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Al licenciado Francisco de las Cuevas. Lope de Vega Carpio
Cuando vi este
poema
de vuestra merced manuscrito, tuve ánimo de alabarle y después que me vi obligado con la dirección, en que me hace tantas honras, cuantas le merece mi amor y desmerece mi
ingenio,
le tuve de escusarme, que, aunque el agradecimiento al beneficio es de justicia en ley divina, y humana generalmente, sola esta excepción padece que es responder al que
alaba
con la alabanza misma; y porque ingratamente se desobliga quien vuelve luego aquello mismo que recibe, con tales hipérboles habla vuestra merced en mis estudios, que, si fueran ciertos, despertaran invidia y en mi modestia desvanecimiento. Y así remito los que merecen el arte,
erudición
y
ingenio
de este poema a las censuras de personas tan doctas como le aprueban y las gracias que debo a vuestra merced a mis
escritos,
que como futura sucesión esperan tiempo para servirle. Mas, como para los que han de leerte no parece que se da satisfación en esta disculpa,
modestamente
digo que se puede sino oponer a los que de esta materia han escrito en la lengua latina y griega, a quien, o los venera la adquirida posesión en la sagrada antigüedad o la excelencia de los idiomas los respeta, pero a los que en la nuestra con más felicidad los han escrito. La oposición es repugnancia de dos extremos
ad invicem,
tales que ninguno de ellos repugne a su semejante. Así lo quiere la filosofía y así puede eximirse este poema de los antiguos y oponerse a los nuestros. Sobre el fundamento de sus
estudios
de vuestra merced vino bien la elocuencia con que escribe y el juicio con que dispone el argumento de que trata. Cicerón en los
Tópicos
hizo dos partes la
dialéctica,
inventar y juzgar; pero en el orden de la naturaleza primero está la invención, y fue opinión suya que sin la filosofía es imposible conseguir la elocuencia, ni hay retórico sin filosofía, como todas las segundas reciben luz de la primera causa. Estos son los dos géneros de oración que dice Quintiliano, el perpetuo que pertenece al retórico y el
conciso
al dialéctico. En este poema se ve la
mediocridad
de que habla Plutarco, consejo para la historia de que tantos huyen, porque en la oración
nimia humilitas vitanda
y la elegancia
nunquam spernenda,
mas no con la afectación que ahora se usa, y en tantas partes he defendido, porque yo nunca tuve vergüenza de no saber otras lenguas con perfección, sino de ignorar la mía, porque las otras me he contentado con entenderlas y la mía quisiera saber hablarla, que no es saberla, sacarla de su dialeto y genio. Quiere Aristóteles, y quiere la naturaleza, que todas las cosas que se mueven, en llegando a su propio lugar, se quieten y descansen, en muchos que la ambiciosa singularidad llama cultura no le halla nuestra lengua, y por eso peregrina hasta llegar a bárbara. Quitaba un lacón, en los apotegmas griegos, las plumas a un ruiseñor y descubriendo tan débil carne dijo:
Vox tu es, et nihil prætera.
La extrañeza y peregrinidad deleitan la ignorancia, que no son convertibles nuevo y bueno, y la verdad al entendimiento físico:
Verba ad intellectum possibilem referenda sunt,
así la
l. fin. in princ.
que hay hombres que se burlan de la naturaleza, como Diógenes, cuando en tiempo tan frío se abrazó con la estatua de bronce. Defeto piensan muchos que debe de ser de letras con fundamento andar a buscar palabras, y tal vez de la
censura
docta, por la vanidad y pompa de su soberbia, curiosa temeridad de muchos, acertada de pocos y admitida de ninguno. Sintió gravemente San Agustín, en su
Ciudad de Dios,
que Juliano hubiese prohibido a los cristianos estudiar las artes liberales y, hablando en esta crueldad suya, Titelman en el prólogo apolegítico a sus
Consideraciones dialécticas
dice:
Cuius egregiam indolem, amore dominandi sacrilega, et detestanda curiositas perdidit.
Por la parte
amorosa
deste poema no pienso que Alejandro Afrodiseo en sus
Físicas dubitaciones
pintó al amor con más atributos, difiniciones y efetos, ni los halló mayores Heliodoro, si bien en el contexto no se le ha parecido ninguno de cuantos le han imitado, perdone la docta
Argenis
recién venida a España. Llamarle
Experiencias de Fortuna
fue justo acuerdo, porque para ella no tenemos propio ni conveniente nombre,
sed causam talium appellamus,
como en el
De bona fortuna
siente el Filósofo, y elegantemente los versos de Pacubio, referidos por Crinito, y la pintura de Plinio a Vespaniano. De las ásperas
censuras
a mis libros mi
ignorancia
me consuela, y me disculpa, y haber leído en el primero de
Oficiis,
que, aun en tan grandes y tan diferentes sujetos como Isócrates y Aristóteles, no se escusó la calumnia:
Quorum uterque suo studio delectatus contempsit alterum.
Del provecho que se saca de los enemigos hizo un libro Plutarco, donde preguntando un griego a Diógenes como se vengaría de sus contrarios, dijo:
Si te ipsum honestum, ac bonum virum præstiteris.
Que por los amigos que no tratan verdad respondió bien Calipo, aconsejándole que se huyese de la patria, porque el mayor que tenía solicitaba su muerte, mas vale morir, que vivir donde
non ab hostibus modo, sed etiam ab amicis sibi esset cavendum.
Logre vuestra merced esta primera piedra de sus estudios, aunque tan sazonado fruto de sus verdes años, y para mayores edificios, en honra de nuestra
patria,
le guarde el cielo como yo deseo.