Información sobre el texto
Título del texto editado:
Carta que se escribió echadiza a don Luis de Góngora
Autor del texto editado:
Vega, Lope de 1562-1635
Título de la obra:
Cartas y billetes de Belardo a Lucilo sobre diversas materias
Autor de la obra:
Vega, Lope de 1562-1635
Transcripción realizada sobre el ejemplar de la Biblioteca Nacional de España, ms. 1202.
Encoding: Noelia Santiago López
Transcriptor: Jaime Galbarro García
Revisor: Juan Montero Delgado
Sevilla, 30 octubre 2020
Carta
echadiza
Llegó
a mis manos una
carta
de vuestra merced en que escribe al señor Mendoza familiarmente, como tiene por gusto y por costumbre, y los sucesos de aquel mes, con tan estrecha cuenta que, si no hubiera yo la noticia de otras, no creyera que tal hombre podía merecer tanto cuidado. Si bien imagino ya que vuestra merced no le escribe por amor ni por justa correspondencia, sino porque le ha parecido que, como el tal Mendoza, es el paraninfo de los predicadores, el que duerme en sus celdas y lleva las cédulas a los púlpitos; el que anda en los coches con los
señores,
conoce todas las damas, oye todas las comedias entre los
poetas,
es calificador de los sermones, consultor de los sonetos, embajador de la señoría de la discreción en esta corte, agente de la Puerta de Guadalajara y Mercurio de las nuevas y sátiras de este reino. Y se conservará mejor la opinión de discreto dando a entender que aquella prosa para Mendoza no es cuidado, y que con una carta de estas todos están en admiración, mayormente los que merecen sus besamanos de vuestra merced, con quedar para con los otros graduados de imperios a quien vuestra merced llama “patrocinadores”, cosa muy igual al que mereció la carta.
Y cierto que me desatina a mí, por la opinión de muchos, que en esto lo están conmigo, que quiera vuestra merced
manchar
la claridad de su raro juicio con escribir a un hombre de tales prendas, que aunque él lo sea muy de bien, como lo es, el haber salido tan mal teñido de la oficina de la naturaleza nos desconfía, fuera de los discursos de su vida, tan desiguales que, porque vuestra merced lo sabe, no los refiero. Con que muchos han tomado ocasión para decir que le sucede a vuestra merced como a las mujeres hermosas que, al declinar la edad, se amanceban con oficiales, habiendo sido antes de príncipes. Y él está tan atrevido con esto, que dice que es su espíritu de vuestra merced, y conócese bien que vuestra merced se lumbra en la lengua de fuego, y en que sin ser Eliseo le ha recibido doblado porque, a tener el animo sencillo, no solicitara disgustos a vuestra merced a costa de la reputación ajena.
Y ha sido esto tan perjudicial a la de vuestra merced, que si alguna causa dio primero movimiento a los que en este y otros lugares se han atrevido al
inaccesible
ingenio
de vuestra merced, ya en el
Polifemo,
ya en las
Soledades,
fue solo el haberlas fiado de
Mendoza,
que si vuestra merced le enviara a don Juan de
Jáuregui,
mejor supiera defenderlas que las
ofendió
con tan largos, aunque
doctos
discursos. Y que tanto han dado que considerar aun a los más
apasionados
de vuestra merced, entre los cuales estoy yo, tan preciado de este nombre, que como lastimado de que vuestra merced por esta parte, que ya parece tema, atropelle vuestra merced tantos servidores suyos, de tan diferentes cualidades e ingenios, que he tomado la pluma, siendo extranjero de esta lengua, aunque no de la latina, de la filosofía, poética y retórica, que estudié en la
Universidad
de Coimbra en mis primeros años, para moverle a piedad de sí mismo con estas causas escritas con más amor que diligencia. Porque, a la cualidad de Mendoza es honra hablar en él, aunque sea diciendo mal. Y a la de vuestra merced no se satisface menos que con servirle toda nuestra nación, como a su Fénix única, y por satisfacer a las dudas que ha puesto a la lealtad y buen
término
de Lope de Vega Carpio,
clérigo
y vecino mío, a quien de muchos años a esta parte por esta causa conozco, sin otra pasión de las que mueven a los defensores de los
poetas,
que es adonde mayor suelen mostrarse los que los tratan y comunican.
