FUNCIÓN DRAMÁTICA EN EL LICEO
Una numerosa y brillante concurrencia ocupaba los suntuosos salones del Liceo en la noche del 21 de este mes, llevada del doble aliciente de oír una de las más brillantes
composiciones
del
inmortal
Lope
de Vega, y de ver cómo la ejecutaban los caballeros de la sección, que por su mucha amabilidad se habían determinado a acometer tamaña empresa. Y, en efecto, el
Sancho Ortiz de las Roelas
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es una composición de un mérito singular como obra literaria, pues ella ha sido la fecunda mina de donde han extraído muchos pensamientos y aun versos enteros varios autores dramáticos, y es así mismo de una ejecución difícil y comprometida. ¿Satisfizo esta a los concurrentes? Sí, y no podía ser de otra manera, confiada como lo estaba al reconocido talento de los señores que la desempeñaron.
El joven poeta don Manuel Cañete ejecutó el papel de Sancho Ortiz, y nadie extrañó que, aun cuando por primera vez en escena, el que había hecho tan bellos y sentidos versos representase con admirable verdad el carácter de un caballero español del siglo XIII, todo honor, todo delicadeza, todo lealtad, uno de aquellos caballeros cuya divisa era “por mi rey y por mi dama”. Así expresó con la mayor verdad su amor a la hermosa Estrella, su obediencia ciega al rey don Sancho, y la lucha de afectos contrarios que desgarraban su alma, por no comprometer a su soberano excusando justificarse ante los ojos de la que adoraba. Las escenas penúltima y última del cuarto acto las dijo de una manera que arrancó justos aplausos. El papel del rey don Sancho el Bravo estaba confiado al joven don José de Maury, y lo ejecutó con mucho conocimiento y perfección, sobre todo la escena con Estrella en el tercer acto y final del mismo. Al señor Maury ya habíamos tenido ocasión de aplaudirlo en otras comedias y en otros caracteres, pero tuvimos el placer de verle triunfar felizmente de las dificultades de que está llena la ejecución de el del rey don .Sancho, y justificó las esperanzas que de su talento habíamos formado.
El señor don Ignacio Argote desempeñó muy bien el papel de don Arias, y su buena presencia, su exacta y pura dicción y el perfecto conocimiento del carácter que representaba contribuyeron, no poco, al feliz éxito de la tragedia.
El señor don José Trevijano estaba encargado del de Bustos Tavera, y, si sentimos verle morir injustamente por orden del rey don Sancho, lo sentimos doblemente porque nos privó su muerte de volverle a oír después del primer acto, en que dijo el reto a Ortiz con la mayor perfección.
Los señores don Cecilio de Guzmán y don José Teruel ejecutaban los de los severos y rígidos alcaldes de Sevilla, modelo de la magistratura de España, cuya rectitud está consignada en esta y otras composiciones para orgullo de la nación a quien servían.
El jovencito don José Álvarez dc Sotomayor desempeñó muy bien el papel del paje Clarindo; y don Fermin Abarrátegui, el de Pedro de Caus.
La señorita doña Carlota Baus desempeñó el de Teodora, al que dio realce su pura voz y su linda figura.
Parecerá extraño que aún no hayamos hablado de la ejecución del de Estrella, pero satisfaremos la curiosidad de nuestros lectores anunciándoles que fue desempeñado por la señora doña Joaquina Baus, que es lo mismo que decir por el más delicado e indisputable talento y la más reconocida belleza reunidos. Temeridad seria querer someter al análisis las rápidas sensaciones, los variados matices de sentimiento, la energía en la dicción unas veces, la ternura en otras, en que su voz está llena de lágrimas, la dignidad, el amor, la desesperación, todos les afectos, en fin, que con tan admirable verdad expresó la hermosa Joaquina, cuando con decir que era ella, la perla del teatro español, la que ejecutaba el papel de Estrella, todo debía suponerse; y sin embargo, en la noche del 21 tuvimos un nuevo motivo para admirarla, pues su flexible talento recorrió con igual facilidad y perfección las diversas situaciones de su papel. ¿Cabe mas verdad por ventura?.... pero ¿a qué citar una escena cuando sería menester citarlas todas? Nosotros no sabemos sino sentir y admirar. Reciba, pues, la bella Joaquina el tributo de nuestra admiración.
No concluiremos sin decir que varios caballeros del Liceo se presentaron vestidos ya de soldados, ya de alguaciles, sometiéndose gustosos a hacer un papel mudo y pasivo para aumentar el brillo del cuadro. Añadiremos también que todos estuvieron vestidos con el mayor lujo y exactitud histórica, pues el digno director de la sección, el señor don José Tamayo, a cuyo celo, inteligencia y oportunas observaciones se debió el brillante éxito de la tragedia, puso a disposición de los caballeros que la ejecutaron su suntuoso equipaje, el más completo, el más rico, el más históricamente verdadero que posee artista ninguno en España.
Un corto intermedio, en el que tuvimos el placer de oír al joven don Ramón Entrala tocar en el piano con su admirable maestría varias piezas de la
Norma,
dio lugar para volver a presentarse en escena los señores de la sección dramática a ejecutar una lindísima comedia en un acto traducida por el jovencito don Manuel Tamayo y Baus.
Dios ayude a usted
es una composición llena de chistes y de situaciones altamente cómicas, que dio motivo para que luciese su habilidad en este género el señor don Cecilio de Guzmán en el graciosísimo papel de Surgeon; su finura y elegantes modales, el señor Maury en el del marqués de Rosamberg, uno de los señores de la frívola y disipada corte de Luis XV; su naturalidad en el del ayuda de cámara Sanjuan, el señor Abarrátegui; su inocente coquetería, la señorita Baus; y su maestría, la bella Joaquina, que, si estuvo inimitable en el dramático carácter de Estrella en la tragedia, no lo estuvo menos en el travieso y altamente cómico de Luisa en la pieza.
Inútil es decir que una comedia lindísima, muy bien ejecutada y perfectamente vestida según las modas del reinado de Luis XV, gustó muchísimo, fue muy aplaudida y excitó una inextinguible risa, lo que debió servir de satisfacción al joven traductor, pues es la recompensa de su aplicación y talento, y debe estimularle a cultivar con esmero la literatura dramática, para la que tiene tan felices disposiciones. No podemos finalizar este largo artículo sin decir que varios señores aficionados se ofrecieron a última hora a tocar en la orquesta, pues los profesores con que contaba el Liceo para aquella noche faltaron a él por asistir a ensayo general de la
Lucía
que debía ejecutarse en el dia siguiente en el teatro, y sin reconocer alta y paladinamente el interés, el ardiente celo e incansable actividad que el señor don Juan Pedro Abarrátegui, dignísimo presidente de la sección de declamación, tiene por todo lo que hace relación a este ramo confiado a su cuidado e ilustración.
1. Se trataría muy posiblemente de la refundición que Cándido María Trigueros hizo de
La estrella de Sevilla,
atribuida a Lope de Vega, con publicación en Madrid, 1800. (Nota del transcriptor)