Loquillo + Subtónica (Filigrana Fest 5 de mayo en el CEFC)

La era de las redes sociales nos ha acostumbrado a que hasta la descripción del filete que nos estamos comiendo ha de ser, en Facebook, relatado con gran prosodia y rimbombancia, para ser aprobado a base de “likes”. Nuestros propios rivales de redacción somos nosotros y nosotras mismas y nuestra siguiente publicación ha de ser, mínimo, superior en sobreesdrújulas y giros metafóricos a la anterior.

Cuando, además, el tema en cuestión es, per se, importante y nada prosaica, el esmero ha de ser mayor para estar a la altura, casi, de Góngora.

Te empapa tanto esta marea que te encuentras seco ante un folio en blanco un sábado de mayo por la mañana intentando mantener el nivel de redacción al narrar la noche de rock vivida, cuando en realidad es todo mucho más fácil.

Al final se trata “sólo“ de contar , de trasladar lo ocurrido  e intentar no resultar objeto de  envidia por lo experimentado.

Resulta que el coloso remozado en el Parque Joyero, el así llamado Centro de Exposiciones, Ferias y Convenciones (CEFC), se desvirgaba musicalmente con un fin de semana de acordes que arrancaban el viernes a golpe de rock, Filigrana Fest lo han dado en llamar.  Y el encargado, difícil misión siempre ser pionero, era el combo local Subtónica, alter ego del polivalente músico cordobés Javier Estévez, fajado en escenarios aquí y allende los mares con su anterior banda, Estirpe. Venía con temas recientes, agrupados bajo el nombre de Creer para Ver, aunque hubo tiempo para repasar temas de sus dos anteriores trabajos.


Bajo, batería, teclado, guitarra y voz, ocasionalmente con guitarra, subían al escenario con la reciente experiencia del Teatro Góngora habiendo dejado el listón muy alto, capeando los ecos de la sala mientras iban puliendo el sonido a la par que el público, extrañamente numeroso para la hora, tomaba posiciones. Paco Record ajustaba niveles mientras Estévez bendecía las heridas con el tema homónimo. La seguía Misantropía, que por cierto sonó muy diferente a lo escuchado en el Teatro Góngora. Cuadra con el espíritu de la banda de estar alejado de la tónica común: recinto diferente, giro distinto; lo cual demuestra mucho en unos músicos, esa no conformidad y ese querer ofrecer algo distinto, la mejor versión de ti mismo en cada situación. Creo que es una muestra de personalidad y, por qué no decirlo, de respeto al público también.  En este tema se apreció especialmente algo que fue una constante a lo largo de todo el concierto: la mayor preponderancia de la batería. También ha ido creciendo como guitarrista y vocalista el propio Estévez, que no olvidemos era baterista en su anterior banda.

Los temas fueron recibiendo correcta presentación, con sentidas menciones a su hermano, antes de interpretar Como si Fuéramos Tribu, y en otro momento a dos de sus anteriores compañeros en Estirpe, los cuales ya no están entre nosotros. Terminó el show con Cuando ya no Importe un tema de su debut de 2014, aquel disco titulado La Guerra que Respiro, tema en el que pidió, y logró, la complicidad del público, reforzada al intercalar en él estrofas de Feo, Fuerte y Formal, de Loquillo.

Con la misma puntualidad que llegó se marchó, tendiendo una alfombra roja a Loquillo, al que dedicó todo tipo de parabienes, el maestro, lo llamó.

Media hora escasa de rock and roll clásico enlatado amenizó la espera, que se rompió a las 22.30h, cuando un torbellino de seis músicos asaltó el escenario, enchaquetados de distintos colores y con una pasión que les hacía parecer noveles.

Woody Woodpecker coronado y fumando en el macrotelón trasero del escenario. Del amplio repertorio desgranado – aunque los clásicos más antiguos tardaron en salir- me quedaría con Cruzando el Paraíso, que en su día cantara con el Elvis francés Johnny Hallyday, y El Hombre de Negro, para otro de sus héroes, ese “gran y alto árbol negro” que atribuyen como primera reacción a Bob Dylan al conocer a Johnny Cash. Johnny-José María- Johnny. Y es que como el propio Loquillo canta “en un mundo de apariencias necesitas referencias”. Y si no nos habíamos enterado nos lo recordó con El Rompeolas.

Carne para Linda, curiosamente cantada “en off” con él no visible en el escenario. Inesperada para muchos es un clásico que nos llevó de un salto a los lejanos 80.

Un poquito de plumas al cuello y virtuosismo eléctrico de guitarras y bajista (esto fue una constante) para atacar El Rey del Glam. Seguimos con Rock and Roll Actitud tras presentar a la banda ¡ y qué banda¡   Jorge Rebenaque (teclados); Josu García (guitarra) ; Pablo Pérez (guitarra);    Laurent Castagnet ;  Igor Pascual (guitarra) y Alfonso Alcalá (bajo). Músicos de todo el panorama estatal, sabedores de su responsabilidad y de innegable calidad y compromiso con el proyecto porque, como él mismo dijo “en mi banda no hay mercenarios sino tropas que pelean a diario”.

Íbamos terminando y tocaba la traca final …La Mataré; El ritmo de Garage; Feo, Fuerte y Formal, para terminar con el Cádillac Solitario, con todo apagado salvo una luz estratégicamente situada que parecía el amanecer que te sorprende desde esa curva donde estás parado…fumando un cigarro, presente también para la ocasión, ese cigarro que lleva encendido desde finales de los 70 debajo de un tupé inconfundible.