ÉGLOGA A CLAUDIO
Claudio,
si quieres
divertir
un poco
de tanta ocupación el pensamiento,
oye sin
instrumento
las ideas de un loco
que a la cobarde luz de tanto abismo [5]
intenta desatarse de sí mismo.
En tanto, pues, que te concede espacio
la generosa casa de Altamira,
al margen te retira
del centro de palacio, [10]
y tú en reír y yo en llorar, ¡qué estremos!,
Demócrito y Heráclito seremos.
Bien que parece reflexión süave
traer en tanta
edad
a la memoria
la
juvenil
historia, [15]
como mirar la nave
que tocó las estrellas con las olas
segura en las arenas españolas.
Joven me viste y vísteme
soldado
cuando vio los armiños de Sidonia [20]
la selva Calidonia
por Júpiter airado,
y las riberas de la Gran Bretaña,
los árboles portátiles de España.
Allí de Filis desterrado, intento, [25]
de sola tu
verdad
acompañado,
mudar a mi cuidado
de cielo y de elemento,
y el cisne amor, efeto de su espuma,
cortó las aguas sin mojar la pluma. [30]
Mas luego a Marte en mi defensa nombro
y paso entre la gente castellana
la playa lusitana,
el arcabuz al hombro,
volando en tacos del cañón violento [35]
los papeles de Filis por el viento.
Bramaba el mar, y el eco repetía
duplicando las cajas y trompetas;
por bordes y jaretas
la gente discurría,[40]
como al formar sus puestos se conmueve
melífero escuadrón en corcho breve.
Pendientes de los altos masteleos,
flámulas de colores competían
con las ondas, que hacían [45]
lascivos escarceos,
sufriendo escalas y brumetes rudos
en montes de cristal pinos desnudos.
Entonces
Aristóteles
dormía;
materias, formas, causas y accidentes, [50]
físicas diferentes
Minerva proponía;
aunque, si amor es guerra, y fui soldado,
mudé la ciencia, pero no el estado.
¿Quién te dijera que al esento labio [55]
que apenas de un cabello se ofendía
amaneciera día
de tan pesado agravio,
que, cubierto de nieve agradecida,
no sepamos si fue cometa o vida? [60]
Así corre, así vuela el curso humano,
cual suele navegante suspenderse
que pasó sin moverser
el golfo al oceano,
que entre jarcias y verlas voladoras [65]
miró las olas, pero no las horas.
Sólo conoce de su incierta vía
os vientos, que es lo mismo que los hombres;
ni sabe más que nombres
de tanta hidrografía, [70]
porque sólo le queda en el oído
no el agua que pasó, sino el sonido.
¿Y quién pudiera imaginar que hallara,
volviendo de la guerra, dulce
esposa?
Dulce por amorosa [75]
y por trabajos cara,
que amor a tanto sol, a tanto frío
o fuera de Jacob o fuera mío.
Mi peregrinación áspera y dura
Apolo vio pasando siete veces [80]
del Aries a los Peces,
hasta que un Alba fue mi noche escura.
¿Quién presumiera que mi luz podía
hallar su fin donde comienza el día?
Yo vi mi pobre mesa en testimonio [85]
cercada y rica de fragmentos míos,
dulces y amargos ríos
del mar del matrimonio,
y vi, pagando su fatal tributo,
de tan alegre bien tan triste luto. [90]
¿Quién me dijera entonces, quién pensara
que al fin de tanto mar, tanta tormenta,
la víctima incruenta
pusiera sobre el ara,
y que, si no con manos, con deseos [95]
subiera al monte del divino
Teos?
Pues, Claudio, así se muda cuanto vive.
No sé si soy aquel, mas he llegado
a no tener cuidado
que más conmigo prive [100]
que prevenirme a mi fatal destino,
que nunca le temió quien le previno.
Voy por la senda del morir más clara
y de toda esperanza me retiro,
que sólo atiendo y miro [105]
a donde todo para,
pues nunca he visto que después viviese
quien no murió primero que muriese.
Todo lo juzgo sombras, todo
viento,
todo opinión y fuerza poderosa; [110]
la novedad gustosa
no quiere entendimiento,
que en lo que viene a ser arbitrio el
gusto
no hay cosa más injusta que lo justo.
