir sus escritos con gloria de la nación no permiten salgan a luz. Y, así, después de su muerte, se olvidarán, o no habrá persona que con cuidado y fidelidad las disponga y
publique.
Juzgando, pues, el espíritu y
natural
de don Antonio de Paredes por
excelente
en la
poesía,
no me atreviera con todo eso a publicar alabanzas suyas si los mejores poetas y críticos nuestros no me hubieran dado su voto. Y, así fiados en su censura, bien podemos reírnos del gramático supersticioso y del plebeyo indocto que solo aprueban lo fácil y vulgar, y
muerden
lo que no
entienden:
Plotius, et Varius, Moecenas, Vergiliusque,
Valgius, et probet hac Octavis, etc.
Demetri, teque Tigelli
discipulorum inter iubeo plorare cathedras
3
.
Tiene, pues, don Antonio de Paredes todas aquellas partes y gracias que son necesarias en la poesía y que más lucen en ella, como belleza y
hermosura
en las voces, en las frasis, en los pensamientos, y contextura de los versos, en lo cual dijeron algunos consistía el fin del poeta, y por quien se hicieron tan
dulces
y agradables los poetas italianos
4
. Tiene armonía y gala en los números, y es tan excelente en esta propiedad, que casi siempre que leo sus versos siento en el ánimo cierta fuerza y dulzura que me mueve, deleita y suspende. Tiene en los versos
gravedad,
llenura y espíritu.
Tiene modos y frasis poéticas con que adorna y viste aun las materias más humildes por maneras peregrinas y elegantes. Y cuando alguna vez aspira a estilo
heroico
y sublime retoca la oscuridad con hermosura y templa con la
modestia
de su juicio la
hinchazón
en que cayeron muchos por levantarse con flacas fuerzas y menos prudencia a esfera superior de estilo. Tiene dulzura y suavidad grande en los versos, con que regala los ánimos, por la cual virtud fueron principalmente alabados los mejores
poetas,
como Orfeo, Homero, Píndaro, Anacreón, etc. Y, juntamente, guarda con ella los nervios y así junta una templanza como de virtudes contrarias, porque es dulce con nervios, levantado y modesto, grave y venusto, figurado y cándido. Al fin, alcanza aquellas
calidades
que Escalígero
5
dice son el ánima de la poesía: nervios, números, candor y venustidad.
Tiene, pues, venustidad y gracia en el decir, la cual virtud es tan propia de la poesía, que fingieron los griegos andaban siempre las musas en compañía de las gracias. Esta alcanza casi por los caminos que la dulzura, como por los epítetos galanos, por los hipérbatos o transposiciones y por la contextura y engace de las dicciones, con que se hace la oración grave, elegante y venusta. De modo que la pudiéramos aplicar lo que dice Lucilio del poeta Albucio:
Quam lepide lexeta compostoe, ut tesseruloe omnes,
arte, pavimento, atq; emblemate vermiculato.
Tiene también, para conciliar las gracias, hermosura y copia de antítetos, que son dos contrarios con relación; usa de las repeticiones, como:
Si es peligroso el mar, si la marina
tan peligrosa fuera.
Y adórnase de otras figuras y esquemas, que son luces y flores bellas y suaves en la poesía. Repítalas por mí Cicerón
6
:
Nam & geminatio verborum habet interdum vim, leporem alias: & paulum immutatum verbum, atque deflexum, & eiusdem verbi creba, tum a primo repetitio, tum in extremum conuersio: & in eadem verba ímpetus, & concursio, & adiunctio, & progressio, & et eiusdem verbi crebius positi quadam distinctio, & revocatio verbi, & illa quoe similiter desinunt, aut quae cadunt similiter, aut quoe paribus paria referuntur; aut quac sunt inter se similia. Est etiam gradatio quaedam, &; conversio, & verborum concinna transgressio, & contrarium, & dissolutum, &c. Haec enim sunt fere atque horum similia, vel plura etiam esse possunt, quoe sententijs orationem, verborumque conformationibus illuminent.
Casi esto mismo repite Quintiliano, lib. 9, c. I, y Aristóteles, lib. 3,
Ret.,
cap. 9. Estáncon tanta copia derramadas estas flores por todas las obras de don Antonio de Paredes, que tuviera por trabajo superfluo el enseñarlas.
Es, pues, tan excelente nuestro poeta, que en las academias de Madrid le compararon en el espíritu de los versos a Torcuato
Tasso,
y así dijo Miguel de Cervantes, alabando también otras virtudes suyas:
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Este es un
caballero
de presencia
agradable, y que tiene de Torcuato
el alma sin ninguna diferencia.
De don Antonio de Paredes trato,
a quien dieron las
musas,
sus amigas,
en
tierna
edad anciano ingenio y trato.
Era semejante al Tasso, no solo en el garbo de los versos y elegancia de los números, sino en la gala, frasis y ornato de
estilo.
Porque los italianos llamaban al Tasso
gigante di miniatura,
que es varón excelentísimo en iluminar, porque, aunque sus conceptos eran buenos, el primor de sus obras consistía en los colores y luces con que las adornaba, ya de figuras, ya de números, y de otros modos pertenecientes a la elocución y ornato poético. También dicen algunos buenos críticos que don Antonio le da mucho aire a
Tibulo
por lo culto, puro, fácil y numeroso que ambos tienen. Juntamente con estas lumbres y adorno en el decir, no carecía de afectos, sentencias morales y viveza de conceptos. Y solo parecerá lo contrario a los que, arrebatados de lo dulce, numeroso y ataraceado del estilo, no atienden a los pensamientos que viste y esconde.
Todas estas virtudes y excelencias pueden cubrir algunas
culpas
ligeras en las obras de don Antonio, o, si no, escúselas la suerte infeliz que impidió la sazón de su ingenio y la última lima de sus versos:
Emendaturus, si licuisse, erit.
1. Lib. I, Tristia, eleg. 3.
2. Lib. 2, ode VII.
3. Horatio, lib. I, saty. II.
5. Lib. 6
Poet.,
c. 3.
6. Lib. 3
De Orat.
7. Cap. del
Viaje del Parnaso.