Inventariar todos los recursos forestales de un bosque no parece tarea fácil, especialmente si quien lo realiza no tiene experiencia previa en dicha tarea y, además, ese bosque es de otro continente y pertenece un clima diferente al que estás habituado. Sin embargo, Patricia Nogales, estudiante del Grado de Ingeniería Forestal en la ETSIAM, se enfrentó a este reto con el objetivo de poder crear un plan de gestión de forestal y ayudar a las comunidades de Chókwè y Massingire (Mozambique) a preservar la biodiversidad y garantizar la sostenibilidad de las explotaciones del bosque. Cuando hablamos con ella está inmersa en la redacción de su TFG, que presentará en septiembre de este año. Volvió de Mozambique el 16 de marzo, in extremis al inicio del confinamiento. Desde el 15 de septiembre de 2019, Patricia vivió como un miembro más de la comunidad en su país de destino. Seis meses en los que ha crecido profesional y personalmente hasta un punto que no imaginaba. “Siempre me ha picado mucho la curiosidad sobre el tema de la cooperación al desarrollo”, nos explica. “Durante muchos años he participado en movimientos sociales y he sido voluntaria. Tenía la duda de si quería enfocar por ahí mi carrera profesional, porque esto es todo un desafío”, sostiene. Sin embargo, la curiosidad venció a las reticencias. “Hace un par de años lo decidí porque al fin y al cabo esto es lo que me mueve, quiero y me motiva: hacer proyectos que trasciendan un poco más del utilitarismo y el consumismo al que estamos acostumbrados. Por eso, me parecía buena idea empezar por el TFG y ver si me sentía cómoda y si realmente me gusta este campo”, explica. En el Área de Cooperación de la UCO la asesoraron sobre los proyectos en curso relacionados con el Plan Propio. La ONG Bosque y Comunidad, que trabaja en Mozambique, tenía este proyecto perfilado y sin fecha de ejecución concreta. Necesitaban un técnico que lo llevara a cabo. La oportunidad estaba sobre la mesa. Patricia solicitó la beca y se la concedieron. “En todo momento estuve muy bien asesorada. Ellos me hablaron de los proyectos que tenían con un enfoque forestal y los analizamos en función de mi perfil y de lo que yo quería, de lo que era viable trabajar en el ámbito forestal y agrícola”, comenta Patricia. Y ahí comenzó la aventura.
Patricia Nogales, durante su trabajo de campo en Mozambique.
“Un inventario forestal consiste en cuantificar los recursos forestales que hay en un bosque”, nos detalla. “Estos abarcan los cursos del agua, los árboles (alturas, diámetros y especies), fauna, arbustos y herbáceos. También se aprovecha para hacer un análisis de los usos y aprovechamientos de estos recursos. Eso lo hicimos también. El proyecto es hacer los planes de gestión forestal, para eso es necesario tener primero el inventario”. En Mozambique trabajó codo con codo con los técnicos de ORAM, (Associaçao Rural de Ajuda Mutua), que han actuado como contraparte, es decir, una entidad colaboradora en el país de destino, que es un requisito para poder solicitar las becas del Plan Propio. “Ahora estoy redactando el plan de gestión forestal, que consiste en hacer una proyección de todos los recursos que tienes para hacer una planificación de cómo los vas a aprovechar y los vas a explotar a largo plazo para que sea sostenible”, cuenta Patricia. “La idea es devolvérselo a la comunidad para que puedan implementarlo. Para eso hay que explicarlo y modificarlo y ajustarlo a sus necesidades. En una primera fase lo ideal es hacer un acompañamiento para que se pueda conseguir el objetivo deseado. No implica que lo haga yo, pero sí se responsabilidad la ONG, tanto la de aquí como la contraparte”, explica.
Patricia, reunida en una de las comunidades donde ha realizado el inventario forestal.
El papel de las universidades españolas en la cooperación al desarrollo
Según el Observatorio de la Cooperación al Desarrollo de la CRUE, se entiende la Cooperación Universitaria al Desarrollo (CUD) como el conjunto de actividades llevadas a cabo por la comunidad universitaria y orientadas a la transformación social en los países más desfavorecidos, en pro de la paz, la equidad, el desarrollo humano y la sostenibilidad medioambiental en el mundo, transformación en la que el fortalecimiento institucional y académico tienen un importante papel. Así lo recoge el Código de conducta de las Universidades en materia de Cooperación al Desarrollo, un texto creado y aprobado en el seno de la Comisión de Internacionalización y Cooperación de CRUE en 2015 y que ha sido ratificado internamente por 53 de las 76 universidades españolas.