De dos cosas querría satisfacer a vuestra merced en esta parte: la primera por la del Mendoza y la segunda por la de vuestra merced. A la de
Mendoza,
digo que se engañó maliciosamente, en escribir a vuestra merced, entre otras
mentiras,
con que le ha dado tantos enemigos que no tuviera, que Lope de Vega había escrito por vuestra merced aquel soneto de su
comedia,
pues siempre alaba y encarece aquel género de
transposiciones
en su elegante
poesía
de vuestra merced, y consta a toda la gente que le hizo por algunos mochuelos que aquí se
imitan
bárbara y atrevidamente, a quien sucede lo que a muchos que contrahacen el latín de Justo Lipsio, y escriben una
lengua
tan monstruosa que ni es latina, ni hebrea, ni arábiga. Mas no por esto
Lipsio
deja de ser aquel divino inventor de tan único
estilo,
que es lo mismo que sucede a vuestra merced, único ingenio e inimitable, con que pienso que la
malicia
de Mendoza está declarada y esta objeción tácita respondida.
Cuanto a vuestra merced, que es la segunda, me admira que tan
ásperamente
escribiese de un hombre tan conocido y en
carta
que había de andar por las manos de tantos, como vuestra merced presume cuando las dirige a
Mendoza,
a quien yo imagino como la estatua de Roma, en cuya cara fija vuestra merced de noche los papeles que quiere que lea toda la corte de día, de que parece estar tan desollada, con ser de zapa.
Dice vuestra merced que conoce muy bien a los helvidianos, como quien también los entiende a donde yo, con el vocabulario de los
Equivocos
de
Ledesma,
hallo que no es San Ildefonso por quien vuestra merced lo dice, sino Lope de Vega, el cual no sé cuándo o cómo se haya entendido con herejes, si no lo dice vuestra merced por ser
ministro
del Santo Oficio y sobrino de don Miguel de Carpio, hombre por quien hoy dicen en Sevilla, cuando una cosa está caliente, “quema como Carpio”. Asimismo añade vuestra merced que Dios le libre de ser alumbrado, aludiendo a varios
clérigos
que con este nombre fueron viciosos, no sé si en Córdoba que, como soy de Lisboa, no estoy bien en las cosas de Castilla. Y aquí mi vecino está tan lejos de esto, que se conoce el
odio
con que siempre ha mirado vuestra merced sus costumbres, debiéndole tan diferentes correspondencias, pues incitándole muchos que respondiese a tantas sátiras como vuestra merced le tiene escritas, o permitiese que sus amigos lo hiciesen, lo mas descompuesto que salió de su boca en estas últimas fue decir: “¿En qué me puede a mí ofender quien las hace a tantos?”.
Y es muy bueno que alaba vuestra merced su paciencia, después de llamarle hereje y alumbrado, con cifras que le parece a vuestra merced que las entenderá Mendoza, como secretario de la de vuestra merced, y no los otros. Alabe vuestra merced su
ingenio,
señor don Luis de Góngora, su sangre, sus letras, su virtud, su compostura, su patria, su hacienda, su casa, su patio y sus
amigos,
pero su paciencia, eso no. Pues no le ha quedado en este mundo qué
maldecir,
sin perdonar a sus bienhechores, ni a las ciudades y huéspedes donde le han servido hasta los ríos, telas y edificios públicos. Y cuando digamos que Lope de Vega hiciese este soneto al esquisito
lenguaje
de vuestra merced, que es todo el delito que se le imputa, ¿qué?, ¿llama vuestra merced paciencia llamarle hereje y alumbrado? Pues se pudiera igualmente contentar con decir mal de los suyos. Con esto verá vuestra merced que él no le escribió en ofensa suya, y que se engaño Mendoza, pues mal pudiera hacer esto quien en las desgracias que aquí sucedieron a sus
Soledades
escribió aquel tan elegante como mal agradecido
soneto
que comienza:
Canta Cisne Andaluz que el verde coro, etc.
De suerte que todo su
estudio
de vuestra merced es solicitar el
deshonor
de este hombre, y todo el suyo celebrar su ingenio de vuestra merced, entre tantas calumnias y disparates como este día ha puesto a la singularidad de vuestra merced la multitud de los que le envidian. Vuestra merced me la haga de responder satisfaciendo a esto o, por lo menos, a mi amor, que bien puedo merecer mejor que Mendoza respuesta de vuestra merced, por bien nacido y no lego ni ignorante de
letras
humanas y divinas, que mejor sabré defender las figuras
retóricas
de sus escritos que los que las murmuran entenderlas.
Vivo a la calle de Francos, junto a las mismas casas de Lope de Vega, a quien me holgaría que vuestra merced estimase, no por su
ingenio
sino por sus costumbres. Y si esas no agradan a vuestra merced, a lo menos, por la obligación que le tiene y la paciencia con que ha resistido sus injurias.
De vuestra merced, a quien Dios guarde.
GRUPO PASO (HUM-241)
FFI2014-54367-C2-1-R
FFI2014-54367-C2-2-R
2018M Luisa Díez, Paloma Centenera