Al excelentísimo señor don Francisco Eusebio de Petting, conde del Sacro Romano Imperio, varón de Oberfalquenstain, señor de Groskirchaimb, Rumburg y Vvilcchin, burgravio perpetuo de Lienz, del Consejo de su majestad cesárea el señor emperador Leopoldo Primero, su gentilhombre de Cámara, vice-canciller en el reino de Bohemia y su embajador ordinario en la corte de su majestad católica el señor rey don Felipe Cuarto, el Grande, y plenipotenciario para el casamiento de su alteza la señora doña Margarita María de Austria, infanta de España, con su majestad cesárea, &c.
Altamente suena en los términos del orbe la trompa de la fama, pero primero se mereció con el clarín de la campaña, que, como la fama es hermana de gigantes, si no es con asombros y hazañas, no se alcanza. Dicha es nacer ínclito en la sangre, saber merecer el alto blasón solo es valor; grande es vuestra excelencia por la exaltación de su casa, pero por sus acciones ilustres se ha granjeado tantos títulos y renombres, que no caben en las hojas de los volúmenes de la retórica. Las ocurrencias de las empresas políticas que ha tanto tiempo que maneja vuestra excelencia publican lo sin medida de su inmensa capacidad, pues usando de la línea en la circunferencia de la universalidad, toca el punto para lo ingenioso y, para sondar las materias, la profundidad. Este esplendor de antecesores no pasados, (pues todas sus grandezas se conservan en vuestra excelencia), esto [sic] preclaro de atributos personales descubrieron el horizonte a mis deseos en la neutralidad de hallar un
protector
que con su nombre hiciese plausible este
libro,
pues representándome a vuestra excelencia hallé no solo el lleno de mi
codicia,
sino el logro de los más ambiciosos intereses. Permítase vuestra excelencia a esta
pequeña
oferta, sin reparar en la cortedad del
volumen,
que el corazón del hombre es la parte menor del compuesto animado y es la que más estima Dios, porque en los dones que se consagran no se mira a lo que se ofrece , sino al modo con que se
ofrece,
esto es, la voluntad rendida, que es la que yo dedico a vuestra excelencia en estas
novelas,
suplicando
perdone
lo desmedido de este pensamiento, pues se atreve sin tener merecido su agrado, pero se procura merecer deseando toda prosperidad a vuestra excelencia, cuya persona guarde Dios para grandeza de ambas coronas. Excelentísimo señor. Besa los
pies
de vuestra excelencia, quien más le desea servir,
Gregorio Rodríguez