Información sobre el texto

Título del texto editado:
[Prólogo] La desdicha por la honra.
Autor del texto editado:
Vega, Lope de (1562-1635)
Título de la obra:
La Circe con otras rimas y prosas
Autor de la obra:
Vega, Lope de (1562-1635)
Edición:
Madrid: casa de la viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez, 1624


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Fuentes
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Pienso que me ha de suceder con vuestra merced lo que suele a los que prestan, que, pidiendo poco y volviéndolo luego, piden mayor cantidad para no pagarlo. Mandome vuestra merced escribir una novela: enviele Las fortunas de Diana. Volviome tales agradecimientos, que luego presumí que quería engañarme en mayor cantidad, y hame salido tan cierto el pensamiento que me manda escribir un libro de ellas, como si yo pudiese medir mis ocupaciones con su obediencia. Pero, ya que lo intento, si no en todo, en alguna parte, voy con miedo de que vuestra merced no ha de pagarme; y en esta desconfianza y fuerza que hago a mi inclinación, que halla mayor deleite en mayores estudios, aparece, como la luz que guiaba a Leandro, la llama resplandeciente de mi sacrificio, así opuesta al imposible como a las objeciones de tantos; a que está respondido con que es muy propio a los mayores años referir ejemplos, y de las cosas que han visto contar algunas, verdad que se hallará en Homero, griego, y en Virgilio, latino, bastantes a mi crédito, por ser los príncipes de las dos mejores lenguas, que de la sancta no se pudieran traer pocos, si mi propósito fuera disculparme. Confieso a vuestra merced, ingenuamente, que hallo nueva la lengua de tiempos a esta parte, que no me atrevo a decir aumentada ni enriquecida; y tan embarazado con no saberla, que, por no caer en la vergüenza de decir que no la sé, para aprenderla creo que me ha de suceder lo que a un labrador de muchos años a quien dijo el cura de su lugar que no le absolvería una cuaresma, porque se le había olvidado el credo, si no se le traía de memoria. El viejo, que entre los rústicos hábitos tenía por huésped desde el principio de su vida una generosa vergüenza, valiose de la industria, por no decir a nadie que se le enseñase, que a la cuenta tampoco sabía leerle. Vivía un maestro de niños dos casas más arriba de la suya; sentábase a la puerta mañana y tarde, y al salir de la escuela decía con una moneda en las manos: «Niños, esta tiene quien mejor dijere el credo». Recitábale cada uno de por sí, y él le oía tantas veces que, ganando opinión de buen cristiano, salió con aprender lo que no sabía. Paréceme que vuestra merced se promete con esta prevención la bajeza el estilo y la copia de cosas fuera de propósito que le esperan; pues hágala a su paciencia desde agora, que en este género de escritura ha de haber una oficina de cuanto se viniere a la pluma sin disgusto de los oídos, aunque lo sea de los preceptos, porque ya de cosas altas, ya de humildes, ya de episodios y paréntesis, ya de historias, ya de fábulas, ya de reprehensiones y ejemplos, ya de versos y lugares de autores pienso valerme para que ni sea tan grave el estilo que canse a los que no saben, ni tan desnudo de algún arte, que le remitan al polvo los que entienden. Demás que yo he pensado que tienen las novelas los mismos preceptos que las comedias, cuyo fin es haber dado su autor contento y gusto al pueblo, aunque se ahorque el arte; y esto, aunque va dicho al descuido, fue opinión de Aristóteles. Y, por si vuestra merced no supiere quién es este hombre, desde hoy quede advertida de que no supo latín, porque habló en la lengua que le enseñaron sus padres, y pienso que era en Grecia. Con este advertimiento, que a manera de proemio introduce la primera fábula, verá vuestra merced el valor de un hombre de nuestra patria, tan necio por su honra que, si lo fuera el fin como el principio, la lástima le cubriera de olvido y la pluma de silencio.





GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera