ALONSO GARCÍA MATAMOROS
Con mucho gusto mío honra esta sinopsis Alonso García Matamoros, porque, además del
honor
que le adquirieron su
ingenio
y
letras
a Sevilla, donde nació, entro yo en parte de esta buena dicha por ser deudo mío dentro del cuarto grado, porque fue primo hermano de
Catalina
Jiménez, mi abuela paterna, que, aunque nació en esta ciudad, sus mayores fueron de Utrera. Ambas patrias se hallan dichosas con tal hijo, pues no solamente las honró, pero defendió a toda España contra la calumnia de algunos extranjeros, que, ofendidos o envidiosos de su glorioso y temido nombre, alabando las proezas de sus invencibles armas, culpaban los ingenios, como si fueran de los escitas o garamantas. A tan injusta calumnia se opuso valerosamente Alonso García Matamoros, imitando a
Cicerón
en su
Bruto
por los ilustres oradores, no solo en la elocuencia, sino también en la felicidad de su intento.
Había adquirido, aunque muy
mozo,
tanto
nombre
en toda España de su ingenio y elocuencia, que la Universidad de Alcalá de Henares le convidó con la
cátedra
de retórica, enviándolo a llamar con ofertas de mayores premios. Habíalos en aquella edad muchos, y las letras, así divinas como humanas, tenían gran lucimiento, y las universidades se frecuentaban con copia de maestros y discípulos, todos alentados por el premio que cada uno para sí esperaba. Y, a la verdad, entonces se atendía mucho más a los méritos, y así se vieron
contemporáneos
en España Arias Montano, Covarrubias, Fray Domingo de Soto, Vallés, Antonio Gómez, Ambrosio de Morales, Sánchez el Brocense; en sola la Compañía de Jesús, Salmerón, Vázquez Suárez; en Roma, Antonio Agustín, Pedro Chacón y otros innumerables.
Uno de ellos fue nuestro Matamoros, que en la Universidad de Alcalá y en toda España tuvo el primer nombre en su facultad de humanidad y buenas
letras.
Tuvo particular amistad con Arias
Montano,
como parece de aquellos versos del libro 2 de sus Retóricos, doliéndose de la muerte del doctor Luis Catena, cancelario de la Universidad:
Nam quid agas tanto, Matamore, orbatus amico
Alfonse, o nostrae decus hispalis et mihi vita
Charior, et nostro mecum constricte Cathena?
Después, en su muerte, le hizo el epigrama siguiente:
Foecundo nuper Matamorus fonte fluebat
dum culto iuvenes imbuit eloquio;
atque e saxoso dum falcifer Henarus amne
audit hunc, laeta fronte superbus erat.
Non tulit ipse pater Baetis, qui miserat illum,
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Privarique isto munere se doluit.
Los libros que publicó y dio a la
estampa
son los siguientes:
Arte y
preceptos
de Retórica,
dos libros;
De reformando stylo et concionibus,
uno;
De Academiis et viris Hispaniae,
lib. I.
Por la afición a la patria y parentesco me atrevo a acompañar su
memoria
con este epigrama:
Pacem umbrae requiemque tuae, Matamore, precatur
Hispalis, auxisti qui Ciceronis opes.
Doctos ipse viros tutasti doctus iberos;
tu quoque pro impenso munere munus habet.
Officium officio pensat tibi Baetis alumnus;
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manibus hoc gratum sit, Matamore, tuis.
Hace memoria de él Álvar
Gómez
de Castro en la Vida de don Francisco Jiménez, libro 4, por estas honoríficas palabras:
«Alfonsus Matamorus Hispalensis primum est praeditus: vir multiplici
eruditione,
et latini sermonis
puritate
excellens, ut ex libris qui hactenus edidit omnes inteligunt. Hic unus ni cum podragra allisque morbis assidue luctaretur potuit et eloquentia studia mirum in modum provehere, et academiae nostrae multo maiore esse ornamento».
Más copioso anduvo Andrés
Escoto
—aunque todo parece corto en su alabanza— en su
Biblioteca Hispánica,
en la clase de los béticos, págs.
mihi
455 et 456.