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“Espedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, pro don Francisco de Moncada. Biografía del autor. Poema del señor Campo-Redondo”
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Sin firma
Título de la obra:
La Estrella. Periódico de literatura, ciencias, artes y modas, nº 21, 27/11/1842
Autor de la obra:
[No se indica]
Edición:
Cádiz: Imprenta de la Revista Médica, 1842


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ESPEDICIÓN DE LOS CATALANES Y ARAGONESES CONTRA TURCOS Y GRIEGOS, POR DON FRANCISCO DE MONCADA. BIOGRAFÍA DEL AUTOR. POEMA DEL SEÑOR CAMPO-REDONDO


Feliz ha sido el pensamiento de los editores del Tesoro de autores ilustres al publicar esta obra, que no había vuelto a imprimirse desde el año de 1623, en que se dio a luz.

La hemos leído con mucha satisfacción, y no tenemos reparo en afirmar que bien puede considerársele comprendida en el número de los más preciosos monumentos de nuestros mejores escritores.

A pesar de la falta de datos que ofrecen generalmente los sucesos de la antigüedad por el descuido de los hombres que entonces figuraban, los cuales, como decía muy bien el señor Moncada, eran “largos en hazañas y cortos en escribirlas”, encuéntrase en esta obra una reseña más detallada de lo que podía esperarse de la memorable espedición y jornada que los catalanes y aragoneses hicieron a las provincias de Levante en defensa de Andrónico Paleólogo, emperador de los griegos.

Interesan en gran manera los pormenores de aquellas espedición, en que se veían hombres tan contrarios en sus costumbres; aquellos almogávares, catalanes, aragoneses y aventureros que, codiciosos unos de botín, sedientos los más de oro, algunos de gloria, y todos de sangre, caminaban a las órdenes de su caudillo Roger en busca de acontecimientos fabulosos y estraordinarios.

Dice muy bien el autor del prólogo que precede a la obra que desde la salida de las cohortes hasta el último período de la espedicion no parece sino que se está leyendo un cuento de caballerías creado en el Oriente donde pasan las Mil y una noches. No hay capítulo en este libro que no tenga su semejanza en las historias de los Amadises, Florismartes y Primaleones, con sola la diferencia de ser aquí verdaderos, y en los andantes no.

“No faltan más que caballos y culebrones alados que transporten de una a otra región a los nuestros, pues por lo demás dan cima a hechos desesperados, que, a saberlos, sin duda alguna se los atribuyeran a sus héroes los cronistas de los cofrades de don Quijote. De buenas a primeras topáis con el adalid de los espedicionarios casado con la sobrina del emperador, luego con un almugávar [sic] que con su sencillo vestido de pieles vence en la liza a un caballero cubierto de fuerte armadura y armado de buenas armas, veis tajos y reveses que no curara el bálsamo de Fierabrás, y presenciáis reñidos encuentros de un hombre contra diez y aun contra veinte.

Cuando la ambición de los jefes catalanes, la envidia de los genoveses, el recelo de los mismos griegos y la cizaña sembrada por todos en la masa común los corta y subdivide en diversos cuerpos, obran los nuestros hasta en cuadrilla hazañas comparables a las sergas de Esplandián y dan ejemplo de un valor indómito. Mal pagados luego en ingratitud por aquellos mismos a quienes habían auxiliado, vuélvenles armas en contra, y de combate en combate alcanzan nuevas victorias, sojuzgan pueblos y se abren paso por do quier, venciendo, matando, talando, destruyendo...”.

Tal es la reseña, breve pero exacta, que se hace en el prólogo de los acontecimientos que son objeto de la obra, acontecimientos notables cuya memoria debe transmitir la historia, y que en todas épocas interesarán, porque sirven para poner en [sic] evidencia la entereza de carácter y el valor indomable que distinguiera en todas épocas a los españoles.

Preceden también a la obra unas noticias biográficas de su autor, don Francisco Moncada, que por ser bastante curiosas estractamos a continuación.

El señor Moncada nació en Valencia y fue bautizado el día 29 de diciembre de 1586. Fueron sus padres don Gastón de Moncada, segundo marqués de Aitona, virrey de Cerdeña y Aragón, embajador en la corte de Roma, y doña Catalina de Moncada, baronesa de Callosa.

Desde sus tiernos años se había dedicado don Francisco al estudio de las letras y de las lenguas latina y griega. Casó con doña Margarita de Castro y Alagón, baronesa de Laguna y vizcondesa de Isla, y tuvieron por hijo y sucesor a don Guillen Ramón de Moncada, que fue virrey de Galicia, gobernador de la corona en la menor edad de Carlos II y escritor como don Francisco, su padre.

