Título del texto editado:
Concluyen las Reflexiones sobre el Plan para una historia filosófica de la poesía española
20 de agosto de 1806
CONCLUYEN LAS REFLEXIONES SOBRE EL PLAN PARA UNA HISTORIA FILOSÓFICA DE LA POESÍA ESPAÑOLA
En la escuela Española se colocan nuestros
cómicos
y
épicos.
Es verdad que la dramática
española
es enteramente de nuestra
creación;
¿pero no son estos géneros distintísimos? ¿En qué se parece una comedia a una oda, ni en el plan, ni en las imágenes, ni en el estilo, ni en la dicción? Querrase decir que se llame española la
secta
de nuestros cómicos; que se llame enhorabuena española la de nuestros épicos; pero deberán colocarse aparte de los
líricos,
como quiera que son géneros muy diferentes. A esta clase cómica española pudiera agregarse como subalterna la de epigramatistas, que se pone como de segundo orden en el Plan; incluyendo en ella los poemas
jocosos
de la
Gatomaquia, Mosquea
y demás, los cuales son de un estilo cómico. Y si agrada así, la tropa de nuestros comediógrafos pudiera distribuirse en varios órdenes distintos. Unos se han aventajado en las comedias que llamaban de capa y
espada,
otros en las
heroicas,
otros en las de
figurón,
etc. He aquí una división de
escuelas
sencillísima y notable, y de escuelas todas españolas.
Después de haber dado idea del Plan que examinamos, pasa su autor a indicar las mezclas que pueden hacer los secuaces de cada escuela para perfeccionar su estilo. Este proyecto me parece demasiado abstracto y
confuso,
y capaz de embrollar la cabeza al que quiera proponerse tres o cuatro
modelos
que copiar a un tiempo. Quisiera yo arrancar de una vez este prurito de imitarse unos a otros, que ha reinado desde Homero hasta nuestros días, trabando el libro vuelo de los ingenios. La naturaleza es la que debe imitarse, la que debe estudiarse en sí misma; y ya que se nos quiera dar una guía acomodada a nuestro genio particular, para llegar más seguramente a la imitación de la naturaleza, ¿se hará bien en ofuscarnos en este camino con una multitud de conducidores, que cada uno sigue su rumbo diverso? En la
imitación
de
Herrera
convendrá variar su estilo
uniforme,
y suavizar algún tanto su dicción. Esto lo entiende cualquiera que conozca el estilo y la dicción de Herrera: esto dicho así, parece hacedero. ¡Pero cuánto no se confunden estas ideas, queriéndolas medir a compás, y colocar simétricamente de este modo! ¿Convendrá templar la dicción de la escuela Sevillana con la
amenidad
de la Greco-Hispana, o con la gallarda lozanía de la propiamente española? «A la de Fr. Luis de León (continúa el
autor
del Plan) se le podrá añadir más sonoridad en el metro, algún poco de la Greco-Hispana, y poquísimo de la Sevillana o Española general». O yo me alucino torpísimamente, o estas mezclas forman un caos
oscurísimo,
capaz de cegar al más despierto principiante. Si algunos de mis lectores tienen su talento dispuesto a la manera que el mío, no necesitan pruebas de ello; solo de oír aquellas cláusulas se conoce por sentimiento esta confusión.
Dejando pues aparte estos reparos menores, y las dudas que he suscitado sobre la pertenencia de algunos poetas a las escuelas que se les destinan; dejando aparte el número de estas cosas que no destruyen el pensamiento de la clasificación, y que tal vez pudiera arreglar el que desempeñase el plan propuesto, recordemos solamente la primera dificultad que propuse, y que toca más de cerca la sustancia del Plan. La división de escuelas que él ofrece debería comprender la muchedumbre de nuestros poetas; de lo contrario, no puede servir de cimiento para su historia. El inventor del Plan dice al fin, que si su pensamiento agradara no le sería difícil reducir a las clases propuestas todos los poetas españoles. Del aprecio que debe el público a sus pensamientos puede bien esperarse este agrado; y si así sucediese, debe esperarse también que el autor haga en cumplimiento de su oferta un breve ensayo de aquella reducción. En tanto yo recelo mucho del éxito de esta
tentativa.
El carácter general de los poetas castellanos entrado el siglo
XVII,
es haber escrito sin estudio y sin modelo, llevados de su genio e
inclinación.
¿Y bastará esto para agregarlos a una escuela a quien nombremos propiamente española? En tal caso casi todos pertenecerán a esta
escuela,
quedando los otros miembros de la división monstruosamente desiguales. ¿Y por qué
Lope
ha de ser el corifeo de esta escuela? Si la falta de artificio, si la naturaleza
desnuda,
que es la dote común a todos ellos, ha de ser la divisa de la escuela, esta desafectación y poco estudio se encuentra ya en los poetas anteriores a Lope. Si les superó este en riqueza y
belleza,
obra fue de su fecunda fantasía, la cual así como no aprendió de
otro,
así pudo mal enseñarla a sus
discípulos.
Además, por eso mismo que han escrito nuestros poetas sin otra guía que su genio, son a veces muy diversos en sus estilos, cuanto han sido sus genios diferentes; así que no pueden colocarse en una escuela misma. Este, obrando por la naturaleza, muestra cierta lozanía de imaginación, otro manifiesta por la misma causa más vigor de fantasía, este otro más sutileza de ingenio, ese otro más solidez y profundidad. ¿Quién ha de avenirlos y juntarlos en una clase? ¿Quién les señalará a su arbitrio los modelos que ellos nunca conocieron?
No es este negocio para decidirse en los cortos momentos que he dedicado
yo
a examinar el Plan. Puede ser que visto despacio ofrezca otro aspecto distinto. Si así fuere yo seré el primero en interesarme por su desempeño, y la nación será deudora al
autor
del Plan de un hallazgo feliz, que fijará con la mayor exactitud el mérito de los poetas castellanos, y trasladará su memoria venerable a los siglos
futuros.