A Cristóbal de Sayas de Alfaro, a quien en una academia anotaron un soneto y hicieron una invectiva sobre la poesía. Epístola.
Olla guisada al sol dijo un
sofista
que era la
poesía,
y los poetas
más desaprovechados y sin fruto
que unto de mona o bachiller en Artes.
Bien dijera si solo condenara [5]
los poetas, dejando la poesía,
que es, cual dice
Aristóteles,
eterna,
procedido del cielo su principio
y su correspondencia de los astros,
a quien el mismo Apolo y las sagradas [10]
Musas honoran y en peanes sacros
y heroicos himnos cantan y celebran.
Y quiere este
histrión
y su
academia
de
zánganos
hibleos y yambógrafos
poetas, que las flores del Parnaso [15]
hozan con inhumanas ignorancias,
con calumnias sofísticas y falsas,
críticas invectivas hacer de ella,
dando ocasión su mal ejemplo al vulgo
a perderle el decoro y reverencia [20]
a su grandeza y celsitud debida.
De la suerte que el mismo,
censurando
vuestro soneto, ha dado exposiciones,
tan fuera de la gloria que merece
y de entender lo que por él dijistes [25]
en moral y alegórico sentido,
que condena sin orden ni cordura,
haciendo ostentación de ingenio y letras,
cual hizo el
Castelvetro
a la excelente
canción del
Caro
hecha al rey de Francia, [30]
o el
otro,
cuyo nombre no se sabe,
a las
Anotaciones
que han salido
de
Herrera
el divino a Garcilaso.
Esto os trae melancólico, de suerte
que deseándoos ver, difiero el veros; [35]
considerando siempre de qué modo
pondré remedio al
daño
dilatado
que señorea en vos la mejor parte
y la purpúrea juventud os gasta,
hallo un nuevo camino de remedio, [40]
que lo fuera a
Matiolo
y Teofrasto,
y es, del veneno propio que os ofende
hacer la medicina con que os sane,
cual se suele curar la mordedura
del perro, cuando rabia, con sus pelos, [45]
o del escorpión, que de él se hace
el antídoto contra su veneno.
Y pues juegan con vos al trunfo visto,
quitémonos las máscaras que ocupan,
descubramos los rostros y hablemos [50]
sin temor de
estos
hartos de cohaba,
que tras la luz caduca del cocuyo
andan sin luz bordoneando a tiento,
haciendo vanos silogismos
2
de aire
sobre si dijo bien o está malo [55]
decir, como don Diego de
Mendoza,
orejas,
y
Boscán,
hombres y gentes,
y
Garcilaso,
gesto y alimañas;
si en buen
lenguaje
se dirá
tornado,
por ser dicción antigua desusada. [60]
Destierran de entre buenos
escritores
a tamaño, hacienda, en fin, ahora;
mostró
dicen que es mala y dura frasis;
hacia,
vulgar;
con quien,
intolerable;
escurrir,
verbo bajo;
arreo,
mal término; [65]
a mí
y
a como,
humildes locuciones;
por más y más,
por pésima relajan;
diverso,
por común es detestable.
Pan
dicen que es vulgar y
vino,
heroico,
y no sé yo en el mundo qué vocablos [70]
hay que del vulgo más usados sean
que
pan
y
vino,
y siendo tan comunes,
al pan hacen vulgar y heroico al vino.
Lindo
quieren que sea dicción lindísima,
y aunque no quieran, es común al vulgo, [75]
conocida y usada comúnmente
del que más sabe y del que más ignora,
de suerte que
Demóstenes
y Tulio
dirán
lindo,
Querilo y
Filonides.
Si esto es así, ¿con qué razón condenan [80]
usar de las vulgares locuciones,
si la usa el político y plebeyo,
de do se infiere que, si
lindo
es bueno,
que
lindaco
y
lindoco
son mejores,
que son compuestos suyos y no usados. [85]
Echan de entre la gente que
bien
habla,
por viles, bajos y vocablos zafios,
del vulgar idiotismo conocidos,
a
endique, contino, pasque
y
disque,
a
ique, ayuda, hasta, meta, nique,
[90]
porque en el verso último dijistes:
«entendí que el amor me dirá ayuda»;
y finalmente todos sus preceptos
es acortar y empobrecer la lengua.
Y sin tener dispensación de Apolo, [95]
habrá entre ellos quien diga, y no reviente,
tacha, engorra, zancajo, escopetina,
lomienhiesto, modorro, cachetudo,
cachiporra, ventrudo, carambola,
maxmordón, alfarnate, chafarraya,
[100]
cojitranca, choclón, chabarrinada,
carcavuezo, sotaque, galambao.
Y así de aqueste modo mil
vocablos
usarán tan copiosos de rudeza
cuan llenos de ignorancia y barbarismo, [105]
y estarán tan pagados y contentos
que dirán que el oráculo de Apolo
daba en este lenguaje sus respuestas
y en él hablaron las divinas Musas;
y querrán, a pesar de la Lanfusa, [110]
que esta sea la lengua de Mercurio
y que Jove hablase en esta lengua.
De su
brutez
tenemos claro ejemplo
que el un
academista
en un soneto
dijo, pidiendo celos a su dama: [115]
«¿Qué guadramaña fue la que hiciste?
¿Con qué tracamondana me engañaste?».
El mejor caletrista que hay entre ellos,
viendo su dama a la ventana, dijo:
«Mi vida y muerte estuvo en vuestro asomo». [120]
Y el mismo dijo, en una estancia, a otra:
«¿con qué embeleco me has amodorrido?»
Otro, en la descripción de un alboroto:
«al fin anduvo todo a la boruca».
Otro escolipetón de cabos blancos, [125]
obra insigne del célebre
Guijarro,
en fangosas figuras otro
Fidias,
dijo, quejoso de la instable diosa:
«de mi hacienda no quedó ostugo,
ni pequeño ni grande, ni mendrugo». [130]
Estos
tracamondanos,
guadrañistas,
de
mendrugo,
de
asomo
y de
modorro,
que el idioma
bárbaro
frecuentan
y contra vos se arriscan y censuran,
entrarán en disputa con Apolo [135]
cómo el
sumo
poeta dijo
Gaza,
cómo dijo
Magalia,
y con qué bula
pudo en otro lugar decir
Mapalia,
siendo vocablos de extranjeras lenguas,
y no de la latina que profesa. [140]
Dan
preceptos
poéticos, sobre esto,
que aluden a la enmienda del soneto,
que una
s
con otra no se hiera,
porque es poco suave y mal sonido;
que la
o
y la
a
son elementos [145]
enemigos, que huyan de juntarlas;
que acaben en vocales, y en la octava
sílaba, con que el verso es más sonoro,
y que el verso que lleva más vocales
es más grave y la voz más numerosa; [150]
que causa oscuridad muchas figuras,
que se debe huir juntar dicciones
inusitadas, bárbaras, vulgares,
que consonantes usen exquisitos,
que no hagan escrúpulo ni huyan [155]
dar consonante a
pieza, fortaleza;
a
brazo, abraso;
a
suave, sabe.
De este modo prosiguen sus preceptos
estos
quimerizantes
que expusieron
vuestros cultos, loables y altos versos, [160]
aunque en nombre de uno es la censura,
en la cual han querido que entendamos
que saben, y faltó en vuestro soneto
los documentos que por ella enseñan
sus bimolcos y ágricos ingenios. [165]
Dejemos estos, no tratemos de ellos,
que es empresa que afrenta su victoria,
como si desde el cielo se abatiese
la reina de las aves a un mosquito,
o Júpiter se airase contra un simple. [170]
Levantemos el vuelo a mayor puesto
y un poco murmuremos de poetas,
que dicen los doctores murmurantes
que es para el corazón la quintaesencia
que sirva en vuestro caso de triaca [175]
contra la mordedura venenosa
de estos mordaces flagelantes
zoilos
del
academia
y del
censor
sofista,
con que aliviéis a la pasión el uso,
viendo de los
antiguos
escritores [180]
lo que se dice, sin guardar respeto
a los que por deidades veneraron
y estatuas y mauseolos hicieron.
¿Quién os parece a vos que será osado,
sin cometer un grande sacrilegio, [185]
hablar de
Homero
ni entender que pudo
decir cosa que nadie le condene?
Pues lo hace
Platón,
el que en el mundo
supo más ciencias y mejor sabidas.
De este, a quien la sagrada y docta Atenas [190]
levantó estatua y ensalzó sus obras,
dicen que en ellas no guardó el
decoro
que se debía guardar a la grandes
y majestad de los supremos dioses,
envileciendo a Júpiter con feos [195]
adulterios y estupros
3
a cada punto.
Que introduce a Mercurio con envidia,
a Juno con envidia y con flaqueza
y dolor mujeril, siendo indecente
a la más poderosa de los dioses. [200]
Que los hombres terrestres y mortales
herir podían los supernos dioses
y derramar su sangre soberana,
cual a la sacra Venus y al dios Marte.
Que una razón repite muchas veces [205]
y no varía en tantas embajadas,
usando siempre unas palabras mismas.
Que cómo eran los ojos de Minerva
de buey ahora y luego de lechuza,
y otras veces la llama de ojos garzos. [210]
Que al caballo de Aquiles introduce
hablando muchas veces con su amo;
que introduce al río Simois tomar armas
y en favor pelear de los troyanos;
que Andrómaca ablandando esté y haciendo [215]
con propias manos las jugosas sopas
al caballo de Héctor, su marido.
Que usó comparaciones muy humildes
y bajas, cual aquella donde dice:
«iba el valiente Aquiles deshaciendo [220]
las escuadras de jóvenes troyanos
como el asno hambriento los melones».
Que da
epítetos
fríos, pueriles,
ineptos, desconformes, sin sustancia,
como decir
divino porquerizo,
[225]
y Aquiles llamar
padre
muchas veces
cuando lo introducía estar llorando.
Y asimismo decir que duerme Jove,
siendo el primer Motor, sin cuyos ojos
y vigilia parara el alto giro. [230]
El casar a las Gracias con el Sueño,
no pudiendo jamás estar dormidas,
le pusieron por vicio y condenaron,
sin otras cien mil cosas que
Aristarco,
su émulo y censor, siguiendo a
Zoilo,
[235]
derramó por el mundo contra Homero,
fuente de la poesía y padre de ella.
¿Qué dijeron de Hesíodo el de Ascra?
¿Y qué dijo Epifanio, condenando
la multitud de dioses que introdujo, [240]
a quien hacen autor de su principio
y el que acomoda el sitio de la tierra
a los celestes climas en su historia?
Luciano
lo llama viejo loco,
parlero sin ingenio ni concierto, [245]
poeta a quien el Sueño hizo poeta.
Dicen que el sabio
Píndaro
no sabe
de otra cosa hablar que de caballos,
de carretas, de juegos, en
estilo
de hinchazón y de soberbia lleno, [250]
a la materia desigual o impropio;
que dio a la cierva cuernos, siendo el ciervo
el que los tiene y tuvo solamente;
que en pública disputa cinco veces
la tebana
Corina
llevó el premio [255]
de los versos, entrambos compitiendo.
Del propio
yerro
imputan a
Calímaco,
en el himno que hizo de Diana,
que dio a la cierva como al ciervo cuernos.
Condenan
a
Teócrito,
en sus églogas [260]
o idilios,
4
que usa en ellos tal bajeza
que hartan luego al que las lee y enfada,
y que yendo hablando humildes cosas
se hincha y sin propósito se altera
y se alza en furor desatinado, [265]
a imitación de las marinas ondas,
que de repente las conmueve el viento.
Dicen también que escribe tan oscuro,
por términos y modos, que es forzoso
tener en casa la triforme esfinge [270]
o a Edipo, expositor de su enigmas,
para declaración de sus conceptos.
Hubo quien lo llamó poeta inepto:
ved, pues, la sinrazón que se le hace
porque la vuestra no os lastime tanto. [275]
Al divino
Virgilio
dice
Servio
y
Donato
que no guardó las
leyes
en las églogas y es
hurtado
todo,
que menos alto levantara el vuelo
si le quitaran las ajenas plumas. [280]
Hubo quien le llamó de poco ingenio
y le quiso hacer quitar la estatua.
Carbelio
le
condena,
entre otras cosas,
en un libro que solo hace de esto,
que sean las naves del troyano Eneas [285]
en marinas deidades convertidas,
habiéndolas el fuego consumido;
que a Eneas, por sabio capitán, compare
a Briareo o a Egión valiente,
que regía en cien brazos cien espadas. [290]
Una comparación del cuarto libro,
que empieza:
"«Qualis ubi hybernam Lyciam»,"
murmuran porque dicen que usó en ella
de grande oscuridad, sin luz ninguna;
que tejió mal su historia, dicen otros, [295]
que infamó en ella a la fenisa reina,
que no guardó el decoro de los tiempos;
condénanle que ciervos puso en Libia,
que puso el viento áfrico por céfiro,
que el puerto que hay en nuestra Cartagena [300]
lo describió por puerto de Cartago,
donde jamás se conoció tal puerto.
Que usa impertinentes digresiones,
cual hace en las
Geórgicas,
contando
de Julio César la llorada muerte [305]
y del tracio amador el triste caso.
Ved dónde llega la mordaz malicia
que dicen de él que habiendo divulgadol
a
Eneida
él propio y viéndose vecino
al término fatal, mandó quemarla: [310]
¡mirá qué le calumnian y condenan!
Hácenlo
jactancioso
y ponen luego,
por testimonio que lo fue, este verso:
"«primus Idumaeas referam tibi, Mantua, palmas»."
No quieren que
Lucano
sea poeta [315]
y
dicen
de él que no es en sus sentencias
suave y siempre va demasiado,
que parece que ladra cuando canta,
que no tiene esplendor ni de razones
ni de graves sentencias. Y sin esto, [320]
dicen que dijo que por Padua pasa
el río Timavo, siendo de Venecia;
que para anegar sola una barquilla
en que iba escondido
5
Julio César
juntó la furia de todos los vientos [325]
y del mar fiero toda la braveza.
Dícese de él que son la mayor parte
de los versos que tiene su
Farsalia
de
Pola
su mujer, que los compuso,
rídícula objeción, inepta y bárbara, [330]
considerando su divino ingenio,
y cuán de poco efecto era el ayuda
de una mujer, más apta al ejercicio
de la devanadera y de la rueca
que para empresa en que temiera Apolo. [335]
Plauto
dicen
que pone a sus comedias
títulos de que en ellas no se trata,
y que a personas a quien no conviene
da los dichos, así como a Carino,
sin ser gracioso haciéndolo ridículo. [340]
Dicen
que él se vistió y dejó desnudo
a
Demófilo,
y supo muchas veces
a
Filimón
y al sículo Epicarmo
despojar y adornarse con sus obras;
demás de que es confuso en cenas y actos, [345]
que tienen sus dos últimas comedias
más faltas que razones hay en ellas.
A
Terencio,
que no guardó
decoro
en las frasis, usando de palabras
no convenientes bien a las personas. [350]
Dicen que tiene menos de poeta
que de
ladrón,
y acúsanle diciendo
que son de
Apolodoro
y de Menandro
hurtadas sus comedias, y otros dicen
que son de
Escipión
y otros de Lelio. [355]
Murmuran
del poeta
Claudiano
que con sus prefaciones a las obras
que hace a sus poemas cansa al mundo.
Del elegante
Juvenal
dijeron
que es más
declamador
que no poeta, [360]
que es libre en su decir y que no tiene
majestad ni poética figura.
Hacen de
mala
condición a
Persio,
pesado
y en las burlas enojoso,
y queriendo que todos lo leyesen, [365]
entendido no quiso ser de nadie
en su poema de escazontes versos.
Dicen que
Horacio
es
duro
en muchas cosas,
que es su
Arte poética
sin arte
y sin orden lo más que en ella trata, [370]
que de muchos
preceptos
que da en ella
él mismo no los guarda en sus escritos.
Al maestro de amor, al docto
Ovidio,
dicen
que en lo de
Tristibus y Ponto
fue poco trabajado, y muchas cosas [375]
que están en sus epístolas condenan
por mal trabadas entre sí y por libres;
que
hurtó
a
Samocrado
y a Nigrido
la invención toda del
Remedio
[sic] amoris,
que escribieron primero este sujeto; [380]
que la obra del gran
Metamorfosis
al poeta Partemio fue
hurtada
y osó cantar con libre atrevimiento
"«Pelignae gentis floria dicar ego»."
De
Catulo
dijeron
que ignoraban [385]
por qué le daban título de docto,
siendo desnudo de sentencias bellas,
teniendo algunas veces tal dureza
y cuánto en otras flojedad y poca
constancia, y desvergüenza en muchas cosas; [390]
que en el Epitalamio de Peleo
y Tetis, sin
propósito
ninguno,
la fábula introdujo de Ariadna.
A
Tibulo
dijeron
que era tibio
y poco afectuoso en sentimientos, [395]
de poca honestidad en muchas cosas,
imitador en todas sus elegías.
Propercio
dicen
que es demasiado
en su curiosidad y poco grave
en el cuidado a que le obliga el arte [400]
de acabar como debe en sus pentámetros,
sin que pueda faltar, con polisílabos,
y que es poco magnífico de espíritu,
gran
ladrón
de
Calímaco
y Filetas.
Duro
dicen
que fue
Cornelio
Galo [405]
y poco numeroso y que ignoraba
la cantidad, que aun no sabía las sílabas.
A
Marcial,
que muchas
epigramas
tiene bajas, ridículas y feas.
A nuestro
Silio
6
Itálico
condenan
[410]
que es sin nervios, sin número ni espíritu,
que cae cuando se atreve o se levanta.
A
Estacio,
que de
puro
cuidadoso
y curioso tiene poca fuerza,
que en su principio es alto y muy hinchado, [415]
que es siempre de figuras afectadas,
que es duro en las dicciones y la habla,
y en las
Selvas
confuso y sin ornato.
Del gran
Valerio
Flaco, en la belleza
de sus números altos y divinos, [420]
dicen
que el uso de la lengua tuerce
en formas de decir jamás usadas.
Infaman
al famoso
Ausonio
Galo
que carece de número hermoso
en su oración y es ordinario en frasis. [425]
Con libre y loco atrevimiento,
dicen
que es falto de buen número y dicciones
Sidonio
Apolinar, siendo al contrario.
Al natural
Lucrecio
hacen
falto
de invención, de periodos oscuros, [430]
duro en estilo y poca policía.
¿Qué queda por decir que no hayan dicho
de nuestro andaluz
Séneca?
Pues niegan
a su divino y generoso espíritu
del trágico coturno el premio y lauro, [435]
diciendo que de
Eurípides
y Esquilo
sus tragedias
hurtó,
y en
arrogancia
y presunción es solo buen poeta.
Licofrón,
que es
oscuro
y dan cansancio
sus anagramatismos y sus modos [440]
de hablar, y concluyen sus mordaces
que su intérprete es digno de más gloria
que no él, usurpándole la suya.
Dicen
que en sus comedias fue
Menandro
arrogante, prolijo, impropio, oscuro, [445]
sin afectos, muy simple en las acciones,
y que el nombre de cómico excelente
Plutarco
se lo dio sin merecerlo,
a quien lo debe más que no a su musa.
Aristófanes
puede repararse [450]
con
Pluto,
con las
Ranas
y las
Nieblas,
porque le tiran de revés y tajo
dando a Plutarco por autor, y
dicen
que es desproporcionado, rudo y rústico,
que siempre muestra rabia en lo que dice, [455]
que compuso vocablos monstruosos,
que su lenguaje es sucio y truhanesco,
por términos cansados y exquisitos,
que dice, introduciendo un hombre rudo:
«traedme luego aquí el gorgóneo cerco [460]
y dadme el giro circular y Torsa».
De
Eurípides
han dicho que no tiene
buena disposición en su poesía,
siempre siguiendo un orden perturbado,
y que se contradice en la
Ifigenia,
7
[465]
donde al principio la fingió medrosa
y luego muy constante y esforzada,
dando a entender que padecía contenta
la mortal, fiera y rigurosa suerte;
que introduce hablando las mujeres [470]
en cosas diferentes y más altas
que a femenil capacidad se deben.
Hacen asco de
Orfeo
porque
dicen
que de rancioso hiede, y que no hizo
obra que de poeta le dé nombre [475]
sino al Amor y al Sueño algunos himnos
y semejantes niñerías que estas.
Sófocles,
a pesar de Luciano,
que del coturno trágico lo hace
el príncipe, se
dice
que de duro [480]
es indigesto, equívoco y cansado.
Dicen que tuvo
Esquilo
en sus tragedias
sola una cosa digna de alabanza:
haber dicho
Calístenes
ser malas.
A
Opiano,
en la
Historia de los peces,
[485]
condenan
muchas veces engañarse
y equivocado dice uno por otro,
y que haciendo el título de un libro
De los peces de Roma,
a la ballena
puso por el primero, siendo pece [490]
que en el romano mar jamás fue visto.
Al colofonio Antímaco de oscuro
condenan
sus mordaces detractores,
siendo tan excelentes sus comedias.
Antiguo
hacen
y grosero a
Ennio
[495]
y de poca
verdad
en lo que escribe.
Mirad, por vida vuestra, qué censuras:
¿fuerzan a los poetas que la digan
o, por decir verdad, cuál murió de ellos?
Largo sujeto, odioso y libre, sigo [500]
en que el poeta tañedor se ocupe
y el maldiciente
Talen
le acompañe,
siguiendo a
Hages,
que aduló a Alejandro
en versos más odiosos que envidiados,
cual fueron los de
Sótades
torpísimos, [505]
que mereció por ellos el renombre
de torpe, cual merece justamente
el que los vuestros sin
razón
censura.
Porque yo he
visto
bien vuestro soneto,
en que no hallo parte en que no tenga [510]
los requisitos que demanda el arte
ni verso que sea indigno de alabanza.
Él, lo
primero
es grave, es dulce, es fácil,
dispuesto con ingenio y con destreza;
hay en él hermosura, gracia y lengua, [515]
terneza, afectos, número, decoro;
guarda la perfección en lo que imita.
Es su lenguaje en todo puro y propio,
sin que le toque del vulgar el aire;
usa en todos sus versos sabiamente [520]
de muchos consonantes, que los haces
onoros, dulces, graves, tardos, llenos;
usa de la perífrasis, que adorna
el verso y hace la oración sublime;
varía con mil flores y figuras [525]
lo que propone y dice lo que quiere
por términos y epítetos ilustres,
que satisface en todo a su propósito.
Si esto en que abundan con felice copia
vuestros fecundos versos, por la envidia [530]
y mordaz odio vemos condenado,
¿qué puedo esperar yo cuando esta
carta
sin majestad heroica, en verso humilde,
lea vuestro censor, sino que haga
de mí, como de vos,
anatomía
8
[535]
y otra invectiva, que me fuerce en ella
que el lugar deje o sea voz del pueblo?
En aquesta ocasión, que menos temo,
vos,
que asistís en el primer asiento
de Apolo y gobernáis las doctas musas, [540]
de profético lauro rodeadas
por la mano de Apolo entrambas sienes,
responderéis por mí, que yo os escribo
como familiar y
amigo
vuestro
esa familiar y humilde carta, [545]
y que ya en esos versos escribieron
Laso y nuestro Gutierre de
Cetina,
y que si acaso no le dieren gusto
se queje del
Trissino,
9
inventor dellos.
Y cuando nada desto satisfaga [550]
aquesa inexorable compañía
de vulgares y míseros perodios,
poeticones, prosistas, rimatores
del
academia,
que infelicemente
osaron
exponer vuestro soneto; [555]
en que, dejando de entender la historia,
van tras el anagógico sentido
o atienden al sentido tropológico,
y sin licencia de
Carduso
y Lasio,
poetas
de sonaja y chirumbela [560]
que el Alcorán poetesco y sus preceptos
saben mejor que Muza el de Mahoma;
dejaldos, que en el pueblo estamos todos
y somos bachilleres en su arte,
de la cual ruego a Dios os saque y libre, [565]
pues no esperamos otro
premio
de ella
que hacernos malsanos, achacosos,
gargajear como ranciosos viejos,
andar siempre reumáticos, tosiendo,
y por horas caérsenos los dientes, [570]
sin los daños de hambre y de pobreza
que en ella se profesa lo primero.
Dios, como causa agente, os libre de esto,
os defienda y reduzga a nueva vida
con la felicidad que yo os deseo [575]
y a vuestro ingenio celestial se debe.
En Híspalis, catorce de febrero
del año del Señor de ochenta y cinco,
a los
academistas
remitida
del museo del ínclito
Malara,
[580]
presente el Ilustrísimo de
Gelves.