Información sobre el texto

Título del texto editado:
Discursos apologéticos por el estilo del «Polifemo» y «Soledades», obras poéticas del Homero de España, don Luis de Góngora y Argote.
Autor del texto editado:
Díaz de Ribas, Pedro 1587-1653?
Título de la obra:
Documentos gongorinos
Autor de la obra:
VV.AA.
Edición:
México: El Colegio de México, 1960


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Fuentes
Información técnica





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Suele la novedad causar nuevos pareceres y contradicciones. El estilo del señor don Luis de Góngora en estas últimas obras (aunque es conforme al ejemplo de los Poetas antiguos y sus reglas) ha parecido nuevo en nuestra edad, no usada a la magnificencia y heroicidad que pide la poesía […]. Unos por no estar versados en la lección de los Poetas antiguos ni entender sus frasis tan llenas de tropos y tan remotas del lenguaje vulgar, otros por ser muy afectos a un estilo llano, cándido y fácil, preciándose de verdaderos imitadores de Garci Laso, condenan a ojos cerrados la obra del Polifemo y Soledades; y sus objeciones en especial son estas: 1. Las muchas voces peregrinas que introduce. 2. Los tropos frecuentísimos. 3. Las muchas transposiciones. 4. La obscuridad de estilo que resulta de todo esto. Oponen también otras objeciones no pertenecientes al estilo nuevo, como: 5. La dureza de algunas metáforas. 6. La desigualdad del estilo en algunas partes. 7. El uso de palabras humildes entretejidas con las sublimes. 8. La repetición frecuente de unas mismas voces y frasis. 9. Algunas hipérboles y exageraciones grandes. 10. La longitud de algunos períodos. 11. La redundancia o copia en el decir

[…]

Algunos modernos dicen que, aunque pretenda deleitar la Poesía, su principal fin es enseñar; a quien no asiento, porque el fin de un arte, por quien se distingue de las otras, no ha de ser común a ellas: y la Retórica enseña, la Historia y la Filosofía. Y si la enseñanza es como género a muchas artes, el fin especial de la Poesía será enseñar deleitando y el de la Retórica enseñar persuadiendo [...]. Este deleite nace, ya de las cosas portentosas, admirables y escondidas, ya de las voces y frasis sublimes y peregrinas. De aquí afirmó Pontano en el diálogo Accio, que el fin del poeta es apposite dicere ad admiratione. Y Antonio Minturno, libro 1 De Poetica, afirma que no es Poeta el que no admira […]. Y un moderno de grande ingenio [Carrillo y Sotomayor] afirma que sólo se distingue de los demás de la alteza del lenguaje. Esto confirma solamente el concederse escribir poéticamente a ingenios muy grandes y por lo remoto del decir vulgar, como partícipes de impulsos divinos y de inspiración superior, como notó doctamente Platón, in diálogo De furore poetico, Cicerón, Pro Archia poeta, y los demás. Así a los Poetas, por la alteza y divinidad de espíritu, los llamaron Vates, la cual voz significa lo que el Griego llama Profetas y nosotros Adivinos. Y aun antiguamente, quien era adivino solía ser Poeta. […] De aquí también nace la diferencia entre el orador y el Poeta, Cicerón, libro I, De oratore […]. También traeré entero a este propósito un elegante lugar de Pontano in Accio, donde hablando del Orador y del Poeta: […] quodque oratori satis est bene dicere atque apposite, id oportet in poeta sit et excellenter. At tametsi oratoris quoque est aliquando et magnifice et excellenter, tamen id non ubique, neque semper cum poetae hoc ipsum ubique suum sit ac peculiare, etiam cum in minutissimis atque humilibus versatur rebus, siquidem necesse est et minutissimis et humilibus describendis rebus appareat etiam eius excellentia. Y si Quintiliano en otros lugares alaba la perspicuidad y parece contradice a los tropos y género de estilo de nuestro Poeta, sólo son tales preceptos para instruir al Orador, como constará del contexto. Y no por esto el Orador procede con modos vulgares, antes se atavía con ornato de figuras y tropos, con sublimidad de voces, con cuidado de números, etc. Y su estilo se diferencia del lenguaje común y del de los Filósofos.

