Título del texto editado:
“Teatro. Don Francisco de Quevedo, drama en cinco actos, original y en verso, por D. Eulogio Florentino Sanz”
TEATRO.
Don Francisco de Quevedo, drama en cinco actos, original y en verso, por D. Eulogio Florentino Sanz
No es un drama la obra de que vamos a ocuparnos. Es una comedia que en su giro y porte se asemeja mucho a la perfumada y aristocrática comedia de Scribe. Domina en ella un carácter: por consiguiente, la
idea
y no el
sentimiento,
de aquí su importancia para el arte, de aquí el mayor lauro de su autor. Quevedo es para el
vulgo
el tipo del hombre
gracioso, chocarrero, desvergonzado.
¡Cuán pocos saben que brillaba más como
sabio
que como
poeta!
¡Cuán pocos lo tienen por ilustre, por galanteador, por cortesano, por
noble
y rico! Difícilmente creerán los más que fue
embajador
y gozó de gran
valía
con los reyes, siendo más bien su juez inexorable que su bufón. Todos repiten cuentos más desembozados que epigramáticos atribuidos a Quevedo, y pocos conocen su
Política
de Dios,
su
Gobierno
de Cristo,
su
Tratado
de la Providencia.
El vulgo, en fin, que no penetra en el santuario del corazón, que solo se paga de lo exterior y mundano, se representa a Quevedo como a uno de esos bufones de profesión, fabricantes de gracias al por menor y decidores de chistes repetidos y ordinarios.
Esto sucedía con don Francisco de Quevedo Villegas, y así le ha retratado don Eulogio Florentino Sanz. También este joven poeta ha pasado los primeros albores de la vida entre las angustias del pobre honrado; también ha tenido que hacer reír, zurciendo gacetillas en un periódico mientras que el dolor destrozaba su alma. Por esto, sin duda, está el drama escrito
con amor.
Falta grandeza en la intriga, riqueza de recursos, novedad a veces; pero en cambio hay sutilísimo ingenio en la preparación de las peripecias, rasgos brillantes, detalles de filigrana y oro, sentimientos elevados y profundidad, intención, filosofía, viveza en el diálogo, que puede servir de modelo. El carácter del protagonista vale por todos; los de los cortesanos son repetidos; bien es verdad que estos animales bípedos ni varían ni merecen estudiarse por lo asquerosos.
El público recibió muy bien esta composición que tanto se distingue de las vulgaridades que diariamente inundan la escena.
La ejecución fue buena y con decoro notable de los actores. El señor Fuentes y el señor García (don Juan) hasta se parecían mucho a don Francisco de Quevedo Villegas y al conde duque de Olivares. La señora Yáñez caracterizó bien a la desgraciada infanta Margarita, y la señora Molist dijo sus versos cual convenía a la noble y virtuosa reina que el autor retrata. El cuadro principal del acto cuarto no hizo bien gracias a lo mal dispuesto de la escalinata, que nada tenía de magnífico.
G.S.