Este llegó a ser consejero de estado y guerra, embajador en la corte de Alemania, cerca del emperador Fernando II, mayordomo mayor de doña Isabel Clara Eugenia, infanta de España, señora propietaria de los estados de Flandes, y después de la muerte de esta princesa gobernador de los mismos estados por el rey Felipe IV, y generalísimo de sus armas mientras no fue a gobernarlas el cardenal infante don Fernando, hermano del rey. Los elogios que se mereció con sus valerosas hazañas y acreditado gobierno fueron tantos, que apenas hay historiador que le mencione que no prorrumpa en alabanza suya. Murió de enfermedad, pero coronado de laureles y en brazos de la fama en el campo de Goch, de la provincia de Cleves, en el año 1635, después de haber derrotado dos ejércitos enemigos, a los cuarenta y nueve años de su edad.

Además de la obra de que hemos hablado, escribió las siguientes:

Vida de Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio. Se imprimió después de la muerte del autor en Francfort, por Gaspar Botelio, 1642. Se conserva en la biblioteca de Madrid.

Genealogía de la casa de los Moncadas. La insertó Pedro Marca, autor francés grave y noticioso, en su Historia de Bearne, impresa en París el año 1640, como atestigua el maestro fray José Gómez de Porres, carmelita. El mismo conde la envió a Pedro de Marca, el cual imprimió también dos cartas latinas que el conde le había escrito.

Antigüedad del santuario de Monserrate. Ninguna noticia encontramos sobre esta obra.

En el libro cuya publicación anunciamos va comprendido un hermoso poema compuesto por don Calisto Fernández Campo-Redondo sobre la espedicion de catalanes y aragoneses. Para que nuestros lectores puedan formar un juicio de esta bella composición que dan á luz por primera vez los editores del Tesoro de autores ilustres, copiamos en seguida una parte de ella, si bien muy pequeña, porque nos impide estendernos como quisiéramos la estrechez de nuestras columnas.

Canto el arrojo de ínclitos guerreros,
que, sujetando reinos y naciones,
llevaron victoriosos sus aceros
a remotas y bárbaras regiones,
y en mil encuentros y combates fieros
conquistaron católicos blasones,
fabulosas proezas superando
y a su patria alta prez asegurando.

...

Tú, de la celestial caballería
insigne capitán, Marte 1 cristiano,
que de agarenas huestes la osadía
mil veces quebrantaste por tu mano,
tú, en quien el pueblo aragonés confía,
en cuya protección gózase ufano,
para cantar asunto tan glorioso
préstame voz y aliento prodigioso.


hace una pintura poética y exacta de la situación del oriente dominado por los griegos y, al anunciar la llegada de la flota en que iban los catalanes y aragoneses, dice así:

En esto, qué furor tan repentino
los ánimos ocupa? ¿qué mudanza
se nota, que en confuso remolino
el pueblo todo al puerto se abalanza?
¿Será que a la ciudad de Constantino
la terrible crueldad del turco alcanza?
Mil gritos a la vez el aire hienden,
todos hablan a un tiempo y no se entienden

...

Mas este frenesí no ya temores
le causan: son estremos de contento,
pues no temen del turco los furores,
antes le pronostican escarmiento.
“Venid. esclama ya, libertadores,
venid, venid...”, y prolongado acento
por calles y palacio va tronando,
libertad y victoria proclamando.

...

Ellos son, ellos son: soberbia flota
en alta mar entonces se divisa,
y se percibe bien, aunque remota,
que a ganar el estrecho se da prisa.
A la ciudad dirige su derrota
y en alas que le presta dulce brisa
llega por fin; de mástiles cubierto,
selva y gigante mies parece el puerto.


He aquí cómo canta las victorias de aragoneses y sicilianos:

Cayó el orgullo de la altiva Francia
confundido y alzarse tentó en vano;
ni aprovecharon más que su arrogancia
los rayos que lanzara el Vaticano.
Pudo más la justicia y la constancia
y el indómito esfuerzo del hispano.
Triunfastes, Aragón, tuya es la gloria,
tuya Sicilia, tuya la victoria.


Imposible nos sería copiar todos los versos que sobresalen por su mérito en esta brillante composición, digna de correr impresa al lado de la obra de Moncada. Nos urge ya concluir, y concluimos en efecto recomendando a nuestros lectores el libro de que nos hemos ocupado.





1. San Jorge, patrón del reino de Aragón.

GRUPO PASO (HUM-241)

FFI2014-54367-C2-1-R FFI2014-54367-C2-2-R

2018M Luisa Díez, Paloma Centenera