Romance. Al retrato del poeta de estas Rimas
¡Albricias,
musa
pintora!
Una y mil veces albricias
os daré, pues Felisarda
mi retrato solicita.
Con
precepto
suyo
canto;
[5]
no debe llorar perdida
voz de su imperio animada.
¡Oh, si así cantara
digna!
Gracejo de la pintura,
Bosco insigne, ¡quién tus tintas [10]
restituyera a las tablas
y a la humana luz tu vida!
Acierto en tus disparates
fuera mi efigie, y tus líneas
nunca mejor empleadas [15]
que en sujeto de la
risa.
Yo, pues, me pinto y me canto,
dos acciones, dicen, mías,
no impusibles perfecciones,
verdades sí
entretenidas.
[20]
Del embajador arcángel
a quien las monjas melifluas,
doctamente pronunciando,
de lo vulgar se desvían,
es mi nombre, y el cognombre, [25]
país donde arboló invictas
banderas del sol de España
y Alba de su familia.
¡Oh, apellido desgraciado
Henao! Parecéis enigma [30]
que os ignoran igualmente
en mi casa y en Turquía.
En el Paraíso fue
vuestro origen, y termina
el progreso a vuestra historia [35]
como el de las señorías.
A Flandes os trasplantaron;
rama después enjerida,
en Ávila distes flores,
si no
frutos,
de
poesía.
[40]
Como
coplilla
vulgar,
canto madre y digo tía;
dos eternos
padres
tengo,
uno abajo, y otro arriba.
Mis rentas no son
reales;
[45]
en las ferias repetidas
del Precursor y su pasmo,
ni se abrasan ni tiritan.
Entre púrpura flamante,
defensión contra inmundicias, [50]
será roja
cruz
y espada
en mi capa y mi ropilla.
Era hora la común
estarlo el que se practica
para poblar sin pecado [55]
las por él desiertas sillas.
Desde la frente al cogote
todo es frente, y en él brilla
medio güevo de avestruz,
calavera medio viva. [60]
Intentos publico, señas
manifiesto en profecía,
que un moño al marfil humano
honras previene mentidas.
En tanto adquieren mis
canas
[65]
respeto, los ojos tiran
alguna meditación
a mucha melancolía.
Crecen terror a la faz
dos señales, dos heridas, [70]
hijas de hidalgo
valor,
con más aplauso que dicha.
Jurisconsulta, la barba;
cárcel, la boca, en que habita
una lengua aprisionada [75]
en las horas de malicia.
No de río son mis brazos,
de fuente sí, que deriva
desde el gálico Pirene
sus corrientes fugitivas. [80]
Gavilán de mudas tres
bebo la zarzaparrilla,
si no ungido como rey;
mis conjunturas lo digan.
¡Oh, quién fuera veneciano! [85]
Talar garnacha codician
dos […] en mis piernas
de cigüeña simpatía.
Lo demás de la persona,
puesto que lo desestima [90]
su dueño, logró favores
de una Aldonza y dos Elviras.
Honradora funeral,
brocado de la
hidalguía,
digo la amiga
bayeta,
[95]
si no engalana, me abriga.
Poca
familia
me atiende
legión de niños me grita,
entre deudos muy livianos
deudas graves me fatigan. [100]
Es todo suegro fiscal,
mas doña Ventura, impía,
cinco cuñados me dio,
seis suegros me fiscalizan.
Frecuentísimo criado [105]
mi sombra, por más que gima
cierta dueña que me adora,
que es mi sombra la desdicha.
Literario
ocio
me ocupa,
y tal vez cualque hidalguía, [110]
escrita en mucha piedad,
sin respetos ni cudicias.
Mal
comido y bien pensado
marcho con la infantería,
sin medios de despeñado, [115]
tropezando en cada guija.
¿Qué inconveniente no tengo?
Sólo os quiero persuadida
que en la
embriaguez
de los
versos
las
sátiras
no me brindan. [120]
Esta, pues, de mis defectos
confesión vede las iras
de los que, en ellos fundados,
me escribieron
invectivas.
Un tiempo fui enamorado, [125]
tahúr fui un tiempo; suspendidas
mis ropas, votiva tabla
mis escarmientos publica.
Ame un conde, ju[e]gue un mayo
con sus flores, que las dichas [130]
de amar y jugar apenas
se conceden a su dicha.
Si consiguiera de vos
el que en humana porfía
no cabe favor cortés [135]
a quien todos se decían,
viviera y muriera amante,
invidiara de Macías,
de don Alejo y de Adonis
por mi gloria las desdichas. [140]
Vos, la deidad más luciente
que han adorado las vidas,
beldad sobre la beldad,
imitación de sí misma;
cuyos ojos, cuya boca, [145]
cuyo todo se acredita
en sí con sus perfecciones
y con ajenas invidias;
de quien el mudo silencio
lengua es docta, trompa es digna, [150]
no habiendo vos de alabaros
más que sólo con ser vista.
Hacia perfecto retrato
ente sí que se encamina,
echo una mancha al pincel; [155]
tema rayos la osadía.
Si el ánimo os retratara
donde vivís esculpida,
no hubiera imagen más bella
ni de Apeles ni de Fidias. [160]
Mas ¿las sierpes y palomas
cuándo vinieron amigas?
¿Quién unió el sol y la noche,
las rosas y las ortigas?
¿Cortesanos sufriréis [165]
carcajada si aspiran
mis intentos a enlazar
la tristeza con la risa?
Recebid, pues, Felisarda
estas señas que
Talía
[170]
para las vuestras previene
mejor
voz y mejor lira.