Esta labor de las universidades como agentes de cooperación se ha institucionalizado desde los años noventa con acciones de formación (teórica y práctica), investigación, cooperación interuniversitaria encaminada al fortalecimiento institucional de centros de educación superior en países socios, acciones de difusión, sensibilización, movilización y Educación para el Desarrollo o programas y proyectos de acción sobre el terreno, entre otros. La Universidad de Córdoba inició este camino con la creación de la Cátedra de Cooperación al Desarrollo en 1998, y se institucionalizó en 2006 con la creación del Área de Cooperación y Solidaridad, ya como servicio y estructura fija universitaria.
El Plan Propio de Cooperación de la UCO es una convocatoria de becas dirigida no solo a estudiantes, sino también a PDI y PAS. Responde al compromiso universitario definido en la III Estrategia de Cooperación y Educación para el Desarrollo de la Universidad de Córdoba, así como a lo especificado en el artículo 92 de la modificación de la Ley Orgánica de Universidades (LOU), promulgada el 12 de abril de 2007, que especifica que “Las universidades fomentarán la participación de los miembros de la comunidad universitaria en actividades y proyectos de cooperación internacional y solidaridad. Asimismo, propiciará la realización de actividades e iniciativas que contribuyan al impulso de la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y el respeto al medioambiente, como elementos esenciales para el progreso solidario”.
Mayte Hernández, técnica responsable del Área de Cooperación y Solidaridad de la UCO, nos cuenta que la modalidad 3 del Plan Propio, la que es para estudiantes, intenta cubrir tres objetivos. Primero, la sensibilización de los estudiantes, es decir, “que comprendan otros contextos fuera del suyo propio donde desarrollan sus estudios y que adquieran mayor formación integral y valores”, explica. Segundo, “que su acción sea un servicio a la comunidad y a la sociedad y a organizaciones que necesitan su apoyo con una asistencia técnica, ya sea un estudio, una evaluación, etc. Es decir, que sea útil para esas comunidades o para los beneficiarios directos”, indica. Por último, el anhelo del Área de Cooperación es que el conocimiento generado por estos estudiantes en sus TFG, TFM, investigación para doctorado o prácticum, no sea algo anecdótico, sino que el profesor que lo ha tutorizado pueda incorporarlo en su docencia. “Queremos que el profesorado lo incorpore en sus clases como ejemplos de cómo otros países resuelven ciertos problemas, la aplicación de técnicas y su adaptación a otra realidad, etc.”, explica Mayte.
¿Por qué países como Mozambique, Perú o Angola? Mayte Hernández nos lo aclara. “Los países a los que viajan los estudiantes tienen que ser países con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) bajo y medio. En alguna ocasión se beca el traslado a otro país si el proyecto tiene como destinatario una población altamente excluida en un país con un IDH alto, por poner un ejemplo, una comunidad indígena en Chile, pero suelen becarse proyectos en países más empobrecidos”, explica. “Cada año se subvencionan una media de entre 5 y 9 estudiantes. Casi todas las solicitudes que se presentan se aprueban”, nos cuenta Mayte Hernández. “Los sectores de trabajo más frecuentes son del campo de la educación, la salud, la agronomía y sector forestal, pero en principio no se rechaza a ningún estudiante sea de la titulación que sea. Intentamos encontrarle un proyecto, aunque es cierto que con algunas áreas de conocimiento cuesta más que con otras, pero en los últimos años hemos becado a alumnos de Turismo, de Antropología, están empezando a incorporarse los de Biología…”, explica. “Nosotros tenemos una base de datos de proyectos y asesoramos a los estudiantes en función de su titulación. Algunos estudiantes identifican su contraparte allí y ya saben con quién van a trabajar, por tanto, no necesitan tanto asesoramiento. Esa contraparte no tiene por qué ser una ONG. Lo que sí es imprescindible es que el proyecto sirva para contribuir a mejorar la calidad de vida de personas en un entorno desfavorecido y, a la vez, cumplir los objetivos de la Agenda 2030. Es decir, no tiene que ser una entidad exclusivamente dedicada a la cooperación al desarrollo, puede ser desde una asociación de vecinos hasta un ayuntamiento o una universidad”, indica.