[…]

Para conseguir nuestro Poeta esta alteza y elegancia en el decir, o le fue necesario o convenientísimo revolver los tesoros de la lengua latina, usurparle muchas voces elegantes, venustas, sonoras y muchas frasis bizarras; con lo cual parece enriqueció la nuestra y la adornó del atavío y galas extranjeras, descubriendo sus espaciosos y amenos campos, no hollados antes. […] Lean, lean los Poetas antiguos, griegos y latinos y los mejores toscanos, y advertirán que a nuestro Poeta se le deben dar muchas gracias, porque enriqueció nuestra lengua con los tesoros de la latina, madre suya, no sólo en las voces, sino en la gracia del decir, en la composición de las dicciones y en las demás virtudes, que era lo que a nuestra lengua le faltaba para su policía y artificio; porque la latina puede prestarle a la nuestra voces elegantes, sonoras, venustas y modos graciosos, valientes, etc., con que llegará a la cumbre de su perfección […]. Con esto alcanzó nuestro Poeta dos fines: el uno, versos nada groseros, mas de sonido delgado, elegancia y bizarría en el estilo, con lo cual ha igualado las Musas más dulces y valientes, así griegas como latinas; lo segundo, consiguió un frasi realzado y peregrino, para cuya adquisición trabajaron todos los Poetas, trayendo voces peregrinas y mudando las propias […]. Y no es tan excesivo nuestro Poeta en derivar voces latinas como algunos piensan, que condenan en él no la derivación, sino la exquisita afectación […]. Más licenciosos fueron algunos italianos en aprovecharse de la lengua latina; y entre ellos el Sannazaro […]. Y nuestro Juan de Mena, excelente en el ingenio, en la doctrina y en la alteza de espíritu poético, por exornar en aquellos rudos siglos nuestra lengua y por realzar sus versos y hacerlos más graves y admirables, usó innumerables voces latinas. […] También Garci Laso, aunque su estilo es puro, cándido y llano, usó muchas voces toscanas y latinas, que por abreviar de estudio no colijo de sus obras. […] Y si nuestro Poeta pretendió enriquecer la lengua con voces nuevas y exornar la Poesía con ellas, no es maravilla cometiera algún exceso fuera del modo ordinario. Por este fin muchas dicciones, ya propias de nuestra lengua, las aplicó al significado y frasi que algunas veces usan los Latinos: en que descubrió las ocultas minas de su lengua y le comunicó la gracia y copia de los frasis latinos.

[…]

Pasemos a disolver la más grabe dificultad que nos oponen, que es la obscuridad ininteligible, vicio grabe en el estilo, y que todos los escritores, ya con reglas y preceptos, ya con ejemplos, nos amonestan evitemos. Hay, pues, dos especies de obscuridad en la Poesía: una nace de las historias, de los pensamientos delgados, del estilo sublime; otra, de la contextura anfibológica de las dicciones, y esta es viciosa. La primera es propia tanto del Poeta que por ella se distingue del orador, etc. Lo cual haré claro con razón y autoridad, descendiendo en particular a explicar toda esta doctrina. Los escritos de los Poetas suelen estar llenos de mucha filosofía, de fábulas ocultas y de historias, las cuales no podrá entender sino el que estuviere muy culto en toda lección. […] Así como no entenderá el no versado en los escritores tantas fábulas, historias y alusiones o imitaciones de Poetas como están engarzadas con mucha gala por todo el contexto de las Soledades. Y que no se entiendan por la erudición que contienen, no es falta suya, sino del que no sabe. Así, el que no fuere de mucho ingenio y lección no penetrará la agudeza y novedad de los conceptos de nuestro Poeta. Pues también la alteza que pretendió en el estilo con las voces peregrinas, con tropos, transposiciones, son (bien que virtudes necesarias para este fin) causa de obscurecer la oración. Las voces peregrinas y frasis, es cierto, causan obscuridad, como significan Aristóteles, in Poética, y Quintiliano, libro 8, capítulo 2 […]. Los tropos hacen lo mismo, como se colige de este filósofo in Poética, capítulo 22 […]. Nace también la oscuridad en las Soledades del modo de decir con que, huyendo el Poeta de la humildad, se encarama (como dijo uno [Cervantes]) sobre los mismos hombros de Calisto, guardando suma majestad y dando a admirar su sumo estudio e ingenio. Este género de locuciones semeja a la dignidad tanto alabada en Virgilio, la cual consiste en un esplendor de palabras y un corriente y disposición en ellas, conspirados al ornamento de la dicción. […] Estos modos [de las Geórgicas de Virgilio] tan célebres son como sombras de la alteza y gala con que algunas veces nuestro Poeta habla aun de las cosas más ordinarias. Y no es argumento eficaz decir que estas Soledades tratan de campos, chozas y pastores, y que así es Poesía Bucólica y se ha de allanar al estilo ínfimo, como los demás versos bucólicos; porque su principal asunto no es tratar cosas pastoriles, 1 sino la peregrinación de un Príncipe, persona grande, su ausencia y afectos dolientes en el destierro, todo lo cual es materia grave y debe tratarse afectuosamente, con el estilo grave y magnífico. Lo cual confirma Torquato Tasso, libro Del poema heroico, pues dice que de materia amorosa aun se puede componer Épico Poema. […] Así en estas Soledades, si miramos al modo de decir, se ha de reducir al sublime; si a la materia, a aquel género de Poema de que constaría la Historia etiópica de Heliodoro si se redujera a versos […]. Con todo eso, aun en materias humildes, por guardar el fin del asunto en la sublimidad, no desmaya y guarda un mismo tenor, huyendo del estilo plebeyo. […] Es cierto que, aunque el Poeta tenga obligación de amainar la braveza y soberbia de espíritu en los sujetos humildes que principalmente trata, como de la agricultura, etc., con todo eso, en éstos ha de ser alto y valiente en las palabras, en el modo de decir, como notó doctamente Pontano en el diálogo Accio: sic assentior, ut semper existimaverim in quacumque ad dicendum suscepta materia, atque in dicendi quoque genere magnitudinem, sublimitatemque ipsam Poetae esse propriam, numquam mediocritate contentam, quod Virgilii agricultura docere plane potest. Adviertan esto los que piensan que el estilo de las Soledades había de ser llano, bucólico y humilde, porque trata de pastores, de chozas, caza, etc. Volviendo, pues, a la materia dejada [la elucidación y justificación del estilo sublime], digo que no se pueden dignamente ponderar las locuciones peregrinas con que se sublima nuestro Poeta, por apartarse del común. El cual fin es tan alabado que le movió a los Poetas no sólo a investigar modos exquisitos de decir, sino a mudar la construcción y significar cosas diferentes de lo que el contexto sonaba en el vulgar significado.

[…]

Estos modos obscurecen la oración y se oponen a la pureza, aunque son propios del estilo levantado, según Hermógenes, libro I De formis, capítulo De eschemate puritatis. […] Esta obscuridad no se condena, porque nace de la grandeza, y así no es viciosa, según refiere el mismo Hermógenes: nec simpliciter obscuritas vitium est orationis quando et emphasis etiam figuratae quaestiones non clare res dicunt, et non secundum vitium procedere iam dicemus, nec orationis dicemus omne vitium. Post hanc et de magnitudine dicendum, quoniam claritas aliqua magnitudine, et pondere indiget, sed claritati nimium convenit expeditum, humilique quod est magnitudini omnino contrarium. […] Así que concluyo que lo que llaman obscuridad en nuestro Poeta no es falta suya, sino sobra de virtudes poéticas y falta o de lección o de ingenio o de atención en el lector […]. Porque aquella obscuridad no es culpable, que nace de virtudes o necesarias o convenientísimas a la Poesía […]. Dirá alguno: yo confieso que nuestro Poeta alcanzó con este modo de decir un estylo levantado, pero pudiera moderarse, no bajándose a decir vulgarmente y juntamente dándose a entender a todos; el cual modo de decir tuvieron muchos Poetas griegos, latinos y toscanos. A esto respondo que el Poeta no tiene la obligación de regular la alteza de su ingenio con el juicio del vulgo, antes todos huyeron de agradarle. De lo cual hizo un tratado don Luis Carrillo (ilustre ingenio cordobés), a quien intituló: Erudición poética. […] Luego, si nuestro Poeta no tiene obligación de contentar a muchos, bien podrá sólo componer para los doctos con estilo sumamente sublime, en el cual estos trabajen con mucho gusto. Porque según dice Aristóteles, libro 2 De coelo, mayor deleite es tener pequeña noticia de cosas supremas que tenerla muy grande de materias inferiores […]. Así un varón doctísimo de nuestra nación [el padre Juan de Mariana] dijo que trabajaba con mucho gusto en entender las Soledades, porque gustaba de sacar oro y perlas aun a costa de mucha fatiga

[…]

Y así los grandes ingenios no fueron excluidos del número de los Poetas, ni dejaron de alcanzar el grado merecido a la excelencia de sus obras si la obscuridad de su estilo fue acompañada de virtudes excelentes o provino de la alteza del decir. Pues nuestros sagrados escritores, especialmente los Profetas, fueron casi ininteligibles, no sólo por los misterios altos que significan, sino por lo remoto y extraño de la oración y por las frasis poéticas; que, aunque escribieron en prosa, lo encumbrado de su espíritu los levantó a usar estilo sublime semejante al de los Poetas. […] En conclusión, el intento del Poeta ha de ser decir con tropos, con altos modos de decir, aunque así se obscurezca la oración. De modo que aunque los versos se desaten de los números y se truequen en prosa, en esta parezcan los miembros desatados del Poeta […]. Y aunque yo no sacara otro fruto de mi trabajo sino dar a entender a los calumniadores de nuestro poeta que no lo es quien compone con estilo humilde y llano (aunque tenga perspicuidad), estuviera muy satisfecho.





1. Estas materias son circunstancias accidentales al fin principal de la obra (Nota del Transcriptor).

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera