RESUMEN DE LA VIDA DE FRAY LUIS DE LEÓN
Nació el Maestro Fray Luis de León, según algunos, en Granada, habiendo sido sus
Padres
Lope de León y Doña Inés de Valera, ambos
nobles
y naturales de Belmonte en la Mancha. El año de su nacimiento fue el de
1527,
como se
infiere
de la inscripción que se puso en su sepulcro en el Convento de S. Agustín de Salamanca, que dice así:
OBIIT
AN. MDXCIXXIII. AUGUSTIÆT. LXIIII.
Tomó el
hábito
en dicho Convento el año de 1543 y obtuvo en el de 1561 en aquella
Universidad
la Cátedra de Santo Tomás de Aquino, en virtud de los votos de los Estudiantes, según se practicaba en aquellos tiempos, siendo
preferido
a muchos competidores, entre los cuales se contaban algunos Catedráticos. De allí a algún tiempo se le confirió la Cátedra de Prima de la Sagrada Escritura. Asimismo consiguió la borla de
Doctor
en Teología, honor no común en aquel tiempo, y cuya solemnidad era muy dispendiosa. Su singular mérito y
reputación
dentro y fuera del Reino le suscitaron muchos
émulos.
Los efectos de su envidia los experimentó con motivo de cierta
traducción
literal que hizo al
Castellano
de los Cánticos de Salomón a ruego de un amigo, y de una
disertación
sobre la
Vulgata.
Estas dos obritas, delatadas maliciosamente como
sospechosas,
le ocasionaron su prisión en el año de 1572 de orden del Sto. Oficio, que a los cinco años le mandó restituir la libertad, la Cátedra y demás honores, por haberse justificado su inocencia, juntamente con la iniquidad de sus acusadores. Sus costumbres sirvieron siempre de
edificación,
así a los Religiosos como a los Seculares, y murió Provincial de su Orden en el Convento de Madrigal, de donde se trasladó su cadáver al de Salamanca, según lo manifiesta la enunciada inscripción sepulcral.
Por lo tocante a su mérito en la
República
literaria fue hombre de gran
ingenio,
y no inferior
juicio;
y cuidó de perfeccionar sus luces naturales por medio de la
lectura
de los Antiguos, pues era muy versado en las lenguas Hebraica, Griega, Latina y Toscana. Trabajó varias composiciones en asuntos
sagrados
con buena latinidad, y de ellas
publicó
algunas, quedando
inéditas
las demás; y también compuso varias
Poesías
latinas
con maestría. Pero la
inmortalidad
de su fama la debe principalmente a las obras de prosa y verso que escribió en
Castellano.
En prosa tenemos dos: la primera de los
Nombres de Cristo,
y la otra de la
Perfecta casada.
Nos dejó igualmente
una
prefación
a los escritos de Sta. Teresa, y poseeríamos también la vida de la misma Santa, a no haberle cogido la muerte estando trabajando en ella. De otra obra suya hace mención con especial elogio el
Mtro.
Fr. Joseph de Valdivieso, bajo del título del
Perfecto Predicador,
en la aprobación que dio a las poesías de nuestro Autor en 1629, ignorándose por mi parte la causa de no haberse dado a luz hasta ahora. El Maestro León fue el
primero
que introdujo el número y la
elegancia
en la prosa Castellana, comunicando la nobleza y
majestad.
Dividió él mismo sus
Poesías
Castellanas en tres libros. El primero comprehende las composiciones originales: el segundo algunas
traducciones
de Píndaro, Horacio, Virgilio, Tibulo, Petrarca, Monseñor de la Casa y del Cardenal Bembo; y finalmente el tercero las
versiones
de Poesías sagradas de Job, Salomón y David.
En las originales la invención es poética, y de tal naturaleza que el asunto tratado en ellas se presenta en muy
buen
aspecto, el
todo
se baila bien trazado y distribuido en las estrofas o estancias, las figuras tienen propiedad y viveza, y la dicción es
pura,
escogida, bien concertada y armónica.
En las traducciones que se bailan adornadas de los mismos primores, excepto en lo que corresponde a la invención, hace que las Musas de las otras
naciones
canten en su lengua nativa con tan grande acierto y felicidad que no parecen forasteras las Poesías, sino naturales y propias del idioma Castellano. Le costaron estas tanto
estudio
y desvelo que manifiesta las apreciaba en más que las otras que había inventado, llegando a declarar que dejaba libre al capricho u opinión de cada uno el juicio que quisiese formar de sus obras
originales;
pero que pedía a los críticos ensayasen sus fuerzas antes de censurar sus
traducciones,
en el seguro de que harían entonces más aprecio de su trabajo.