Al lector
Si,
como
dice Horacio, aquellos poetas deben ser preferidos que mezclaron
dulzura
con
utilidad,
no sé yo en nuestra lengua (y aun por ventura de las otras) quién con razón se pueda
anteponer
a nuestro Juan de
Mena.
Porque la materia que trata es una filosofía
moral
y un dechado de la vida humana, ilustrada con diversos ejemplos de historias antiguas y modernas, donde se halla doctrina, sabor y elegancia. Dicen algunos que es poeta muy pesado y lleno de antiguallas, y dicen esto con tanta gravedad, que si no les creemos, parece que les hacemos injuria. Y no advierten que una poesía
heroica,
como esta, para su
gravedad
tiene
necesidad de usar de palabras y sentencias
graves
y antiguas, para levantar el
estilo.
Y al fin los que hallan este poeta por pesado son unos ingenios que ponen todo su estudio en hacer un
soneto
o canción de
amores,
que para entenderlos, es menester primero preguntarles a ellos si lo
entendieron.
Es muy bien que este poeta sea tenido en mucha
estima,
aunque no fuera tan bueno como es, por ser el primero que sepamos que haya ilustrado la lengua castellana. Aunque en Roma salió
Virgilio
y Horacio y otros de aquel
siglo,
nunca Ennio y Lucrecio y los muy antiguos dejaron de ser tenidos en gran
veneración.
Ansí que no hay razón de
desechar
a Juan de Mena porque en nuestra
edad
hayan salido otros de estilo muy diferente. Antes, este poeta ha de ser tenido en mucho, porque le pueden leer todas edades y calidades de personas, por ser
casto,
limpio
y
provechoso,
donde las costumbres no recibirán mal resabio, lo cual no se puede asegurar de los otros poetas, a lo menos de algunos. Yo espero que leyéndose agora este poeta con más
claridad
y menos pesadumbre que antes, será mi trabajo bien
recibido,
principalmente de aquellos que están hartos o apartados de leer cosas lascivas y
amorosas.
En lo que toca a su vida, no sé por agora decir más de que habrá más de ciento y sesenta años que floreció; porque el Rey Don Juan el segundo, a quien él celebra, comenzó a reinar año de
1407.
Está sepultado Juan de Mena en Tor de Laguna, en el Monasterio de San Francisco, y tiene este epitafio en la sepultura, delante del altar de la Madalena:
Patria feliz, dicha buena,
escondrijo de la muerte,
pues que te cupo por suerte
el poeta Juan de
Mena.