Título de la obra:
Obras de Francisco de Figueroa. Laureado Píndaro español. Publicadas por el licenciado Luis Tribaldos de Toledo cronista mayor del rey nuestro señor por las Indias, bibliotecario del conde de Olivares, duque y gran canciller. Dedicadas a don Vicente Noguera referendatio de ambas signaturas de su Santidad del consejo de las dos majestades caesarea y católica, gentilhombre de la Cámara del serenísimo archiduque de Austria Leopoldo.
El impresor otra vez al lector
Gloriosamente estaba
alabado
nuestro poeta con tan elegantes epigramas y sonetos como los de atrás, principalmente entrando en ellos el de ministro gravísimo, en quien compite la cortesía con nobleza y la humanidad con la jurisprudencia, y no menos célebre por sus doctísimos libros que por los de su padre. Mas por no quedarme oficio alguno de piedad que con el defunto no hiciese pedí al señor don Vicente Noguera, como a tan grande fautor y
protector
de todas las buenas letras y tan estimado en la corte de España, que procurase alcanzarme de los dos
príncipes
de la poesía de ella, Lope de Vega Carpio y don Juan de Jáuregui, alguna composición en el mismo intento. Su merced satisfizo mis deseos en la diligencia y en el suceso y venciolos en el modo, pues con aquella hidalga ingenuidad y llaneza que tanto relucen en todas sus acciones me envió las estanzas originales así como venían en las propias cartas de sus dueños. Leílo todo reparando aún más en la
prosa
que en los
versos,
porque estos, ya por formados a fin de
publicarlos,
ya por la conocida
eminencia
que en hacerlos tienen sus autores, qué mucho es que sean tan diferentes de los otros; mas que cartas familiares entre amigos, escritas sin ningún género de
afectación
o
cuidado,
se aventajen tanto a las ordinarias en la dulzura y nativa facilidad de estilo mucho me admira y a algunos curiosos que las vieron. A trueque, pues, de obligar a todos los cultos con darles más de estos dos clarísimos varones, siquiera solas estas dos cartas, me resolví a imprimirlas sin licencia de ninguno de los tres, por temer de su mucha
modestia
que no me la darían y esperar de su benignidad que me perdonarán atrevimiento tan venial. Deberasme, amigo lector, granjearte con él este
gusto,
y, si le tienes bueno y te precias de zahorí, de estos pocos y fortuitos renglones entenderás bien la
valentía
de tales espíritus, pues de solo un pie coligió Pitágoras la estatura de todo el cuerpo de Hércules, y de sola una uña se conoce luego el ser de león. Remato con decirte solamente de
Lope
de Vega lo que un docto extranjero:
«Illum verbis speciosis commendare super foraneum arbitror: ipsus suis scriptis facis sese illis commendat, qui tensum communem habent, & quid sit Hispanice scribere intellegunt».
Y don Juan de Jáuregui, que, siendo un
caballero
de rarísimas partes, el voto de un grande juicio poco aficionado a autores modernos, que puede el
Discurso poético
que sobre el lenguaje común escribió al conde-duque, gran canciller, correr muy iguales
parejas
con los dos mejores que nos dejó la
antigüedad
de los dos Dionisios Halicarnaseo y Longino, de este en el tratado
De sublimitate
y de aquel en el
Orationis partium apta inter se collocationes.
Alabanza
mayor de lo que podrán imaginar erudiciones triviales.