Título del texto editado:
Gusto del siglo presente, injustamente creído exclusivo de las Buenas Letras
Gusto
del
siglo
presente,
injustamente
creído exclusivo de las Buenas Letras
Así que no puedo aprobar las
declamaciones
que contra este
siglo
hace el Abate
Resnel
por el favor exclusivo que él cree que se da a las Matemáticas y a la Física, con
perjuicio
de las Buenas Letras; no pienso que sobre sus ruinas se quiera erigir un trono a las Ciencias, ni puedo imputar a la Física y a las Matemáticas la soberbia tiranía de querer mandar solas en la
república
literaria y, al modo de los emperadores otomanos, condenar a muerte a los que pueden tener algún derecho para entrar a reinar con ellas. ¿No ha visto el mismo Resnel honrarse la
Academia
Francesa con los individuos más respetables de la de las Ciencias, y el mismo dignísimo Secretario de ésta,
Fontenelle,
querer más bien ser contado en la clase de los ingenios
amenos
y de los cultos escritores que en la de los profundos matemáticos? Al mismo tiempo que la
Francia
contemplaba con lisonjera complacencia a Cassini, Mairan,
Bouguer,
Clairaut, La Caille y tantos otros matemáticos célebres, viéndolos engolfarse en los más profundos cálculos y en las más recónditas especulaciones, ¿no aplaudía igualmente a Montfaucon, a
Caylus,
a Barthélemy y a tantos otros célebres anticuarios que corrían animosamente los inmensos espacios de la más vasta erudición? ¿No oía con gusto a Crébillon, a
Voltaire,
a Gresset y a otros
poetas?
¿Y no leía con gusto a Massillon, a
Rollin,
y a otros historiadores elocuentes y
escritores
de todas especies que acarreaban más y más lustre a las Buenas Letras? ¿Han sido más honrados por la
Inglaterra
Allejo y Maclaurin que
Addison
y Pope? Y, para acercarnos más a nuestros días, ¿ha concedido la
Inglaterra
mayor favor a Simpson y a Maskelyne que a
Hume
y a Robertson?
Italia
y Alemania, ¿han venerado más a Riccati y a
Lambert
que a Metastasio y a Gessner? Y el
mundo
todo, ¿respeta más a Euler, Lagrange, Boscovich y Laplace que a
Rousseau,
Voltaire, Raynal y Linguet? ¿Tienen acaso más fama Buffon y Bailly por la profundidad de su
sabiduría
que la gallardía de su
estilo
? ¿Y
D'Alembert
no ha querido en cierto modo abandonar las Matemáticas en obsequio de las Buenas Letras? Tal vez tendrán más motivo las Ciencias Exactas para lamentarse de este
siglo
si se cotejan los alegres y ruidosos aplausos que se conceden a las gracias del
estilo
con las sordas aprobaciones que se dan a sus
especulaciones
profundas, y viendo que algunos de sus más esforzados campeones casi desiertan de sus banderas para alistarse en las de las Buenas Letras. Y así, no creo que los lamentos de
Resnel
sean bastante
fundados
ni que justamente se le pueda poner a este
siglo
la tacha de
despreciador
de las Buenas Letras por su demasiado afecto a las Ciencias. El espíritu filosófico, que, no sin razón, se quiere llamar espíritu de este siglo, hace a la verdad mirar con indiferencia, y aun con enfado, un insípido
versista,
un vano charlatán y un
pedante
erudito; pero, por otra parte, es el primero que coge el
laurel
para coronar a los verdaderos
poetas
y a los escritores elocuentes, y se emplea gustoso en
erigir
inmortales estatuas a los anticuarios laboriosos y útiles que saben enriquecer con sus luces la Historia y todas las Ciencias. Las nueve Musas, como fingía la docta Antigüedad, son todas hermanas que, cultivando juntas las amenas cimas del Parnaso, viven entre sí con la más perfecta armonía y, con amigable igualdad, gozan todas del favor público, que es lo que constituye la parte más preciosa de sus dotes. Así que, en mi concepto, mejor
piensa
De La
Nauze,
haciendo ver en la
Academia de Las Inscripciones y Buenas Letras
que ni en Grecia ni en Roma ni en otra
nación
alguna se ha introducido
jamás
el cisma entre las Ciencias y las Buenas Letras, y que será indisoluble el vínculo que las tendrá perpetuamente unidas. Más justamente podría lamentarse alguno de la demasiada intimidad y del excesivo comercio que hay en el día entre estas dos partes de la literatura. Tal vez el querer pasar con exceso a las materias científicas los
adornos
de las Buenas Letras podrá, con el tiempo, ocasionar perjuicio a la exactitud y justa severidad de las Ciencias; y ciertamente acarrea ya gran daño a las gracias de las letras humanas el cargarlas, como
hoy
en día lo hacen muchos, de expresiones geométricas y de voces científicas, y el transferir a los elogios, a las oraciones académicas y a la misma Poesía muchas palabras que son propias de las Matemáticas, de la Física, de la Química y de las otras Ciencias. Pero dejemos ya las observaciones generales y, descendiendo a considerar con más particularidad todas las clases de las Buenas Letras, examinándolas cada una de por sí y siguiendo los progresos que han hecho y las vicisitudes que han sufrido, veamos el
origen,
los progresos y el estado actual de todas las Buenas Letras.