Córdoba, 5 de abril de 2018 (Diario Córdoba). Ante toda la deriva independentista y su repercusión en la prensa extranjera es necesario hoy sin dilación denunciar la absoluta ineficacia, indolencia e incapacidad del gobierno de Mariano Rajoy para desplegar una campaña informativa internacional capaz de explicar la legitimidad de la defensa del Estado de Derecho en nuestro país.
Vemos cómo algunos medios de comunicación extranjeros comienzan a ponerse del lado del aparentemente más débil, empezando a conformar una opinión pública comprensiva con una situación de supuesta defensa de la democracia y la libertad frente a una España rancia (Spain again), dictatorial y opresora de un pueblo que clama unánimemente por su libertad. Frente a ello, se extiende el más incapaz de los silencios de nuestro gobierno en el exterior.
Recordaba el poema de Gabriel Celaya España en marcha, recreado por Paco Ibáñez, y pensaba en la razón de sentirse orgulloso de ser español. Y buscaba otros motivos diferentes a los patrioteros de siempre. España es uno de los pocos países del mundo que consiguió pasar de una larguísima dictadura a una democracia sin necesidad de decapitar, ni derramar sangre. Se han pagado algunos peajes, pero siempre es mejor evitar la muerte y la violencia. Aunque para Marta Rovira sea aceptable y necesario que haya muertos para conseguir el supremo fin de la independencia.
Segundo motivo de orgullo. España ha construido el mejor y más eficiente sistema de salud pública del mundo. Con sus defectos, sí, pero les animo a que prueben la mayoría de los sistemas de otros países, incluso de nuestro entorno, y comprobarán la realidad de lo que digo.
Tercer motivo. España es un Estado de Derecho pleno reconocido en todos los observatorios acreditados y muy por encima de democracias clásicas con más años de ejercicio constitucional. Ver por ejemplo los índices de democracia publicados por el Pew Research Center que sitúa a España entre los primeros países del mundo.
Cuarto. Nuestro sistema de estructura del Estado es el más descentralizado de los países con un pasado histórico complejo en el que hay que equilibrar entre sentimientos culturales diferenciados y proyecto común. Y, además, a diferencia de Italia por ejemplo, la brecha entre el Norte y el Sur es infinitamente menor.
Hay más motivos pero poco espacio para seguir, por eso conviene afirmar y reafirmarse frente, por ejemplo, a algún medio británico, recordando sin ir más lejos cómo en Gibraltar las fuerzas británicas abatieron sin mayor trámite ni resistencia a tres miembros del IRA y su primera ministra lo admitió públicamente sin mayor reparo. Conviene recordar la dureza con la que han intervenido las fuerzas policiales en Francia y en Alemania muy a menudo. Por no insistir en los déficits democráticos de parte de sus sociedades, racistas, supremacistas, y xenófobas. Conviene recordar los derechos autonómicos del pueblo corso frente a la República francesa, y así podríamos seguir.
En definitiva, como dice un buen amigo: cómo ellos inventaron la democracia, pues les está permitido bordearla sin pudor y reprimir sin contemplaciones. Visto así, resulta que como nosotros hemos tenido un pasado demasiado oscuro, igual por otra parte que el de todas las potencias que lo han sido, tenemos siempre que andar por el mundo con complejo de inferioridad democrática. Y, por ende, tenemos que andar demostrando cada día que somos más demócratas que nadie. Pues bien, aquí debería estar el discurso exterior de nuestro gobierno. En demostrar que somos tan o más demócratas que los países de nuestro entorno, que nuestro Estado de Derecho funciona conforme a reglas constitucionales, que lo que aquí se está persiguiendo son ataques deliberados, conscientes y violentos a la Constitución al margen de la legalidad, lo que en cualquier otro país sería igualmente perseguido. Habría también que explicar que en nuestro país no están prohibidos los partidos independentistas como sí lo están en otros países europeos, ¿son ellos más demócratas entonces?
Debería, en definitiva, explicarse a la opinión pública mundial que en España se puede hablar de todo, que se pueden modificar todas las leyes incluida la Constitución, que incluso se puede separar, si así se prevé y se vota, una parte del territorio, pero que todo ello dentro de la ley. Y que en este caso, los que ahora están procesados y/o detenidos lo son por la comisión de delitos contemplados en nuestro ordenamiento jurídico y por tanto votados por la mayoría de los españoles.
Habría que difundir en el extranjero un mensaje tan simple como que en España al igual que en Francia, Alemania o Reino Unido, la ley hay que cumplirla y si no le gusta a algunos pueden intentar cambiarla, pero para ello hay que ganar elecciones y formar mayorías suficiente. Ni más ni menos que como en cualquier democracia.
Lo triste es que nuestro gobierno en el exterior parece que camine acomplejado. No quiero pensar que sea porque sus pies son de barro, por tener una pléyade de procedimientos penales abiertos precisamente porque en un Estado de derecho todos están obligados a cumplir todas las leyes. Pero si el gobierno está acomplejado, los españoles no deberían estarlo, porque España y los españoles tienen que estar en marcha y orgullosos de su pasado que «aunque no pueden darlo por bueno» les ha hecho construir lo que nadie imaginaba hace cuarenta años ya.
Manuel Torres es catedrático de la UCO y director de la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos