Título del texto editado:
“Aprobación de D. Lorenzo van der Hammen y León de las obras de Francisco de la Torre”
APROBACIÓN DE D. LORENZO VAN DER HAMMEN Y LEÓN, DE LAS OBRAS DE FRANCISCO DE LA TORRE
Las obras que
escribió
en
verso
castellano Francisco de la Torre y pretende dar a la
estampa
don Francisco de
Quevedo,
raro ingenio de este siglo, he visto atentamente, y no solo las juzgo por merecedoras de comunicarse a la luz común, sino por
dignas
de
ladearse
con las de aquellos célebres varones que veneramos por
príncipes
de la
poesía
castellana. Están escritas con la verdad,
propiedad
y
pureza
que pide nuestra lengua, cosa singular en estos tiempos, mas escribiéronse en aquellos en que se sabía más bien y se hablaba mejor, y así no hay mucho que admirar. Esta verdad no la confesarán los que ahora la ignoran, pero importa poco su juicio, sientan lo que quisieren.
Padecieron esta misma desdicha que hoy aflige a España casi todas las naciones, y en especial la hebrea. Hablo de ella primero que de otra alguna por ser su lengua madre y principio de todos los lenguajes y la postrera y única en el mundo. Introdujéronse, pues, en ella por la larga antigüedad, por los cautiverios, por el descuido de dejar olvidar las voces propias y por la permisión en el usar de vocablos
estraños,
algunos tan escuros que los mismos maestros y naturales de las sinagogas después los desconocían. Esto que vemos en el idioma hebreo, y que confiesa san Jerónimo, hallamos en la lengua latina, con ser tanto más nueva y más continuamente cultivada, y sin estas caídas: y así se queja Tulio de que a veces encuentra con muchas voces en ella que no conoce, aunque las usaron Marco Varrón, Catón y otros.
Lo mismo pudiera decir de la nuestra, porque casi hemos hecho de los vocablos tantas
mudanzas
como de la ropa, y podríamos hacer dos lenguajes tan diferentes que el uno al otro no se entendiesen, porque nos damos tanta priesa a
inventar
vocablos o (por decirlo como ello es) a tomarlos
prestados
de otras
lenguas
que, por enriquecerla, hemos de venir a desconocerla. Ello nace de parecerles a algunos ignorantes de este tiempo que es humilde el lenguaje castellano si no le ponen estos
afeites
de voces nuevas y le pintan con este colorido; y no advierten que el bueno y
casto,
como dice Cicerón, ha de ser el que nos enseñaron nuestras madres, y el que hablan en sus casas las castas matronas y mujeres bien criadas.
En este, pues, está escrito este libro, aunque exornado con todo lo que permite el
arte.
Trabajo es desigual a menor ingenio, y en que no hallo cosa disonante a nuestra santa fe o a las buenas costumbres. Tiene muchas imitaciones
italianas
y
latinas,
hermosas
figuras y sentencias, y muy
delgados
conceptos: y así puede vuestra merced, siendo servido, mandarse de la licencia que se suplica. Este es mi parecer.
Madrid y septiembre 17 de 1629.
Don Lorenzo van der Hammen y León.