De sus tenaces rúbricas el olmo [115]
trepa la hiedra con estrecho abrazo,
y de uno en otro lazo
corona el alto colmo;
así crece el favor, así levanta
pirámide real humilde planta. [120]
Puede el poder cuanto posible fueres
obre los dos primeros elementos
y puede, si quisiere,
hacer entendimientos,
porque su voto, digno de respeto, [125]
obliga a presumir igual conceto.
Mas el
oro
ha de serlo a todas vistas;
relámpagos de luz no son esencias,
que también en las ciencias
puede haber alquimistas, [130]
y el oro de opinión y de cautela
ni al martillo estará ni a la copela.
Severo entre nevados desengaños,
mejor merece fe con la experiencia
en la propuesta ciencia [135]
el curso de los años,
que no es espada de la pluma el
genio,
que la gobierna el brazo y no el ingenio.
El cónsul que a la guerra no quería
llevar bisoña gente vio que un mozo [140]
un peine en vez del bozo
sangriento se metía,
y agora ingenios
mozos,
¡cosa rara!,
se meten versos por la misma cara.
En tiernos años se celebra el nombre, [145]
gracia y belleza de una hermosa dama;
pierde la edad la fama,
y el
ingenio
del hombre
es de tan indiferente compostura,
que tiene con las
canas
hermosura. [150]
Mas yo, que de esta ley mi nombre
excluyo,
ni estimo aplausos ni lamento agravios,
adoro en hombres sabios
y de ignorantes huyo,
de donde saco en cierto silogismo [155]
que huyo de mí mismo por lo mismo.
Ya no me quejo de mi dura suerte
ni pido más lugar a mi ignorancia
que la breve distancia
de mi vida a mi muerte, [160]
que el premio, aunque es forzoso desealle,
más vale merecelle que alcanzalle.
Si no me embarazara el libre cuello
de la necesidad el fiero yugo
por lo que al cielo plugo, [165]
yo viera en mi cabello
algún honor que a la
virtud
se debe,
que diera verde lustre a tanta nieve.
Del vulgo vil solicité la
risa,
siempre ocupado en fábulas de
amores;
[170]
así grandes pintores
manchan la tabla aprisa,
que quien el buen
juïcio
deja aparte
paga el
estudio
como entiende el
arte.
Hubiera sido yo de algún provecho [175]
si tuviera
Mecenas
mi fortuna,
mas fue tan importuna,
que gobernó mi pluma a mi despecho
tanto, que sale (¡qué inmortal porfía!)
a cinco
pliegos
de mi vida el día. [180]
Por no faltar a quien mi
cuello
oprime
nunca pude ocuparme en cosas
serias
que en humildes materias
no hay estilo sublime,
porque es hacer efímeras
poemas
[185]
sellar para romper frágiles nemas.
Pensé yo que mi lengua me debía
(así lo presumió parte de España,
o el propio amor me engaña)
pureza
y armonía, [190]
y, si no lo permite quien lo imita,
o deje de imitar o lo permita.
Parece elevación desvanecida
esta manera de escribir tan
nueva,
que arrogante reprueba [195]
la
humildad
de mi vida,
y es solamente acción desesperada
de quien se corta con su misma
espada
Rompe entre cajas, armas y soldados
el silencio traidor mina furiosa, [200]
en nube polvorosa
de cuerpos arrojados,
con rigor tan horrísono y violento,
que van hablando por el mismo viento.
Así, después de tantas dilaciones [205]
con modestia pacífica sufridas,
forzadas y impelidas
de tantas sinrazones,
salen entre soberbias humildades
de la mina del alma las verdades. [210]
Feroz el cierzo, amenazando escollos,
desnuda almendros de favor desiertos
y por su mal abiertos;
de tímidos pimpollos
viste las alas y, nevando flores, [215]
vuela veloz con plumas de colores.
No de otra suerte en mi humildad la ira
del proceloso viento de la
injuria
con arrogante furia
a su defensa mira, [220]
y esparce por su esfera los concetos,
flores del alma y de la pluma efetos.
Las pajas de su nido sacudiendo
cuelgan del aire tiernas filomenas,
y estampa las arenas [225]
el perdigón corriendo
antes que el viento acuchillar presuma
la cáscara del huevo entre la pluma.
Deben Cástor y Pólux al de Leda
ser estrellas del Géminis agora; [230]
y ingenios a su aurora,
la pompa de su rueda,
que así discurren las etéreas salas
con los versos del
cisne
entre las alas.
Mejor fuera que flores carmesíes [235]
o cándidas y azules me adornaran
la frente, que envidiaran
diamantes y rubíes,
en la jurisprudencia o sacra ciencia,
que no verde
laurel
en contingencia. [240]
Dijo el pastor de Mantua que las Musas
eran su amor, como también mi estrella,
no porque tenga en ella
sus deidades infusas,
mas por hallar en
influencias
tales [245]
para mi error
disculpas
celestiales.
Silba en la selva, apenas de la pluma
cubierto, el ruiseñor sus dulces penas,
y el pez, átomo apenas,
en círculos de espuma [250]
nada veloz, porque imposible fuera
que de la inclinación se defendiera.
Con voz y aliento débil en la boca
mueve la arteria el corderillo espulso
por su natural impulso, [255]
y a su madre provoca,
de donde viene a ser desde que empieza
casi necesidad naturaleza.
Sirviendo
al
generoso
duque Albano
escribí del
Arcadia
los
pastores,
[260]
bucólicos
amores
ocultos siempre en vano,
cuya zampoña, de mis patrios lares,
los sauces animó de Manzanares.
Al sol de la marítima zaloma [265]
del pirata
Dragón
de Ingalaterra
canté
la injusta
guerra
también en propio idioma,
sacando a
oírme
de Neptuno el coro
por orbes de cristal madejas de oro. [270]
Luego con el
salterio
castellano
a la vida inmortal la voz inclino
de aquel fénix divino,
labrador cortesano,
cuya fuente, más pura que Helicona, [275]
tantos ingenios de laurel corona.
Al tercero Felipe, que aún no había
llegado al cetro del mayor segundo
y al uno y otro mundo
los hombres prevenía, [280]
por voto humilde consagré segura
de
Angélica y Medoro la hermosura.
Lloré las
Rimas
del
amor
humano,
canté las
Rimas
del amor
divino,
compuse
El peregrino,
[285]
y, en néctar soberano
bañado, disfracé con anagrama
los
Soliloquios
de mi ardiente llama.
Así pude volver con otras cuerdas
las pajas de
Belén
en líneas de oro, [290]
y del arco sonoro
beñé las juntas cerdas
el lágrimas de Mirra, y sus
Pastores
entre la nieve coroné de flores.
Ya me llamaba intrépida la
trompa
[295]
y en el marfil los silbos a la guerra
de la sagrada tierra,
y con funesta pompa
Jerusalén cautiva
al llanto, al canto
del tierno mármol del Sepulcro Santo. [300]
En más templada edad a los
Divinos
triunfos
(alto sujeto a la mejor lira,
en quien Apolo inspira
concetos peregrinos)
dispuse el instrumento, cuya historia [305]
diese honra a España y a Felipe
gloria.
Después, con más atento
gusto
y pluma,
al mismo sol
La Filomena
ofrezco,
y
intrépido
parezco
al que de blanca espuma[310]
hizo sepulcro a su atrevida cera,
mas era el sol de Pimentel esfera.
Cuando pidio para aumentar la hispana
corona,
entre las ansias de Lucina,
favor a la
divina
[315]
la majestad humana,
la fénix le ofrecí de
La Almudena
y al lirio azúl, la cándida azucena.
Al monte rey que mira al sol primero
cuando viste la aurora de oro y grana[320]
dediqué
La mañana
del precursor lucero,
donde
compite
a los mayores mares
en galeras de tierra Manzanares.
Canté
La rosa blanca
a la más bella [325]
y que menos vivió su pompa hermosa;
así dura la rosa,
pero de rosa a estrella
pasó al jardín a donde goza agora
primavera inmortal y eterna aurora. [330]
Al tres veces heroico lusitano
gran duque de
Berganza,
aunque con tosco
pincel, que no de Bosco,
de Rubens o el Basano,
pinté aquel
Monte
que en furor compite [335]
con cuantos bañan Febo y Anfitrite.
