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Título del texto editado:
Anti-Jáuregui
Autor del texto editado:
Vega, Lope de 1562-1635
Título de la obra:
Anti-Jáuregui
Autor de la obra:
Edición:
ca. 1625


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Anti-Jáuregui.


Del licenciado don Luis de la Carrera al reformador de los poetas castellanos.

Después que vuestra merced, señor don Juan, vino de la Andalucía a ser reformador de los poetas de la corte, me han preguntado varias personas, viendo lo que le cuesta, si es oficio provechoso, y yo he respondido que, pues vuestra merced le usa con tanta fatiga de su espíritu, descomodidad de su persona y poca satisfacción de su entendimiento, es imposible que no lo sea; mayormente, introduciéndole con los señores, cosa digna de la estimación que entre ellos tiene. Y así les ha parecido que vuestra merced debía entrar en esta corte, pues ya la poesía se ha hecho Hermandad, con sus ballesteros y pendón verde, como entró en Sevilla su provincial Argote de Molina. El primer examen que vuestra merced hizo fue en las Soledades de don Luis de Góngora, a quien reformó tan mal, que se quedó con imitarle, no en la grandeza, hermosura y erudición, sino en la peregrinidad, de que salió tan mal, que por huir de quien le puede enseñar, con la aversión natural que a todo ingenio tiene, hizo un Orficalepino de tantas lenguas que puede servir a un sábado, pues las hay hasta de carnero y puerco. El segundo fue en la Jerusalén de Lope, cuyo papel llegó a mis manos tarde, donde vuestra merced esgrime con valentía aquellos sus donaires de Guadarrama entre palabras imprudentes y que pudieran excusarse, como se lo tienen advertido tantos ejemplos. Y así he querido hacer una antipófora, no defenderle, —pues no necesita de favor la opinión más recibida que han visto estos ni los pasados siglos, por quien no hubiera dicho Séneca que "semel concepta vix deponitur" —, sino que la pusiera entre el rayo de Júpiter, los versos de Homero y la clava de Hércules, imposibles de la Antigüedad que ahora se entienden por ingenio de Lope, arte de don Luis de Góngora y desatinos de don Juan de Jáuregui. Y no le parezca a vuestra merced que me adelanto mucho, pues cuando Veleyo dijo: "sine exemplo maximum qui magnitudine operum, et fulgore carminum solus apellari poeta meruit," y Lipsio comentándole, que "non summus sed solus," fue más pronóstico de Lope que alabanza de Homero. Esto le dirá a vuestra merced la excelencia a que ha llegado, pues para que una cosa sea buena se ha de llamar con su nombre, como refiere el coronista Gil González de Ávila en su libro de las Grandezas de Madrid; sin tantos autores que le dirigen sus obras, como puede ver vuestra merced en un libro latino impreso en Francia cuyo título es Expostulatio Spongiae, y entre tantas alabanzas, esta inscripción: "Lupo a Vega Carpio Aristophanico, Virgiliano, Pindarico Hispanicarum Musarum theatralisque plausus, et gloriae iam pridem vindici, eternum in posterum foelici magno, optimo imperatori, etc. " sin otras muchas que, por no dar veneno a vuestra merced, no las refiero. Pero por que no diga que castellanos las hicieron, oiga a Manuel Severin de Faria, chantre y canónigo de Évora, en la Vida del Camoes: "O grande conceito que Lopo da Vega, celebérrimo poeta de nossos tempos, faz de nosso Luis de Camoes se ve bem en seus escritos, dandolhe sempre o epíteto de excelente," y esto dice para calificarle.

Vuestra merced se enfadó de una palabra general que Lope escribió en una prefación, midiendo mal la venganza con la ofensa, acción tan bárbara cuanto merecida de Lope, que en tres libros impresos alaba a vuestra merced con mil mentiras, a quien reprehendiendo yo, me respondió: «Señor licenciado, no se pierde nada en alabar, porque si un hombre lo merece es justicia y, si no, es ironía, que no está de balde entre las figuras retóricas». Luego tomó vuestra merced la pluma y, guiado de su libertad, introdujo al licenciado Claros de la Plaza, con su padre Llanos de Castilla y Plaza, reprehendiendo al Maestro Lisarte de la Llana, nombres ingeniosísimos para decir liso, llano, claro, castellano y de la plaza. Cierto, señor, que cuando veo este título pierdo el gusto de responder, pareciéndome que con repetir estos nombres he respondido. Pero, ya que me resolví a gastar mal dos horas, pasaré adelante, no para defender, como dije, sino para que este papel también ande por los bufetes de los señores —pues quiere vuestra merced que lo seamos—, y que ellos se entretengan en ver cómo se arañan y desgreñan las musas andaluzas con las castellanas.

Entra vuestra merced luego diciendo que el tal maestro anda estos días lanzando bramidos. Aquí no digo nada —vuestra merced se entiende—, como en aquello de los azotes y palos, que verdaderamente causa risa el ver que vuestra merced hable a un clérigo en bramidos, palos y azotes. Digamos solo a vuestra merced lo que dijo en un soneto don Luis de Góngora a la tela de Madrid: «esas palabras no son de doncella». Pues ojalá tuviera vuestra merced tan virgen la envidia como la espada, y advierta vuestra merced que "acerbitas animi tui," como dijo Electra a Clitemnestra en Sófocles, "et tua facinora mihi" / "per uim istas voces exprimunt:" / "a turpibus enim turpia discuntur."

Dice luego vuestra merced que no piensa saber más latín que "Castilla me fecit," y dice muy bien vuestra merced y lo ha probado con ejemplos, pues una negra palabrita que se atrevió a decir en su Discurso poético, que si fuera de otro le llamara vuestra merced frenético, no fue menos que "verbum fortem." Dios se lo pague, que tanto nos alegró a todos, que, a ser las de vuestra merced, se nos hubieran caído las quijadas. Con esto, en prosecución de sus gracias, trae la edad de Lope como en afrenta, juzgada de muchos por bien empleada en tantos estudios de letras divinas y humanas, en la inmensidad de sus escritos perpetuo estudiante que ha igualado la naturaleza al arte, de quien dijo el toledano Francisco Gutiérrez: "semper inexhausto prodigus ingenio." Pues a fe que no le faltan a vuestra merced para cincuenta muchos, que en Sevilla conocí yo a vuestra merced buen mamantón ahora cuarenta años, mas cierto que nadie trataría a vuestra merced o leería sus obras que no le juzgue por de catorce o quince. Pero lea vuestra merced lo que de la tragedia Edipo del griego Sófocles escribe Tulio en lo "De senectute" y refiere Joachimo Camerario, que, por advertimiento de Luciano en Macrobio, los griegos llamaron estupenda, sabrá de paso lo que le pasó al viejo con sus hijos.

Aquí vuestra merced comienza a traer los versos en que hay palabras que no son castellanas, y verdaderamente quisiera responder por todas pero, por huir de ser prolijo, pienso que he de quedar corto, pues por las unas se entenderán las otras. El Jerusalén tiene tres mil y tantas estancias, donde verá cualquiera que tenga entendimiento que en tanta copia de versos era forzoso duplicar los términos –cosa enojosa a cualquiera buen juicio–, y así fue forzoso variarlos con hermosura. No como vuestra merced, que en las miserables estancias de su Orfeo dice mil veces una cosa misma: "afectando disimulos" y (…†) 1 y con "diente, afectos" y defectos; como se ve en las Anotaciones de doña María de Zayas, que si bien ilustre ingenio, es poco honor de vuestra merced que una mujer le haya reprehendido. Y todo esto se pudiera excusar con traer las palabras mismas de la prefación, pero quien quiere sin letras ser sofístico, claro está que ha de huir el rostro a la proposición, porque discurriendo desde su principio se viene a la conclusión. Y porque el arte imita a la naturaleza, como ella procede de las causas a los efectos, así la ciencia racional procede de las proposiciones a la conclusión de quien son causa, que así las llaman los lógicos. Dijo Lope en la prefación del Orfeo del licenciado Juan Pérez, que tan flaco trae a vuestra merced y tan cuitado, esta máxima, hablando del título: «con cuyo advertimiento se abstrae de toda voz y locución peregrina, menos las recibidas y que blandamente sirven de ornamento al estilo grande». Dígame vuestra merced si esta excepción podrá salvar las voces de la Jerusalén. Mas, ¿cómo podrá negarlo? Y si dice "blandamente," ¿cómo librará las suyas, palude, morbo, Dite, Pluto (que otros leen "puto)," chistes de vuestra merced en su "Maestro Lisarte?" De palude tuvo dicha vuestra merced que fuere muerto el Presidente Laguna, que no sufriera que vuestra merced llamara paludes a los de este linaje de Laguna. Y en lo de morbo, porque no use vuestra merced otra vez esta voz para consonante de "estorbo" y "corvo," le quiero advertir que es nombre y verbo "sorbo," y que hay "torvo" y "Pancorbo;" y para (… †) 2 y "indica," "tica" y "mica," y si vuestra merced se hallase en grande aprieto, no se le dé nada de poner "borrica," no le tiente el diablo de poner alguna cosa mala; que para "Dite" no faltará "chite," escondite y el conde de "Belchite;" que "Pluto" ahí se tiene "oste puto," "langaruto," y "zambacañuto." Las de Lope son dulces, sonoras, graves y hermosas y no fuera de su lugar y propósito, "nam ea sunt idem genere, quae sunt sub eodem genere." Mas esto es hablar a vuestra merced en tudesco. "Mane" y "esqueleto," de quien vuestra merced hace tanta fiesta, están recibidos y así entran en la excepción. "Penicoma" es ilustre para ornamento; "nadir" es propio vocablo opuesto a "zenit," que no tiene otro; pues a los "antropófagos," ¿qué quería vuestra merced, que los llamase toledanos? "Teristro" no le hay en nuestra lengua, porque es "velum estivale peplum, et amictum lineum." Pues "calatos" es del lugar del profeta, y aquí bien pienso yo que vuestra merced dijera "banastos" o "cestos," cosa tan ordinaria como en sus Rimas "piltrafa, gatafa, disque, guizque y morro," sin los que remito al Papel del Alférez Estrada en defensa de Don Luis de Góngora. "Gormáticos" es yerro de la impresión, que fue en su ausencia; pruébase con el fin del segundo canto de la Filomena, donde dice "cromáticos." "Dulimán" es nombre que bárbaramente llama el vulgo "turbante." De los nombres historiales no hallo más defensa que su poca literatura de vuestra merced, y si Trangolipico fue soldán turco, como refieren Gerardo Mercator, Volfango Lacio, Cedreno y Cuspiniano en su Origen, ¿quería vuestra merced que le llamase Pero Hernández o Lisarte de la Llana porque le parece áspero a vuestra merced? Que no sé si es más dulce "Jáuregui," pues cuando vuestra merced fuera tan santo como deseó don Luis de Góngora cuando dijo: «Tan santo le haga Dios como es Letrán», pienso que por la aspereza de su nombre solo le invocaran a vuestra merced los del valle de Jauja. La ciudad que pintó San Juan en el Apocalipsi, capítulo 21, tiene por la décima piedra al "crisopaso." "Braza," "briol" y "chafaldete" son nombres propios de las jarcias de las naves, y no los habiendo de otra suerte, muestra vuestra merced muy bien que ignora la mar como la tierra y que solo anda en el aire, lleno de presunción, fantasía y atrevimiento. Así declaró San Agustín el lugar del sabio: "Praesumptio spiritus audaciam et superbiam significat."

Ni querría cansar ni cansarme, mayormente viendo que vuestra merced cubre su ignorancia con donaires tan viles, que tengo vergüenza de tomarlos en la boca. A un moro que Lope llama "Candeloro," llama vuestra merced "Candelero." ¡Bien haya la madre que le parió! Cierto que merecía, con el mismo, el barato de Juan del Carpio. Y para que vea que todas sus gracias son con esta misma frialdad, mire cómo a los "azapos" del Turco llamó "gazapos;" a Lope, "Lopo," y aquello de las "tías" equivocó, pues los que leyeren su Discurso de vuestra merced, solo escrito para legos, no sabrán que "tías" es árbol. Con más gracia lo dijo don Antonio de Mendoza en su comedia, enfadado de una tía, que estaba bien con Matatías. Y están de suerte estos chistes vinculados en su ingenio de vuestra merced, que temo que si responde, siendo mi apellido Carrera, me ha de llamar "Carreta." ¡Esta sí que es buena agnominación! Oya a Fabio Quintiliano: "Et haec tam frigida quam est nominum fictio adiectis, detractis, mutatis litteris," como "Acisculum Pacisculum, Placidum Acidum, Tullium Tollium." Mire si se le ajusta el lugar (que si supiera latín como sabe griego, yo sé que me le agradeciera), y si peca en enigma, como la metalepsis de Fabio Máximo contra Augusto, y así las reprehende el mismo por truhanescas hasta en el mismo Cicerón, alabándole las sentenciosas, como la que respondió a la muerte de Clodio. Pero en razón de mudar las letras, ningún lugar en el mundo como en Pedro Crinito, "De honesta disciplina: quem per ignominiam etiam per e literam appelabant Chrestum per Christum."

Y porque todas las demás objeciones son como el primer ejemplo, no quiero defenderlas, ni llegar adonde vuestra merced se cansa de los nombres de las flores y de los animales, siendo sus nombres proprios, ellas en Gregorio de los Ríos y ellos en Marcial, Plinio y Lucano, particularmente de la hemorrois, libro 9: "squamiferos ingens haemorrhois explicat orbes," que vuestra merced tan agudamente aplica a las almorranas, para cuya enfermedad no hay remedio más eficaz que ponerse en ellas hojas de su Orfeo de vuestra merced. Pero, como en las pendencias súbitas no mira un hombre lo que toma, porque "furor arma ministrat," así vuestra merced arrojaba contra el Jerusalén de Lope todo cuanto se le ponía delante, hasta el incensario del rey Ocías, diciendo, con aquella ordinaria nieve, que un sacristán se le hurtó a un cura, siendo el lugar de las sagradas letras. ¡Pero qué mucho, si vuestra merced se ríe de que se nombre el Evangelio, la misa, el nombre de Jesús y de María en un poema sacro! Esto ello se está defendido, pero no le asombre a vuestra merced haber dicho Lope para significar la mañana que cantó el gallo, pues fuera de haber aplicado al ejemplo del Apóstol, como se ve en la estancia, Virgilio no se despreció de haberlo dicho: "Excubitor que diem cantu praedixerat ales," ni Ovidio: "Iam que pruinosus molitur Lucifer axes" / "in que suum miseros excitat ales opus;" ni Horacio: "Sub galli cantum consultor ubi ostia pulsat;" ni Marcial: "Nondum cristati rupere silentia galli," y también en el último epigrama. Ni se les olvidó a los poetas sagrados, en los cuatro himnos de la mañana: "Praeco diei iam sonat, gallus iacentes excitat, gallo canente spes redit, ales diei nuntius." Con esto me excusaré de otras cosas en que vuestra merced se halla tan ignorante como en los lugares de la Escritura. Hablando en las víctimas de Salomón: "boum viginti duo millia, et ovium centum viginti millia." De esta carne se cansó vuestra merced, pues en verdad que no lo dijo Lope de Vega, sino el tercero libro de los Reyes. Extraño odio tiene vuestra merced con la carne, pues aún no la trae sobre sí mismo. Deje vuestra merced a Salomón que mate lo que quisiere, y pues Dios se agradó de este número, no se desagrade vuestra merced. Y este libro de despensa, como vuestra merced dice, no sea en la del embajador de Inglaterra, que le veo malintencionado con los mártires.

Pero, ¿quiere que le diga un secreto? Esto para que no lo sepa nadie: las apologías de Italia le han echado a perder. Todo su Discurso poético es traducción de la Academia de la Crusca de Florencia contra el Tasso, contra el Tasso, menos sus boberías, y la manera de calumniar a Lope con versos así sueltos porque parezcan feos, pues con la misma traza se los van sacando al Tasso los florentines, que versos que no concluyen la sentencia, claro está que han de parecer mal. Y así, al Tasso le sacaron de su Jerusalén muchos como vuestra merced a la de Lope –no tengo para qué referírselos, pues los tiene tan vistos– y de aquella manera parecen tan bajos. Pero quiero disculparlos a entrambos, con la autoridad de Quintiliano, en lo que a vuestra merced y a la Crusca les parece que desmayaron: "Non augenda semper oratio sed submitenda nonnumquam est," y trae por ejemplo en Virgilio, Geórgica cuarta, "exiguus mus," como en Horacio "ridiculus." Y esto es muy ajustado a la verdad, porque "alibi magnificum, alibi tumidum." Ni es otra cosa el arte "quam quaedam rationis ordinatio," con la cual por sus debidos medios se llega al fin en que se prueban los actos. No como en el Orfeo de vuestra merced, de quien no traigo ejemplos por haber escrito don Tomás Tamayo y don Juan de Quiroga tan doctamente; pero diré con Lipsio, en sus Animadversiones a Séneca trágico: "fracta, minuta, quaedam dicta, obscura aut vana quae aspectu blandiantur, excussa moveant risum."

Y qué mayor que hacerla de aquel verso, "La obencadura le cortó a la Rosa," siendo "Rosa" el nombre de una nave y "obencadura" la jarcia del árbol mayor, dando a entender vuestra merced, como ignorante a los que lo son, que la rosa estaba en algún jardín y que la obencadura era la rama de quien se corta. Y porque se vea más clara la malicia de lo que voy tratando, pondré un verso de Lope donde vuestra merced hace gran chacota: "Esto merezco, dijo con la lengua," y añade vuestra merced que fuera mucho decirlo con la nariz. Pues oiga lo que la estancia dice: «Airado Garcerán, viendo que amengua / el Rey su honor con públicos enojos, / ¿Esto merezco, dijo con la lengua, / porque acabaran lo demás los ojos». ¿Ve vuestra merced cómo dice bien que aquello dijo con la lengua y que lo demás acabaron los ojos, significando la fuerza que mostró en ellos? Pues en verdad que el lugar es de Virgilio, mírele qué claro, señor reformador: "Talia voce refert premit altum corde dolorem y spem vultus simulat." Pues mire si en Terencio "hisce oculis egomet vidi" será gran yerro, que claro está que no había de ver con la boca. O aquello de "ore locuta est," ¡pues no había de hablar con la nariz!

Ahora esto pase por ignorancia, que cierto que si fuera otro, que lo habíamos de llamar tacañería, pues crea vuestra merced que si a todos los versos se siguiera la sentencia, sucediera lo mismo, pero quien miente, miente a uso del duelo. Y cuando no fuera aposiopesis, ¿no pudiera ser pleonasmos? Si bien Cicerón, como refiere Fabio, aprobó muchas figuras que reprobó después; pero vuestra merced, que por instantes da en la mala elocución, ¿cómo no se mira, cómo no se oye, cómo no se escucha lo que dicen en tantas sátiras poetas mayores y menores, que a todos los tiene cansados y ofendidos? Si no sabe, que claro está que no sabe, en qué partes se divide, sepa que en tres: "hinchada, fluctuante y seca." En la hinchada se incurre cuando "aut novis, aut priscis verbis, aut duriter, aliunde translatis aut gravioribus, quam res postulat aliquid dicemus." ¿Pues qué le diré yo de la fluctuante? ¿Pues qué de la seca? No ha hecho Dios natural tan cuitado como el de vuestra merced. ¿Para qué anda con los preceptos matándose a sí y picando a los otros, como dice el verso del soneto "Poeta con albarda y acicates," / "que a ti te matas y a los otros picas." Pues sepa, rey mío, que "illud autem in primis testandum est, nihil praecepta atque artes valere nisi adiuvante natura. " Pues créalo de Fabio en su primer libro de las Instituciones oratorias.

¡Qué de cosas ensarta, todas fuera de su lugar porque parezcan viles! ¡Qué bien dijo Sófocles en su Ayace: "Mihi turpissimum est audire hominem stolidum inania verba effutientem!" Como en aquel verso que reprehende, "iluminada teofanía," que, no sabiendo lo que es, lo hace chacota con sistema frigidísimamente. Pues mire cuán bien dijo iluminada teofanía. Hay un cierto conocimiento angélico en que los mayores enseñan a los menores por divinas teofanías: "Theophania vero est ostensio alicuius cognoscibilis de Deo per illuminationem de Deo venientem" lo cual puede ser en símbolos o "facie ad faciem." Pero es lástima hablar con vuestra merced en seso, porque quien ignoró que "baca" era aquella fruta de los laureles, por cuya insignia los graduados del nombre de vuestra merced se llaman "bacalauros," ¿qué respuesta merece? Pero mire el lugar de Plinio hablando del laurel, libro 15, capítulo 3: "maximis bacis atque e viridi rubentibus." Aunque Cicerón las tiene por comunes a todos los árboles: "baca arborum terraeque fruges." Y fue notable grosería quejarse de "sarcófago," habiendo de nombrar en aquel poema tantas veces "sepulcro," variándole ya "túmulo," ya "pirámides," ya con otras diversas especies de este género. Y lea, si sabe, a Plinio, "De lapidibus qui cito absumunt corpora in eis condita," de donde comúnmente se vino a llamar "sarcófago" al sepulcro.

Yo no sé qué lugares tópicos siguió vuestra merced en este papel, ni de la definición, ni del género, ni de la especie, ni de las demás partes; solo fue trasladando a su propósito los versos a la traza que en la Crusca contra el Tasso, con su frialdad, de diez en diez como paternostres. Cierto que vuestra merced es hombre de poca o ninguna memoria, pues defendiendo las voces peregrinas con tanta cólera, se olvida de estos versillos suyos en un romance impreso en las Rimas que vuestra merced llama "alegórico," que es notable título para un romance: «Lenguaje de Dios al fin, / no del tosco estilo nuestro. /Pan por pan, vino por vino, / mar de profundo misterio». Y para que vea el latín que sabe, pone al margen "In finem dilexit," cosa indigna de un varón tan sabio y maestro, por sus impresores, de las ceremonias poéticas. De suerte, señor don Juan mío, que el lenguaje de Dios es "pan" por pan, "vino" por vino, y el de vuestra merced "palude" por laguna y "morbo" por enfermedad. ¡Y a fe que es gentil teólogo! Yo a lo menos no calificaría la proposición, aunque lo soy del Santo Oficio, porque el pan, con licencia de vuestra merced, no es pan, ni el vino es vino, que en el instante de la prolación última de las palabras es Dios, y no pan por pan, vino por vino. Pero mire qué versitos: «No le bastan que sus obras / cuenten Marcos y Mateo». Aquí por vida mía que entraba bien lo de «Cuatro pilares hay en el cielo, / Lucas y Marcos y Juan y Mateo». Pues mire estotro: «Escritas "de verbo ad verbum»." Mire qué lindo latín para en un romance. Pues cierto que no lo busqué, que lo mismo hallara por cualquiera parte que le abriera, y más por estas márgenes de que vuestra merced está tan olvidado; pero pondrele algunos versos para confusión suya, si bien se parecen todos unos a otros, como su ingenio y su cara, y ya le advierto que no los he buscado: «Si en ella Cristo se recuesta y mora». Mire qué "recuesta" esta y qué "mora que enamora y mata" y mejor que el Rey Josías, de que vuestra merced se burla como si ser santo un rey fuese lo mismo que bueno, pues santo y bueno no son convertibles, que puede ser santo un príncipe y no bueno para el gobierno, y bueno para el gobierno y no ser santo, de que hay tantos ejemplos.

Pero volvamos a los versos: «Hoy a la cruz Elena busca y halla»: pues no dicen que la halló tan presto. «Ella a Majencio rompe y avasalla»: maje despacio vuestra merced. "Muchos tras él, resucitar fue visto:" si a vuestra merced le parece, ¿no fuera a mejor "trasero?" «Él vence y huella la región precita»: débelo de estar sin duda quien hizo tales versos. «Mas como dividido en partes ciento»: este es verso boticario, "uncias duas." Pues mire traduciendo al Tasso: «Esme forzoso andar huyendo de ella». Mire qué "esme" y qué "huyendo de ella." Pues este lo enmienda: «Por ser puestas en uso uvas y trigo». Y en materia de ganado, mire estos dos versitos: «Corderos y novillos / y errantes cabritillos». Aquí no le enfadó a vuestra merced la carne, debía de ser después de la Cuaresma. «Ya del dragón en la caverna o nido». Si caverna, ¿para qué nido? Y si nido, ¿para qué caverna? Parécese a la letra de Liñán: «Si aparador, ¿para qué candil? Si candil, ¿para qué aparador»? Pues ¿qué diré del soneto de la Virgen? «Sois orbe cuya bella compostura / nunca nocivas apariencias hace / ni con lo adverso lo feliz alterna». Dígame, señor don Juan, ¿qué hipérbole es decir a la Virgen que no hizo mal a nadie y que no mudó con las adversidades la felicidad? A la fe que fuera mejor que vuestra merced escribiera sus disparates, que no que se pusiera con su ignorancia en cosas que, de vergüenza de su afrenta y aun de lástima, las dejo. ¿Pues estos dos versos paralelos, «Romperé tus cadenas y tus grillos / cual mimbres delicados y sencillos»? Con estos versos bien puede competir aquel de su Orfeo de vuestra merced: «Y en el alga tenaz hunde la quilla». Porque fuera de ser Undelaquilla dueña de honor de doña Lambra, mujer de Ruy Velázquez, el "alga tenaz" es desatino, si no quiere vuestra merced que se parezca a la miel y a la cera, como en Virgilio y Ovidio. Pero mejor que entrambos lo dijo Horacio de la grama, con excelente propriedad, en la vida rústica del Epodon: "modo in tenaci gramine." Pero era Horacio, aunque no tan leído como vuestra merced en las cosas del otro mundo. ¿Pero qué puede igualar a decir a la Hostia: «el corte y la rotura»? Allí sí que entraba « Para mí ventura, / zarabanda, y dura». Esto sí, que no los cernícalos del tejado, verdadera historia de la teja que mató al Rey. ¿No fuera mejor haber dicho "fragmento," señor culto? Pues a la Hostia no se dice "romper," por decencia, sino "frangir." Y vuestra merced, que se cansó de aquel verso de Lope, «unas veces Jesús y otras María», ¿cómo dijo: "Mas oh Jesús precioso?" Esto a fe que lo aprendió vuestra merced en el Ajarafe de Sevilla: «La Virgen con su hijo precioso».

Pero dejando las cosas divinas, diga, por su vida, qué quiso decir en aquella Sátira a una dama flaca, que yo pensé que vuestra merced hablaba de sí mismo, que es lo uno y lo otro: «Mas la vejez en ti ya es cosa "añeja»." Mire qué adjunto este y qué añeja, tomado del poeta Queso. Y más adelante: «Que agora yo deslindo, / presume Satanás de hermoso y lindo». ¿Qué labrador hubiera dicho "deslindo?" Aquí sí que anda Satanás mejor que en el desierto Lopo. ¡Oh ingenio fertilísimo!, ¡oh asombro de las naciones extrañas!, ¡oh gloria de la nuestra, cómo encarece aquella veneranda carta! Pues este concepto, «Creyendo haber diez horas que moriste»: mire qué puntualidad esta y qué "moriste" Pero hombre que dijo: «Y las esferas, que sus vuelcos rigen», ¿había de osar hablar en el mundo? Pues el otro verso, «Vese en Arjona el duque en aciago»: aciago fue el día que vuestra merced tomó la pluma y los pinceles, tan aborrecido de los poetas como chacoteado de los pintores. Pues en las quesicosas que llama "enigmas," oiga este verso: «Mil embustes y falacias». Deo gracias, señor don Juan, que viene aquí famosamente, pues vuestra merced dice que es el torno de las monjas. Luego prosigue: «Es arrebatado y ellas». Estas voces con "arre," señor don Juan, son peligrosas; pero ya vuestra merced, por no hacernos penar, dice que es el coche. Dijéronme que era de vuestra merced aquella letra: "Jesucristo nació esta noche coche, coche, coche;" y no lo había creído hasta que vi este enigma. Pues oiga este: «tales porrazos me dieron, flaco, enjuto y boquiseco»; y en acabando: "Es el cañón de la escopeta." ¡Cierto que lo quise decir! Pero rematemos estas vinorradas con el que vuestra merced llama "Enigma extraordinario:" «No presumo de discreta / ni soy de las muy letradas, / mas tengo letras sobradas / para ser grande poeta». Y por la margen pone vuestra merced: "aroma," "Maro," "mar," y a "Roma." ¡Toma capitán, toma aquello de la redoma! Cosa es esta que, si no la vieran mis ojos impresa con su nombre de vuestra merced, era imposible creerla, con tenerle en la opinión que le tengo, porque no se ha dicho ni imaginado tal disparate de Arceo ni de don Miguel Venegas, que aquí no hacen disculpa el "Mosquito" de Virgilio, el "Rábano" de Marción, la "Mosca" de Luciano y la "Pulga" de don Diego de Mendoza.

Ahora, señor, vuestra merced, pues ha leído el Jerusalén, se enmiende de aquí adelante y sepa aprovechar en buen hora lo que ha leído, aprendiendo de aquel estilo así el artificio como la hermosura de los versos, porque "grandis et pudica oratio," como dijo el comentador de Petronio "non est maculosa, nec turgida, sed naturali pulchritudine exsurgit," que es lo que se alaba en Lope. Y aprenda a hablar con respeto del libro que han impreso, por su dulzura y erudición, Aragón, Cataluña, Portugal y Amberes, y que anda en Inglaterra traducido; y advierta que Lope tiene impresos cuarenta libros y que con ellos no entra lo del poeta satírico, porque estos son todos persios y el suyo es marsio.

Finalmente, quiero preguntarle que cómo acaba su papel diciendo que Lope le debe honras y beneficios, porque es sin duda testimonio, como otros que se le antojan, atribuyéndole el Orfeo del licenciado Juan Pérez de Montalbán, en agravio de los estudios, ingenio y opinión de este mancebo, tan conocida y acreditada, y con premios que ha ganado a vuestra merced en dos certámenes, aunque en este hizo poco. Pero ¿de qué me admiro?, pues andan libros impresos con el título de alguna persona grave cuyos autores dicen que se los vendieron, y de esta opinión no hay sacar a toda España, y aun en Francia se lo murmuran, testigos Escriberio, Delrío y otros. Vuestra merced haga y escriba cuerdamente, que si no, le prometo que le esperan grandes trabajos, fuera de que "maledictis provocatus vi maledicit," por consejo de Ulises a Teucro en el griego trágico. Y cuando censure las obras, excuse las palabras, que fuera de que "vivorum ut magna admiratio, ita censura difficilis est," mientras más ocasiones diere, tendrá más pesadumbres, que Lope no teme gozques. Y avergüéncese de traer tan fuera de propósito "ante portam latinam," que le podrán decir que es "verbum fortem."





1. Nota al texto: el ms. trae aquí machos, que no hace sentido.
2. Nota al texto: el ms. trae aquí dica, que no es voz usada por Jáuregui. Lo correcto tiene que ser una palabra con rima – ica, como implica o esplica, que sí aparecen en el Orfeo.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera