Córdoba, 24 de abril de 2018. La perspectiva de género es un elemento secundario cuando se hace periodismo en zona de guerra, según sostienen tres reporteras y un redactor de larga trayectoria en la primera mesa redonda de la mañana del Congreso Córdoba, Ciudad de Encuentro y Diálogo organizado por la Cátedra Unesco de Resolución de Conflictos de la UCO.
“¿Es necesaria la perspectiva de género?”, se preguntó Maruja Torres. “Es necesaria la información”, se respondió. La pregunta la formuló la moderadora del debate y también periodista Rosa Aparicio nada más arrancar la segunda jornada del congreso. “La perspectiva de género te sale. Yo no estoy siempre usando el “todas”, abundó. Mónica García Prieto, que ha cubierto algunos de los conflictos más cruentos de los últimos años, respaldó la opinión de su predecesora. “No hay diferencia entre ser hombre o mujer en las zonas de guerra. Hay que saber ver y saber interpretar. Tener mucho “background” y contarlo bien”, subrayó como elementos fundamentales a la hora de trabajar como periodista en los puntos calientes del planeta.
Mónica Bernabé, experimentada reportera en Afganistán, respaldó el punto de vista de las anteriores. “No me planteo si escribo con perspectiva de género”, zanjó. “Lo importante es hacer un buen trabajo”, agregó. Similar consideración adujo Gervasio Sánchez, periodista cordobés con décadas de oficio en los frentes más cruentos de la geografía mundial. “He conocido a hombres y mujeres que hacen muy mal su trabajo”, argumentó. Pero puntualizó: “Cuando empecé apenas había mujeres y los mejores reportajes fueron firmados por ellas”.
Otra cosa es descender a las condiciones de trabajo sobre el terreno. “En Afganistán, como en cualquier otro país de cultura patriarcal, existe el riesgo de sufrir abusos sexuales”, aseguró Mónica Bernabé. “Hay un potencial de agresión sexual que siempre está ahí”, corroboró García Prieto. Y añadió: “Las mujeres son las principales víctimas de un conflicto armado”. Y la eventualidad de un ataque machista no únicamente proviene de la población local. También de las fuerzas desplazadas. Las dos periodistas han trabajado empotradas en el ejército estadounidense. Y las dos reconocen que debían extremar su cautela en las bases militares atestadas de jóvenes. “Las mujeres marines llevaban un cuchillo para defenderse por la noche”, relata García Prieto.
“Las situaciones más peligrosas que he vivido han sido siempre por militares”, remarcó Maruja Torres. “Son la quintaesencia del machismo”, declaró la veterana periodista catalana hoy ya en la reserva del oficio. Gervasio Sánchez recordó que la violación no fue consignada como crimen de guerra por la ONU hasta 2006. “La mayor parte de este tipo de crímenes quedan en la impunidad”, lamentó. “Intercambiar comida por sexo está a la orden del día”, aseguró.
Los cuatro periodistas narraron sus dilatadas experiencias en las guerras que convulsionan el mundo, desde Siria a Irak, pasando por Ruanda o Bosnia. Gervasio Sánchez recordó el gigantesco genocidio que liquidó la vida de casi un millón de tutsis y hutus en los años noventa, y la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas cuando la violencia se desata. “Los niños se convierten en soldados; las niñas son violadas”, precisó. Aunque también afirmó que ha visto cómo muchas mujeres en el país africano ejercieron de instructoras de combatientes y señalaban a víctimas propiciatorias de los crímenes.
Todas ellas han sido testigos de lo peor del ser humano y se han mostrado escépticas sobre la naturaleza violenta de la humanidad. “El ser humano puede llegar a ser terrible bajo presión. Somos cavernícolas con “smartphone”, ha señalado García Prieto. “Somos el corazón de las tinieblas”, remachó Maruja Torres.