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Título del texto editado:
Discurso sobre el estudio metódico de la historia literaria para servir de introducción a los primeros exercicios públicos de ella, que en los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1790 se tuvieron en la Biblioteca de los Reales Estudios de esta Corte. Leído por Don Cándido María Trigueros Bibliotecario segundo, en el día primero de dichos Exercicios
Autor del texto editado:
Trigueros, Cándido María 1736-1801
Título de la obra:
Discurso sobre el estudio metódico de la historia literaria para servir de introducción a los primeros exercicios públicos de ella, que en los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1790 se tuvieron en la Biblioteca de los Reales Estudios de esta Corte. Leído por Don Cándido María Trigueros Bibliotecario segundo, en el día primero de dichos Exercicios
Autor de la obra:
Trigueros, Cándido María 1736-1801
Edición:
Madrid:
Benito Cano,
[1790]
Transcripción realizada sobre la edición digital de María José Rodríguez Sánchez de León, disponible en
(texto completo)Otra digitalización disponible en la Biblioteca Nacional de España, VC/4358/11, en
(texto completo)Encoding: Ioannis Mylonás Ojeda
Transcriptor: María Isabel Román Gutiérrez
Sevilla, 15 marzo 2023
Señores:
[…]
Fiando tan
augustos
bienhechores sus reglas larguezas a la sabia mano que destinaron para dirigir sus más importantes secretos, hicieron a la instrucción pública un nuevo y muy estimable beneficio. La
recta
intención unida al más extenso conocimiento de nuestras necesidades, de nuestras proporciones y de los
estudios
mismos no era posible que dejase de producir admirables efectos. ¡Cuánto podría yo explayarme sobre esto si a la
sinceridad
no la sentara siempre mal el uso reglas expresiones amplificadas que, aunque sean un justo tributo debido a la verdad misma, desagradan, si se repiten ose ponderar, a los que son superiores a ellas propias y solamente son deseadas de los que no las merecen! Pero serían superfluas tales expresiones cuando pudieran dejar de ser molestas y fastidiosas. El más seguro elogio, la más enérgica expresión del acierto con que se ha dirigido tan digno establecimiento es y será siempre su propia prosperidad y la admirable totalidad de sus efectos.
Nada tengo que ponderar aquí sobre estos ni que repetir sobre los muchos y muy varios ramos de que tal establecimiento se compone siendo tan grandes y tan notorios sus adelantamientos en todos ellos. No puede
extenderse
a tanto este breve discurso ni debe exceder los límites a que le ciñe el presente ejercicio literario. Este breve programa es como un
prólogo
o introducción en que solo pretendo ofrecer al público una ligerísima instrucción sobre las causas y fines de un acto que es quizá el
primero
en su línea.
Ordenados con el mejor método los medios de estudiar y de adelantar los varios ramos de literatura que parecieron más análogos a la
utilidad
y a las necesidades del público de la Corte, quiso
S.M.
que tuviésemos aplicados un poderoso
socorro
en la presente biblioteca, la cual está por si misma mostrando a todos la
magnificencia
de su donador. No ha cesado esta mano bienhechora de ir proporcionando los subsidios que necesita una obra tan vasta como reciente y cuando el tiempo, las necesarias facultades y la felicidad de a la letras hayan dado a esta misma beneficencia el grato placer de completar los alivios que aún necesita, podrá sin duda gloriarse de haber consumado una empresa que será cada vez más provechosa y admirable mientras más se prolongue los siglos.
El profundo conocimiento que guiaba la mano superior que dirigía esta gran obra hacia el mayor provecho posible, no podía dejar de advertir que este no es precisa consecuencia del mayor número de libros que se manejan, sino de la acertada elección de los que son
mejores,
por ser más propios para sus respectivos fines y que, por el contrario, el uso superabundante de libros, dirigido por una elección ciega y casual, sin la guía de un
discernimiento
científico es uno de los mayores
enemigos
de la sólida y verdadera prosperidad de la literatura. No hay estudio alguno en que no sean muchos más los libros malos que los buenos y en que no se reproduzca en muchos lo que ya está
repetido
en muchísimos. Si se hallase, pues, algún medio para que los que se aplican a cualquier estudio puedan
discernir
los libros útiles y necesarios para su instituto, desechando los que o son absolutamente
inútiles
o son lo menos superfluos, aunque contengan muchas cosas buenas, si se hallase, digo, semejante medio no se pude dudar que su establecimiento sería el beneficio mayor que podría hacerse a la loable aplicación de los
jóvenes
estudiosos y aun de los que ya pueden llamarse
doctos.
[…]
La escritura, hija utilísima de los primeros esfuerzos de la pintura, que, haciendo visibles las palabras, da bulto a los pensamientos y los presenta a los ojos, ofrece diferentes ramos curiosos en orden a los cuales se han escrito y
publicado
muchos libros, ya
sobre
el orden y progreso de las varias maneras de escribir, ya sobre las materias en que se ha escrito en diversos
tiempos
y naciones, ya sobre los accidentes de las letras. La sola cuestión de la
autoridad
e invención de los puntos vocales de los hebreos puede llenar una biblioteca con las muchas obras que han
publicado:
unos para defender la
supuesta
antigüedad
y autenticidad de estos puntos, otros para demostrar que esta
invención
moderna y desmentida, por cuanto nos resta de los tiempos remotos, se estableció y se procuró autorizar solamente para que fuese un medio que proporcionase a los interesados en ello el medio de corromper el verdadero sentido de la
Sagrada
Escritura, para desacreditar, si posible fuese, y desmentir la religión católica y toda la escritura cristiana.
Este admirable esfuerzo del entendimiento humano tuvo en
tiempos
muy posteriores un notable sucesor, que ha sido más admirado que en realidad merece siendo hijo de otro que es invención verdaderamente admirable y sobre el cual apenas paramos la atención. Hablo del arte de multiplicar con facilidad los ejemplares de los escritos, que llamamos
imprenta.
A la manera que la escritura es una consecuencia algo remota de la pintura, así la imprenta es una consecuencia inmediata del grabado en hueco o, hablando con más propiedad y exactitud, no es una consecuencia sino una especie del mismo grabado.
El
arte de hacer un sello produjo la idea de grabar una estampa de la cual no se distingue la imprenta en planchas fijas a la manera de los chinos. Mas ¿en qué se distingue este modo de imprenta de la tipografía europea con caracteres móviles sino en que la lámina total se compone de muchas láminas pequeñas colocadas, aseguradas y atadas a placer? El que descubrió la tipografía no
inventó
una cosa nueva, descubrió solamente un modo
útil
de ejercer un arte muy antiguo. Sin embargo, cuasi nadie se acuerda de la invención
pasmosa
del grabado en hueco y son innumerables los libros y elogios que se han escrito sobre los orígenes tipográficos. El divino invento oriental del grabado en hueco está
olvidado
como si nada fuera y el haber aplicado esta antigua
invención
a la repetición de ejemplares de la escritura se pondera como un divino descubrimiento europeo.
La Historia literaria que tanto ha trabajado sobre lo material de la escritura no pudo dejar de ser igualmente oficiosa sobre lo formal de ella. ¡Cuánto se ha escrito de las naciones que los
griegos
llamaron bárbaras en recompensa de haberles enseñado los principios de cuanto supieron! De la literatura de todos los antiguos habitantes de Asia, de África y de Europa se han
publicado
innumerables obras sin embargo de que las más estas naciones o no
poseyeron
el arte de la escritura o no dejaron innumerables monumentos escritos o si algunos dejaron no han llegado hasta nuestros días.
[…]
Los mismos procedimientos de la ambición que prepararon las guerras civiles de los
romanos
y vinieron a privarlos para siempre de la libertad que los había hecho invencibles por otros que por ellos propios,
elevaron
el
saber
y elegancia de Roma a su más alto
grado,
y la privanza que Cilnio
Mecenas,
gran
premiador
de los
talentos
distinguidos, tuvo con un
príncipe
de gusto tan fino cual era Augusto fue causa de que la
elegancia
del saber latino comenzase a decaer precipitadamente en el mismo tiempo que se admiraba en su mayor altura, como se ha hecho ver en una de las
lecciones
del año pasado. Si la antorcha de la razón imparcial hubiera alumbrado a los
dictadores
de la Historia literaria de alguna nación amable y muy sabia para que combinasen y examinasen sin preocupación los mismos hechos y causas exteriores que no ignoraban, los hubiera ciertamente libertado de aserciones
improbables
y de levantar
testimonios
no solamente
falsos
sino contradictorios a naciones enteras. El que haya de enseñar Historia literaria con el sano fin de buscar solamente el provecho debe evitar semejantes escollos. Mas en tanta abundancia de hechos y de relaciones de ellos, en tanta escasez de libros verdaderamente útiles para este objeto, ¡cuán inmenso trabajo es necesario que preceda a cada proposición que se haya de establecer!
