Vida de Ovidio
Publio Ovidio Nasón fue de noble sangre y
caballero
romano, natural de la ciudad famosa de Sulmo y que hoy lo es en Italia. Nasón, su
padre,
fue muy rico, y él asimesmo gozó de próspero patrimonio, según él lo afirma en el libro de
Ponto.
Tuvo un hermano mayor un año, y lo que es de notar, que nacieron en un día, a los catorce de marzo, siendo cónsules en Roma Hircio y Pansa, los cuales murieron en la guerra antoniana. Y, como los dos hermanos
estudiasen
en Roma,
resplandeció
Ovidio en
retórica
y
poesía
sobre todos los de su
edad.
Pero, juzgando el padre ser este estudio de tan poco fruto y utilidad (como lo es en nuestros tiempos), persuadiole y aun lo forzó a que estudiase
leyes;
estudiolas y, mediante su divino
ingenio,
alcanzó en ellas amplíficos
honores.
Mas, como tuviese por pesadísima carga la toga, y los estrados y audiencias lo enfadasen, dándoles de mano, se volvió al estudio de las suaves
musas.
Reverenció a los poetas sus
antecesores
y trató
benévolamente
con sus
compañeros.
Fue tan suave y apacible en cuanto escribió que, según veremos en su
Invectiva,
jamás hizo sátira ni ofendió a persona con sus versos, virtud tan admirable y tan dina de
imitación
de los cristianos poetas, que, cuando en este ilustre varón no se hallara otra, merecía ser muy
estimado.
Fue de virtuosas costumbres, bebía poco vino y muy aguado, y con sumo estudio y pureza de ánimo huyó el pecado abominable, por cuya razón leo sus obras con aficionados ojos, pues no entiendo que otro
poeta
en aquellos
tiempos
se puede alabar de esta excelente virtud.
Tres veces fue casado; repudió las dos mujeres y con la
tercia
vivió amantísimamente, por las
virtudes
que él
canta
de ella en los libros de su destierro. Demás de algunos hijos, tuvo dos hijas, y según algunos autores una sola, de la cual fue hecho abuelo.
Sucedió, pues, que, ofendiendo gravemente al emperador Augusto César, sin quererlo Ovidio ofender, fue desterrado a unas islas del Ponto Euxino, siendo de
cincuenta
años; las causas diremos en el argumento del
In Ibim.
Escribió de su
destierro
las epístolas que llamó
Heroidas,
que son las
traducidas.
Derivó la etimología de este nombre (según el glorioso san Agustín en el décimo de la
Ciudad de Dios)
de un hijo de la diosa Juno, la cual en lengua griega es dicha Hera, que es lo mismo que
aeria,
o “celeste” en latín; y de aquí su hijo fue llamado Hero. Y, como la ciega gentilidad tuviese a Juno o Hera por suprema diosa del cielo, seguíase que estimasen a su hijo Hero por el más célebre y famoso de la tierra. De aquí a todos los hombres ilustres por sangre o por hazañas célebres llamaron heroicos, y a los versos con que los celebraban los poetas dieron el mismo nombre, el cual ha llegado a nuestros tiempos; y asimesmo las mujeres ilustres se intitularon “heroidas”, de donde estas epístolas tienes el título, por ser escritas de mujeres
principales.
Compuso asimesmo cinco libros de obras
amatorias,
que, reduciéndolos a tres, los dirigió a su Corina; y, demás de los cinco de
arte amandi
y
remedio amoris,
escribió los quince de sus
Transformaciones;
y, como antes de los limar fuese desterrado, consagrólos al
fuego,
siendo dignos de
eternizarse.
Pero, como hubiese dado en Roma un traslado, no permitió el cielo que quedásemos huérfanos de tan grande tesoro, en el cual resplandecen y hallamos todas las partes que en un excelente y consumado poema
épico
se desean, porque la
imitación
es única; la disposición, admirable; los tropos y figuras, muchas y excelentes; los metros, puros; el lenguaje,
casto
y artificioso y lleno de
majestad;
la encadenación de las cosas, la más rara que hasta hoy se ha visto en poema. Escribió también la
tragedia
de Medea, donde afirman graves autores que mostró el resplandor de su
ingenio.
Compuso en su destierro los de
Tristes,
los de
Ponto,
el
In Ibim,
el triunfo del
César
y otras muchas obras, parte de las cuales gozamos y parte no pequeña ha consumido el avaro tiempo.
Vivió en el destierro ocho años, cantando en ellos como el
cisne
que su fin barrunta, y murió siendo de pocos más de
cincuenta y ocho,
pero su nombre y gloriosa fama
vivirá
en sus escritos en tanto que durare la memoria de los hombres, como él mesmo lo predijo de sí en el tercero de
Tristes,
y Propercio en el tercero de sus elegías, cuyos versos, para los curiosos, son estos:
OVIDIO
Singula quid referam? Nihil non mortale tenemus
pectoris exceptis ingeniique bonis.
En ego cum patria caream, vobisque domoque
raptaque sint adimi, quae potuere mihi.
Ingenio tamen ipse meo comtierque, favorque
Caesar in hoc iuris potuit habere nihil.
Quilibet hanc saevo vitam mihi finiat ense
me tamen extincto fama superstes erit.
PROPERCIO
At non ingenio quaesitum nomen ab aevo
excidit ingenio, stat sine morte decus.