Título del texto editado:
“A don Pedro de Lizarazu y Berbinzana, señor de los Palacios de Lizarazu y sus agregados, y de honores la primera casa de las baronías de Navarra”
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A DON PEDRO DE LIZARAZU Y BERBINZANA,
SEÑOR
DE LOS PALACIOS DE LIZARAZU Y SUS AGREGADOS, Y DE HONORES LA PRIMERA CASA DE LAS BARONÍAS DE NAVARRA
D. O. C.
SU HUMILDE
SOBRINO
Fue de todas las edades de los mejores artífices instituido que, si alguna industria de ingenio quisiesen sacar a luz, no fuesen a otras manos primero, que se consagrasen a las de un varón ejemplar. Esto nunca más a propósito se pudo decir que en la ocasión presente, pues, advirtiendo en el modo de vida de vuestra merced, es en su iglesia una continua asistencia, y, reparando en su estado, un perfecto
sacerdote
adornado de las excelentes virtudes de limosnero y gran reparador de muchos pobres ocultos, que le enriquecen dichoso con el título santo de varón ejemplar. Esta
novela,
pues, dedica a vuestra merced el rendimiento
humilde
de un agradecimiento grande que tan singulares favores ha recibido, repitiendo (generoso) sus liberalidades hasta todos mis hermanos; y, ya que desde mis primeras letras le elegí gustosamente por mi
protector,
ahora ni me excuso de ofrecerle este desvelo, ni vuestra merced de recibir mi afecto. Lo primero, por obligación precisa. Y lo segundo, porque el
fin
de esta obra es el que con valentía de espíritu, desde su edad
florida,
se alistó debajo de la mejor bandera: que el que no se ha de consagrar a dios (aunque es la virginidad de más excelencia) el cuerdo medio es casarse con tiempo. A propósito de esto he leído un epigrama de Arnoldo
Vesaliense,
cuyo concepto fue usurpado de la lengua griega, que es este:
Virginit as pulchris ornatur dotibus, at si
illam omnes foveant vitaperibit iners.
Duc itaque uxorem, tibi fac succedat et orbs
Haeres legitimus: sub fuge adulterium.
Esto es lo que resistió vuestra merced siempre con bizarría de su entendimiento, por estimar su resolución divina, que con tan vivo ejemplo de todos sigue. Ya, pues, señor, no resta más que
defenderme
de los rigurosos émulos, rebatiendo sus cautelosos golpes con el escudo de su generoso estirpe; que pero ya vea que vuestra merced con su cordura riñe el desacierto de querer alabar su nobleza, por ser yo parte muy
interesada
en ella, pero quedo consolado con lo que dice Plauto
in Capitivis
de los que se mantienen de ajenas honras:
Quasi mures semper edimus alienum cibum
ubi res prolatae Sunt: quum rus homines eunt
simul prolatae res sunt nostris dentibus.
Guarde dios a vuestra merced con los
aumentos,
que sus interesados hemos menester
Beso la mano de vuestra merced,
don Manuel Lorenzo de Lizarazu y Berbinzana.