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Dirigida a don Francisco de Solís,
caballero
del hábito de Alcántara y
capitán
de infantería española en el Reino de Nápoles
Estudiosamente
dijo
Plutarco
que «procuraban los hombres crédito de los merecimientos de sus obras». No sé si en esta edad lo hubiera hecho; pero por muchos pudiera este filósofo y otros que toda la felicidad colocaron en la opinión, pues vemos, así príncipes como hombres particulares, ya en las armas, ya en las letras, mirar como último fin la buena fama; así es lo que dijo Estacio:
Nunca podrá morir el honor vuestro,
y con perpetuo verso vuestras guerras
serán cantadas de las dulces Musas.
Y Ovidio en la
Elegía segunda:
Si murieron Orestes y Teseo,
vivió su fama.
Así las heroicas obras del excelentísimo señor
duque
de Osuna, a quién vuestra merced con tanta lealtad ama, sigue y acompaña, y de quien con tanto amor y satisfacción es estimado y
preferido
siempre.
Quisiera hablar en las
excelentes
partes de este gran príncipe, mayormente con los que le aman y acompañan, y a quien él tiene particular devoción; pero retírame de este gusto mi
ignorancia,
que bien sé que no me reprehendiera Platón, como en el
Diálogo de amor
lo tiene, de los que por decir grandes cosas de lo que aman se desvían de la verdad.
Amaba
yo a vuestra merced, así por sus partes como por ser los dos de una patria; pero, después que le vi tan inclinado a
servicio
y gusto de nuestro gran duque, le amé más tiernamente y le puse en el número de los que saben emplear bien su voluntad. Ofrecióseme ocasión de esta memoria, dirigiendo a vuestra merced uno de mis
escritos,
aunque en los primeros
años,
y conociendo a vuestra merced en los
tiernos
suyos, desde que servía a la majestad del señor rey Filipe Segundo, de agradable y santa memoria, no me pareció fuera de propósito dedicársele, en reconocimiento de la merced que siempre me ha hecho, y de que conozca a mi rendimiento y deseo de su aumento y vida, que le dé Nuestro Señor como puede y merece.
Capellán
de vuestra merced,
Lope de Vega Carpio