Lejos de osar ni aun
imitar
los lejos
de la pintura y fábula ovidiana,
que deja mañana
mirar del sol reflejos, [340]
sino las trenzas de su luz difusas,
La Andrómeda
otra vez vieron las musas.
De versos que la música
amorosa
esparce a voces cuando el dueño esconde
de las
Novelas,
donde [345]
se alternan verso y prosa,
de
Epístolas
y de obras traducidas
ni aun los nombres permito que me pidas.
Vive sin luz, por ser en tierna infancia,
El robo de la hermosa Proserpina, [350]
que a la pluma latina
trasladé
la elegancia;
mas, dedicada al cardenal
Colona,
por sirena quedó de su corona.
De muchos
Salmos
del real profeta, [355]
de las
Justas
poéticas premiadas,
de tablas comenzadas
cual pintura imperfeta,
no quiero resolver tan justo olvido,
que dirá mi
humildad
que la he perdido. [360]
En varias
Rimas
lágrimas inmensas
mostraron, con dolor de tanto olvido,
inmenso el ofendido
y inmensas las ofensas;
canté mis yerros y lloré cantando [365]
que es volver a Sión cantar llorando.
Mirando el fin de la arrogancia hermosa,
vestí
con versos a su pompa iguales
de concetos morales
doce veces la rosa, [370]
pues solo viven en sus verdes camas
lo que hay desde las manos a las ramas.
Y cuando la sagrada Compañía
fundaba sus
estudios,
las
Lecciones
de tan altos varones [375]
canté con osadía,
y al gran pastor las consagré de
Acuña
que el cayado mayor de Luso empuña.
La hermosa
Circe
y el feroz gigante,
sombra del mar y de la tierra asombro, [380]
que puso al cielo el hombro,
emulación de Atlante,
portento a Galatea, a amor milagro,
a la alta oliva de
Guzmán
consagro.
Suspendo luego la profana lira [385]
y a la púrpura
sacra,
a la memoria
que ha dado tanta gloria
al nombre de
Altamira
dedico el
Triunfo de la fe,
y al templo
de la inmortalidad tan raro ejemplo. [390]
Al santísimo
Urbano
dedicada,
trágica
musa coronó
la frente
de Estuarda inocente,
que la cobarde espada
de la fiera Isabel bañó constante [395]
de sangriento rubí cuello diamante.
Y, como mi
llaneza
me retira
de toda
envidia,
en mi
Laurel de Apolo
canté de polo a polo
cuantos
ingenios
mira [400]
que anhelan por España la corona
de la difícil cumbre de Helicona.
Póstuma de mis musas,
Dorotea,
y por dicha de mí la más querida,
última de mi vida, [405]
pública
luz desea;
desea el sol de rayos de oro lleno
entre la niebla de
Guzmán
el bueno.
Pero, si agora el número
infinito
de las fábulas
cómicas
intento, [410]
dirás que es fingimiento
tanto papel escrito,
tantas imitaciones, tantas flores
vestidas de retóricos colores.
Mil y quinientas fábulas admira, [415]
que la mayor el número parece,
verdad que desmerece
por parecer mentira,
pues más de ciento en horas veinticuatro
pasaron
de las
musas
al
teatro. [420]
No apruebo este
furor
por admirarte,
mas ya vimos Luquetos y Ticianos
pintar con las dos manos
sin ofender el arte,
que diestros puede haber, cuando presumas, [425]
como de dos espadas, de dos plumas.
Un campo a quien
cultura
y
arte
faltan
bárbaras flores sin labor matizan
que el viento aromatizan
y el verde suelo esmaltan, [430]
porque
naturaleza,
a quien las debe,
aquí salpica púrpura, allí nieve;
mas cuando del arado el diente corvo
muerde la tierra en que el humor reside,
las flores que divide [435]
no son al trigo estorbo,
y así con sus preceptos y rigores
cultiva el
arte
naturales
flores.
Con esto y no saber que tiempo hubiera
en que la voz a la
impresión
llegara, [440]
la culpa
ajena
es clara
que en mí se considera,
con que al principio las impresas miras
ganar
dinero
y vender mentiras.
Pues, viendo yo que de mi nombre pobre [445]
la leña ardía con provecho ajeno,
tomé en plata el veneno
que me daban en cobre,
y
salieron,
vistiéndolas de nuevo,
con menos
manchas
a la luz de Febo. [450]
Dediqué las primeras, finalmente,
al duque excelentísimo de
Sesa,
cuya feliz empresa,
que las demás intente,
pudo obligar la pluma y los pinceles, [455]
porque sin Alejandros no hay Apeles.
Mas ha llegado, Claudio, la codicia
a
imprimir
con mi nombre las
ajenas,
de mil errores llenas,
¡oh inorancia, oh malicia!, [460]
y, aunque esto siento más, menos condeno
algunas mías con el nombre
ajeno.
Cortés perdona, oh Claudio, el referirte
de mis escritos
bárbaros
la
copia,
pero puedo sin propia
alabanza decirte [465]
que no es mínima parte, aunque es exceso,
de lo que está por imprimir lo
impreso.
Débenme a mí de su
principio
el arte,
si bien en los
preceptos
diferencio [470]
rigores de Terencio
y no negando parte
a los grandes
ingenios,
tres o cuatro,
que vieron las infancias del teatro.
Pintar las iras del armado Aquiles, [475]
guardar a los palacios el
decoro,
iluminados de oro
y de lisonjas viles,
la furia del amante sin consejo,
la hermosa dama, el sentencioso viejo; [480]
y donde son por ásperas montañas
sayal y angeo, telas y cambrayes,
y frágiles tarayes,
paredes de cabañas,
que mejor que pórfidos dinteles [485]
defienden rayos jambas de laureles,
describir el villano al fuego atento
cuando con puntas de cristal las tejas
detienen las ovejas,
o cuando mira esento [490]
cómo de trigo y de maduras uvas
se colman trojes y rebosan cubas,
¿a quién se
debe,
Claudio? ¿Y a quién tantas
de celos y de
amor
definiciones?
¿A quién esclamaciones? [495]
¿A quién figuras cuantas
retórica inventó?, que en esta parte
es hoy imitación lo que hizo el arte.
Ya está de suerte
trivial
la senda,
que a todos el asunto facilita, [500]
porque la copia escrita
es fuerza que se
venda,
pero esto sin negar a los modernos
aquel honor que los construye
eternos.
Bien es verdad que
temo
el lucimiento [505]
de tantas metafísicas violencias,
fundado en apariencias,
engaño que hace el viento,
herida la campana, en el oído,
que parece concepto y es
sonido
[510]
Sin esta confusión, como renuevos
en quien su imagen verde planta imprime,
compiten lo sublime
con argumentos nuevos,
pero tengo por vana hipocresía [515]
hurtar
de noche y
murmurar
de día.
Cuando un concepto a todas luces suena,
lo que ven por sí mismos reconozco,
pero también conozco
cuando es la vista ajena, [520]
que no ha de dar la mano de un
enano
asombro
si le lleva un gigante sobre el hombro.
Quien empeña al
señor
en la alabanza
con referir la estimación del
voto
más es sutil que Escoto, [525]
porque mejor alcanza
la
vulgar
opinión quien conquistada
lleva la
generosa
anticipada.
Quien tiene muchos
sabios
de su parte
que por ingenio
igual
le conocieron, [530]
aquel favorecieron
naturaleza
y
arte;
ese respeto sigo,
imito,
envidio
Virgilio Borja, Garcilaso
Ovidio.
No es ciencia la que vive de opiniones [535]
y consta por ajenas amistades,
ni han de arrastrar verdades
violencias y pasiones,
que, puesto que le admiten y le aclaman,
aquel es sabio que los sabios aman. [540]
El mundo ha sido siempre de una suerte;
ni mejora de seso ni de estado;
quien mira lo pasado
lo por venir advierte.
Fuera esperanzas, si he tenido algunas, [545]
que ya no he menester a la fortuna.