Belleza y desperdicio. Sobre el significado del «poner aparte las formas»
Felipe Ledesma
Universidad Complutense de Madrid
Madrid, 27 de septiembre de 2002
En los comienzos del Parménides Platón se pregunta si ciertas formas mismas habrá que ponerlas aparte, cwriv", separadas de cuanto de ellas participa (130 b) y cuáles o de qué serían esas formas. Al ensayar una respuesta a esta cuestión se encuentra con dificultades que, según parece, no se dejan salvar, pues todo intento de poner aparte las formas o, quizá mejor, todo intento de entender de algún modo ese poner aparte (tal y como se va exponiendo entre 130 e y 135 b) conduce inevitablemente a ciertas aporías, a caminos sin salida para el lógos; pero renunciar a poner aparte las formas conlleva, por su lado, que el discurso no tenga adónde dirigirse y que se destruya la fuerza dialéctica del lógos (135 b-c). Toda la primera parte del diálogo es un ensayo que busca algún modo de entender ese «poner aparte» que abra para el lógos un camino despejado. El fracaso de dicho intento muestra, empero, la inviabilidad de un lógos sobre el lógos, pues no encuentra ningún camino por el que llegar a dar significado a esa separación de las formas, tan necesaria sin embargo para el propio lógos. Así, incapaz de tomar distancia con respecto de sí mismo, el lógos muestra con tal incapacidad lo irreducible de esa separación de la que él mismo depende.
No parece casual, por lo demás, que sean tres los candidatos a ocupar el puesto de aquello de lo que hay una forma aparte (que se enumeran en 130 b-e). «Lo bello, lo bueno, lo justo» no pueden acortar su distancia con respecto a las cosas bellas, buenas o justas; su separación es irreducible, precisamente porque gobiernan las cosas y les hacen ser lo que son, en tanto que mantienen un vínculo entre ser y pensar. «Pelo, barro, basura», por otro lado, nos remiten a aquello que se resiste al pensar y, por tanto, al ser, pero que, sin embargo, es, pues se ve y está a mano; remiten a esa distancia que media entre aquello de lo que se habla y lo que de ello se dice, contemplada, por así decir, desde aquello de lo que se habla. En el medio, «hombre, fuego, agua» encierran la dificultad de que se presentan a la vez como algo de lo que se habla y como lo que de ello se dice, sin que ese doble carácter acorte la separación que media entre lo uno y lo otro y que, mediando entre ambos, los hace, así, inseparables.
Pero con esto nos hemos limitado a indicar una tarea, pues sigue siendo problemático el significado de esa separación de las formas, no solo en este caso, sino, en general, por lo que respecta a toda la confrontación entre Aristóteles y los académicos. Nuestra tarea consiste, pues, en ensayar, sin salir del Parménides, una respuesta a la pregunta por el significado de ese «poner aparte» que recorre la discusión entre Parménides y Sócrates durante la primera parte del diálogo, pero que también recorre la Auseinandersetzung de Aristóteles con Platón, en la que ocupa un lugar central. Sin salir del Parménides, nos encontramos con lo que se deja entender como un ensayo de respuesta a esta última pregunta, es decir, como una exploración de las diversas vías, todas ellas aporéticas, por las que el lógos se intenta abrir paso, hasta encontrarse sin salida, con vistas a hacerse cargo de ese poner aparte las formas.