[…]
Una enseñanza tan difícil de un estudio tan provechoso sobre tan importante asunto es el gran
beneficio
que la
piedad
de
S. M.,
sabiamente
ilustrada
en tan apetecible asunto, ha querido franquear a sus amados vasallos. ¿Serían tan vanas las personas destinadas para realizar y hacer efectivo este beneficio que presumiesen completarle o consumarle como por milagro? ¿O serían tan poco agradecidas a la real confianza que no pusiesen con todo esmero cuanto empeño pueden sufrir sus fuerzas para desempeñarla? Ciertamente se creen libres de uno y otro defecto y, sin dejar de conocer la magnitud de la empresa y que no es posible terminarla desde luego, nada han omitido para irla facilitando, deseosos de ponerse en el camino que pueda guiar a la futura perfección.
No habiendo en lengua ninguna unas
dignas
lecciones
metódicas de Historia literaria, y mucho menos de la parte que toca directamente a
España,
conocieron desde luego la necesidad de formar semejante libro y se determinaron a emprender su formación. Pero conocieron al mismo tiempo que si se arrojasen a disponer y
publicar
semejante obra, sin que precediese muy larga y madura preparación, además de acreditar una vana y necia presunción y confianza en sus propias fuerzas, serían reos del tiempo que se perdiese en una obra que no podía dejar de ser
imperfecta.
En tales circunstancias, ¿cuál podría ser su resolución? ¿Quedaría suspensa, como había estado, esta enseñanza por tanto tiempo contra los benéficos deseos de S.M. y de su ilustrado ministerio? Para que así no fuese se hubo se arrostrar un trabajo inmenso que supliese del modo posible los subsidios que faltaban a la enseñanza.
[…]
Estos
discursos,
estas discusiones y esta libertad han seguido desde el principio, y seguirán en adelante, conservándose tales trabajos para servir de materias a las futuras instituciones. Comenzando por el
principio
y orden con que se produjeron las ciencias y las artes, se trató el año primero de esta
instituto
de la
antigua
literatura de los chinos, de los indianos, de los caldeos, de los hebreos, de los persas, de los árabes, de los fenicios, de los egipcios, de los celtas, de los celtíberos, de los escitas, de los etruscos, de los pelasgos, de los umbros, de los turdetanos y de los primeros ensayos de literatura griega.
Hasta aquí
apenas
se pudo hacer otra cosa que recorrer el ancho país de las
conjeturas
y escribir la novela de los
orígenes
literarios. Desde aquí empezó la
Historia
de la
literatura.
La de los
griegos
ofreció materia para muchas lecciones en las cuales se trató de los primeros estudios de los griegos hasta
Homero
y sucesivamente de los
poetas
trágicos
y de los
cómicos,
delos
filósofos,
de los matemáticos, historiadores, cronólogos, geógrafos, médicos, gramáticos, oradores, críticos y demás escritores varios que produjo la Grecia hasta el tiempo de los sucesores de Alejandro el Grande.
La literatura de los romanos
sucedió
a la de los griegos y, en las lecciones que sobre ella se leyeron, se dividió en cuatro edades, que presentaron sus varios estados desde los
primeros
tiempos hasta su total
ruina
haciendo
juicio
de sus escritores desde Livio Andrónico y no
omitiendo
las causas tanto directas como exteriores de sus adelantamientos y decadencia.
Puesto así fin al primer año escolástico de la enseñanza de la
Historia
literaria
con tantas lecciones como semanas
útiles
ocurrieron en él y preparándose para seguir del mismo modo los restantes pareció que un ejercicio público podría ser no solamente un testimonio
irrefragable
de la aplicación de todos sino también una demostración de sus
adelantamientos.
Presentose una lista de asuntos análogos a las lecciones del primer año para que espontáneamente escogiesen los
concurrentes
el que fuese más a
gusto
de cada uno y sobre ellos escribieron los encargados sus respectivos
discursos
que leyeron y sometieron a la discusión y
censura
de todos.
Este conjunto de obras trabajadas con
esmero,
que hubiera sido mucho mayor
si
el tiempo hubiera bastado para que cada concurrente tocase su respectivo asunto y si algunos no hubieran sido legítimamente
impedidos,
este conjunto, digo, de discursos, que se irán
publicando
después es el almacén general de las proposiciones que se presentan al público examen.
Rogamos a tan lúcido y
sabio
concurso que se digne contribuir con sus preguntas o dificultades para que, si el éxito correspondiere a nuestras esperanzas, podamos dar de nuevo las gracias a quien proporciona a la literatura
nacional
tan grande y tan nuevo beneficio.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera