Epístola I, a don Álvaro de Portugal, conde de Gelves, etc. En que se reprehende a los poetas que usan en sus poesías de traduciones y de imitaciones y a los que ocupan sus escritos en celebrar damas queriendo por ellos valer con ellas
Creo, según me
dixo
un su
criado,
que vuestra señoría
no
se acuerda
de mí, que de su
libro
estoy
borrado.
Y aunque digo que creo, no concuerda
con lo que creo en esto, ni he creído [5]
que de mi
nombre
la memoria pierda.
Y así no seré en contra persuadido,
aunque le aquexe y trabe letargía,
coma lotos y beba en el olvido.
Que la esperiencia tengo que desvía [10]
cualquier vana opinión que toque en esto,
hecho en su
aprobación
y en causa mía,
por donde entendí luego el
presupuesto
del que me dio el recaudo viscaíno,
tan lexos de
verdad
cuan libre y presto. [15]
Dexome su
respuesta
tan mohíno,
que a poder le quitara el ordinario
de pan, de carne y la ración de vino.
Y por
vengame
de él y su salario,
lo hiciera por
fuerza
ser
poeta,
[20]
que basta por castigo al más contrario.
Y en siendo intruso en esta febea
seta,
le sacara licencia de un
amigo
que en el
Parnaso
sirve de estafeta;
que pudiera sin miedo de castigo [25]
hacer de
coplas
una grande
copia,
tales y tan sin fruto cual quien digo.
Diera
ripio
ayudándole a su inopia
con
términos,
vocablos y epítetos
que servirán de lengua en
Etiopía.
[30]
Hiciera que supliera sus
defetos
con
arte,
aunque sin ella
declarados,
reservando aun así de los concetos,
que hiciera unos
versos
levantados,
con una
hinchazón
de hidropesía [35]
con hebras de oro, y perlas matizados.
Qué gusto diera a vuestra señoría
ver su lacayo
hecho
un mantuano,
y a los brazos revuelto con Talía
verle acotar el paso del
toscano,
[40]
parlar en bergamasco a guitarristas,
no suelta aun la almohaza de la mano.
Entrar entre los cultos
petrarquistas,
con sus manos
tocar
el Anguilara,
en los
Tassos,
y esotros argibristas. [45]
Cuál entremés o cuál sarao igualara,
al verlo andar revuelto en
traduciones,
su musa huyendo a la invención la caza.
Y será cuerdo andarse a
imitaciones,
que en ellas está todo
aderezado
[50]
cual el que come a pasto en bodegones.
No tiene que aguardar que sea guisado,
mas (cual dicen)
sentarse
a mesa puesta,
donde es igual a su deseo el recado.
Así,
estos
que siguen la floresta [55]
de
Italia,
y a su ingenio no se atreven,
hallan en ella en qué colmar su
sesta.
Y dicen que son
necios
los que
beben
en Betis, en
Pisuerga,
en Tajo, en Tormes,
perdiendo esta merced que al cielo deben. [60]
De esta opinión
algunos
son conformes,
que serán antes que movidos de esto
de su unión las musas desconformes.
Veréis un gran poemista
heroico,
apuesto
que si miráis qué es suyo o
traducido,
[65]
queda cual la
corneja
descompuesto.
Esto no es vicio, esto es admitido
entre buenos
ingenios
que se liguen
sin dar más que la lengua o el sonido.
¿No es dado a los
poetas
que investiguen [70]
con la memoria y busquen la
estrañeza
de las cosas más raras que consiguen?
¿Qué
debo
agradecer a la terneza
del español que al vulgo da un
soneto
traduciendo
del
Bembo
su fineza? [75]
¿Qué alabanza le dan al que un sujeto
sigue, sin jamás
de
él mover el paso,
y en él se ve por horas en aprieto?
¿Qué me hace
Boscán?
¿Qué Garcilaso?
¿Que sus comentos y comentadores? [80]
Si no trabajo
yo,
¿qué da el
Parnaso?
No se adquiere la gloria y los loores
con el sudor
ajeno,
aunque de mano
tenga
quien
me levante con clamores.
Cuán fuera de razón, cuán
torpe
y vano [85]
es aquel que así piensa eternizarse
con
flores
producidas del solano.
Esto hace a mi musa retirarse
de seguir esta vía
italiana
y a partes nunca oídas
derrotarse.
[90]
No porque yo no leo de buena gana
sus
escritos,
mas
huigo
y no les toco
como a deidad sagrada mano humana.
Muchos
dirán que es
este
humor de loco,
porque los que más saben exercitan [95]
lo que
repruebo
yo y estimo en poco,
que si
ellos
traducen
o si imitan,
que
Virgilio
imitó
y
traduxo
a Homero
y que por eso no lo inhabilitan.
Que bien pudo Gil
Sánchez,
el hornero [100]
traducir
del
ajena
en nuestra
lengua
a
Lucano,
ponerlo por terrero,
y que su nombre no recibe mengua
por ello, aunque lo esparza en nombre
suyo,
ni se aniquila, ni su gloria amengua. [105]
Al fin, señor, en este fin concluyo,
que lo que usan siempre este exercicio
de
traducir,
(que yo
repruebo
y huyo),
que después de seguir tan ciego vicio
se hacen
siervos
a servir forzados [110]
sin poder más de sí que aquel servicio.
Son de su libertad
enajenados,
no les es permitido desviarse,
que al
sentido
y sentencia han de ir atados.
Por lo que dixo el
otro
han de guiarse, [115]
no pueden de su parte decir cosa
que al
testo
dexe en todo de arrimarse.
¡O vana
sujeción
y trabajosa
que han de ir donde los
llevan
obedientes,
sujetos a una
ley
tan rigurosa! [120]
¿Qué diremos, señor, de esotras
gentes
que con
imitaciones
hacen plato
y tiranizan las sagradas
fuentes?
Tocan alarma, fingen un rebato
con un
horror
que hace estremecerse [125]
y levantar el pelo con recato.
Y cuando viene claro a conocerse
aquel
horrible
son, es todo
viento
llegados junto a donde pueda verse.
Con esto quieren el primer asiento [130]
en el
Parnaso
y escluir a Apolo,
y de musas hacer por sí un
convento.
Cada uno por sí quiere ser
solo,
no sufre igual, y aquesto como puede,
supliendo el natural con sutil
dolo.
[135]
Quieren
que falte quien de
Febo
herede
la
dulce
lira y el laurel
sagrado,
que cada cual a sí se lo concede.
Yo viendo así este bando
levantado,
este furor
poético
encendido, [140]
y el
parnaso
diviso y alterado,
temiendo su
violencia,
oigo el ruido
desde fuera,
cansado
de cansarme
en cosas que evanecen el sentido.
No
quiero ya en sus
trípodas
sentarme, [145]
ni ver sus
academias,
ni concilios,
ni por sus alabanzas ensalsarme.
Yo
vivo
a mi placer sin sus augilios,
haciendo un mal
soneto
por mi
gusto,
pues no podemos todos ser
Virgilios.
[150]
Con esto me entretengo y de esto gusto,
celebro
a don Jamón y al padre Baco,
y con Bontemp la buena vida ajusto.
Ríome
cuando veo al otro flaco,
amarillo, los ojos muy sumidos, [155]
y que por fuerza la razón le saco.
Preguntado qué casos sucedidos
lo traen así, dirá que el hacer
versos
a una dama que
roba
sus sentidos.
¡Oh
inorantes
poetas que en diversos [160]
escritos
celebráis
vuestras
queridas!
No esperéis de ellas aunque sean mastersos.
Mirad que en
balde
consumís las vidas,
que con
Amor
no valen ya
sonetos
ni las damas con ellos son movidas. [165]
Ya ocupé en este yerro
mis
concetos,
la bandera del fiero
Amor
siguiendo
a todo al yugo con los más sujetos.
Ya me vi que
holgaba
padeciendo,
ya me vi que mi gloria era mi fuego, [170]
el descanso y placer aborreciendo.
Y ahora he reducido a riza y juego
los que es
Amor,
riendo
los amores,
libre
de aquello que me truxo ciego.
No quiero ya
privanzas
ni favores, [175]
ni andar
sujeto
ajenas voluntades,
ni contender con nuevos amadores.
No quiero creer
mentiras
por verdades,
ni andar al paladar de una criada
que os viene con trecientas
novedades.
[180]
No
quiero ver que pago una embaxada
con mi hacienda y vida y al fin queda
menos contenta cuando más pagada.
No quiero ver que cuando más me enreda
en su favor la
dama
y más le haga agrado [185]
en un momento
contra
mí se aceda.
Ándese quien quisiere desvelado
si entiende que así el
gusto
se mejora,
que el premio sacará que yo he sacado.
Ande
cantando
solo y a deshora [190]
mientras duerme la dama muy segura,
paredes tristes que es de mi señora.
Y si quieres, poeta, en tu locura
premanecer, no tengo que avisarte,
que bien sabes de
Amor
la desventura. [195]
Ponga el Amor su
fuerza,
estudio
y
arte,
en el
lacayo
de su señoría,
que del
parnaso
siga el estandarte.
Hágalo enamorarse de Talía,
que la requiebre y diga mil
amores
[200]
encendido en su fuego de
poesía.
Pagárame el recaudo con sudores,
haciendo
versos,
viéndose en el
coro
de Febo, con febistas
tradutores.
Reiré
verle cantar con hebras de oro [205]
al son de su almohaza a su querida,
con luces bellas de inmortal tesoro.
Y en cuanto
vivo
en esta libre vida
sin que el
amor
me ofenda con su arte,
pues así fue del cielo guarecida, [210]
¡Oh
claro
conde
igual a Febo y Marte!
Cantaré vuestra
gloria
no imitada,
que se
celebre
y cante en toda parte.
Mas, ¿dónde puede haber tan
apartada
gente
de quien dexéis de ser cantado [215]
y vuestra ecelsa
gloria
celebrada?
En el Hemo de
Orfeo
cultivado
os cantan, y os ensalsa el belicoso
sármata, que es de sangre apacentado.
El que bebe del Nilo generoso [220]
la primer onda, en Letis la postrera,
el Félix árabe y el Sabeo oloroso.
Es cílice mojado en pluvia fiera
el sicambro y etíope de cabellos
vueltos, de allá os
envían
la voz ligera. [225]
Y conformando con las voces de
ellos
diversas voces de diversas gentes,
y en una sola la de todos ellos,
y
celebrando
vuestras ecelentes
partes, no os dan igual en cuanto mira [230]
el claro
Apolo
en climas diferentes,
alto, sujeto a su
divina
lira.