CORRESPONDENCIA
Literatura poética
Valencia, 17 de noviembre de 1828
Señores redactores: Educado por un padre instruido en el
estudio
de
nuestra
literatura, adquirí desde la niñez una
afición
decidida a
cultivar
mi entendimiento con la lectura de las obras de nuestros
célebres
autores
clásicos;
pero una inclinación natural fomentada por la edad en que me hallaba me hizo mirar con predilección entre los ramos que aquella abraza el de la encantadora
poesía,
por ser el más adecuado para
espresar
las sensaciones vehementes que se esperimentan en la
primavera
de la vida. Devoré con ansia las bellas composiciones del
siglo
de
oro
español,
apasionándome el lenguaje
noble,
sonoro y majestuoso que las distingue y fijó el verdadero
carácter
de
nuestro
idioma, y que en el día nos ha granjeado una
reputación
europea, gracias a los desvelos de estranjeros despreocupados y nacionales celosos (entre los cuales ocupan vmds. un buen lugar), que procuran analizar,
publicar
y difundir las mejores composiciones de la lengua patria. Entre las que engendró aquel siglo tan fecundo de luces fijó mi particular atención el dulcísimo madrigal de Gutierre de
Cetina,
que incluyó en su colección de poesías selectas castellanas don Manuel José Quintana, por ser uno de los
argumentos
más evidentes contra los que pretenden tachar a nuestro idioma de
áspero
y poco apto para la dulzura y suavidad de los pensamientos amorosos; opinión producida por el poco estudio que se ha hecho hasta ahora de una lengua, quizás la única entre las modernas, que puede verter en cada género de composición un raudal de frases y conceptos para espresar toda clase de ideas, como se ha demostrado por algunos sabios investigadores de su riquísimo caudal, cuyas obras corren en manos de todos los amantes del buen decir. Todo ello me estimuló al empeño de intentar una imitación del madrigal referido; y, colocándome al nivel que debo de aquella composición, la acompaño con el original, pues nunca creeré a este bastante conocido si no ocupa un lugar en su apreciable periódico.
Vmds. con el buen tacto y delicado gusto que les caracteriza juzgarán si es digno de publicarse; y, si alguna recompensa espero de mi corto trabajo, es la de su aprobación y la inclusión de nuevos retazos de las bellísimas composiciones del poeta americano, que han admirado y
embelesado
a los apasionados de la poesía en esta provincia, esperándolo así los suscriptores de la exactitud con que han cumplidos vmds. hasta el día en la distribución de los artículos de su periódico, no debiendo olvidar el de poesía cuando cuenta algún alumno favorecido de las musas entre sus ilustrados redactores, de quienes queda anhelando las órdenes S.S.S.Q.B.S.M. [su seguro servido que besa su mano] = A.M.P.
Madrigal de Gutierre de Cetina
Ojos claros, serenos,
si de dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a quien os mira, [5]
¿por qué a mí solo me miráis con ira?
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
Imitación
Labios célicos bellos,
agravios del sabor de leche pura,
do la abeja, engañada en su hermosura,
juzgando herir la reina de las flores,
se mece, hallando entre ellos [5]
de almíbares rosados la dulzura.
Nunca el hado me vede airado el vellos.
¡Oh, abeja venturosa!,
no recelo su brillo descolores,
cual al beber los jugos [10]
vivíferos lo logras en la rosa.
Sí, su boca graciosa
es de vida venero inagotable,
mas, ¡ah!, cede, si es dable
a mi amor que esas armas que de Iove [15]
recibieras en don, y saciarame
del dulce néctar de la miel que robe... &c.