Del TFG a la vida profesional en cooperación en cuestión de meses
Miguel Toyas Pernichi no pertenece ni al sector de la salud ni al de la educación. Es Graduado en Ingeniería Mecánica por la EPSC y sus conocimientos técnicos de ingeniería y termodinámica han sido claves en un proyecto relacionado estrechamente con la ingeniería forestal. El caso de Miguel es peculiar ya que, a pesar de que quería hacer un TFG diferente y no al uso, no se le había pasado por la cabeza hacer algo relacionado con cooperación, y eso que la madre de Miguel lleva toda la vida trabajando como gestora de proyectos de cooperación al desarrollo en una ONG. “Fue un poco de rebote”, nos cuenta entre risas. “Tuve la suerte de estar muy bien informado por mi tutora, la profesora Andrea Leva. El Grupo de investigación ERSAF, vinculado a la ETSIAM, tenía un proyecto en marcha en Angola para el cual necesitaban a un ingeniero que les ayudara con la parte de eficiencia energética y termodinámica. La profesora Leva me propuso que les ayudara y, de paso, que la experiencia me sirviera para hacer mi TFG. Solicité la beca del Plan Propio, me la dieron y estuve en Angola de julio a septiembre de 2019”.
Miguel, con compañeros de trabajo en Angola.
El TFG de Miguel, que presentó en diciembre de 2019 y por el que obtuvo Matrícula de Honor, consistió en un sistema de evaluación de la eficiencia en la producción y consumo de energía procedente de la biomasa en el ámbito rural en la provincia de Huambo, Angola. Miguel nos los explica de una forma apta para los no ingenieros. “En Angola hay un grave problema de deforestación. El 75% de la población angoleña sigue utilizando carbón o leña como combustible en su día a día. Nuestro reto era hacer una cocina portátil, que pesara poco, y que funcionara con carbón” explica. “Ellos ya usaban una cocina tradicional, hecha de chapa. Nuestro reto era testarla, ver sus niveles de consumo y emisiones e intentar diseñar una cocina que fuese mejor. En el TFG diseñé hasta 6 prototipos. ¡Lo curioso es que en mi estudio me di cuenta de que la cocina tradicional tenía muchos mejores valores que los que nosotros esperábamos!”, relata entre risas. “En el 6º prototipo ya nos quedamos en un modelo de cocina que mejoraba algo los valores”.
Nada más terminar su TFG, Miguel ha sido contratado por el Grupo de Investigación ERSAF y ha vuelto a Angola de forma profesional. Desde enero estaba trabajando en la mejora de lo que ya investigó durante su TFG, cuando tuvo que volver precipitadamente en marzo por la crisis del COVID-19. “Ahora que ya estoy trabajando de forma profesional, con un equipo más serio, hemos conseguido avances espectaculares”, explica. “Hemos duplicado la eficiencia del 20% al 40%, hemos reducido el consumo especifico un 85% y hemos disminuido las emisiones en un 95%”, relata satisfecho. Tanto es así que incluso el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) le pidió que hiciera un artículo para mandar a la sección de eficiencia energética de la ONU en Nueva York. Todo un increíble aprendizaje en un tiempo récord para un recién graduado. En Angola, Miguel ha trabajado de la mano de una contraparte universitaria, la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad José Eduardo dos Santos de Huambo. “Mi mayor aprendizaje profesional ha sido sentirme valorado por lo que he estudiado y nunca le podré dar suficientes gracias al Área de Cooperación por darme esta oportunidad”, confiesa Miguel. “Después de tantos años de estudio y esfuerzo, que pueda llegar a otra universidad, en otro país, y que me valoren y me escuchen como ingeniero y persona formada ha sido increíble”.
Miguel, durante una explicación sobre las cocinas eficientes.
En esto coincide con Patricia Nogales, que afirma haber aprendido con su TFG en el terreno de una forma mucho más profunda que si, quizás, lo hubiera hecho aquí. “Siento que el aprendizaje técnico ha sido inmenso”, nos cuenta. “He aprendido cómo funcionan otras masas forestales de otros climas completamente diferentes y ha sido súper interesante. Ha sido un desafío realizar el diseño de un inventario y hacerlo yo desde el principio hasta el final. ¡He aprendido una barbaridad! Es algo que se ve en el Grado, pero nunca lo había llevado a la práctica”, explica.
En el caso de Miguel Toyas, este primer contacto con el mundo de la cooperación, que tan fructífero ha sido para él al haber dado el paso profesional para trabajar en este sector, le ha hecho ver el mundo con otros ojos. “Creo que hace muchísima falta esta forma de cooperación al desarrollo, más de tipo técnico, que facilite herramientas para que sigan avanzando, que no sea solo dinero”, subraya Miguel. “Hace falta información y que se les transmita de una forma valiosa, es decir, que les interese y les sirva para algo. Que les enseñes a avanzar en lo que ellos ya están haciendo”. Sin duda, ahí las universidades juegan un valioso papel de transferencia del conocimiento. En esta línea, Patricia Nogales considera que su idea de la cooperación al desarrollo también ha cambiado tras su paso por Mozambique. “Es una gran responsabilidad. Desde fuera todo se romantiza y realmente es algo muy hermoso, pero también muy complicado. De la idea a la práctica hay un camino espectacularmente grande y es un desafío muy bonito, por eso tiene que motivarte mucho, ya que requiere mucho esfuerzo y mucha dedicación”. Miguel Toyas, por su parte, opina que, “no puedes pretender que esa sociedad sea la nuestra de hoy para mañana. Ojalá algún día lleguen a igualarnos y, entonces, estoy seguro de que serán mejor que nosotros como sociedad, porque son menos codiciosos y egoístas”, afirma.
“Me ha cambiado la vida”
Cuando uno piensa en Enfermería se vienen a la cabeza imágenes de agujas, vendas, curas y una dedicada labor de asistencia tanto a pacientes como a personal médico. Sin embargo, esta rama sanitaria es más amplia y compleja que la visión tradicional que tenemos. Es el caso de la Enfermería Transcultural, en cuyo marco ha realizado su TFG Berta Sánchez Luque, en Arequipa, Perú, y que presentó hace solo unas semanas obteniendo también una Matrícula de Honor. “Esta experiencia me ha cambiado la vida. Sé que es un tópico decirlo, pero es la verdad”, nos cuenta Berta, que transmite con su voz el compromiso y la intensidad de quien ha encontrado su vocación en la vida. “Yo quería hacer un voluntariado e irme lejos a hacerlo, quería meterme en la piel de las personas a las que ayudaba”, relata Berta. “Como soy estudiante no podía pagarme el avión, aunque he hecho algunos trabajos puntuales mientras estudiaba, no me daba para pagar el programa. Me enteré por dos compañeras de clase de la beca de la UCO y me informé. En Córdoba contacté con la ONG Setem, que fue el enlace con la organización de Perú, que se llama CIRCA. Hice primero un curso de formación sobre cooperación y solidaridad, para prepararme para ir de voluntaria internacional. Me sirvió mucho y ahora soy yo voluntaria de Setem”, relata. Y es que Berta se ha “enganchado” al mundo de la cooperación internacional a raíz de su experiencia en Perú.
Berta haciendo una revisión de salud a una niña.
Su TFG “Cuidados y crianza de niños y niñas en Arequipa, Perú: una aproximación etnográfica desde Enfermería” lo ha desarrollado en una de las casas de acogida que la organización CIRCA tiene para niños en situación de vulnerabilidad (maltrato, peligro de abandono, abusos, pobreza, etc.). Allí viven en régimen de internado. “En mi casita vivían unas 30 niñas de 6 a 12 años”, explica Berta. “He realizado un proyecto de enfermería transcultural, que postula que los cuidados que tú le das a una persona no pueden ser iguales para todos, pues cada cual tiene unas necesidades diferentes y una concepción de salud y enfermedad diferente”, relata. “Con mi proyecto he intentado crear un modelo de estudio para entender lo que la persona cree que es en su entorno: lo que ella cree que es la salud y los cuidados… es como acércate a los elementos del entorno de esa persona para tú saber qué cuidados necesita. La enfermería transcultural se basa mucho en lo que es la etnografía. En mi proyecto diseñé una entrevista para las niñas y ver qué pensaban ellas en torno a 6 dimensiones (biológicas, comunicativas, espaciales, de organización social, control del medio y temporales). Quería estudiar a las personas que no tienen tanta voz, por eso se he mandado a CIRCA para que tengan en cuenta la voz de esas niñas: qué sienten, qué piensan, etc. Me gustaría que ese modelo se pueda reutilizar en otros contextos”, explica orgullosa Berta.
Estuvo en Arequipa de junio a septiembre de 2019, junto a otra compañera de Enfermería. Fueron tres meses intensísimos en los que ha realizado numerosas tareas, además de su investigación. “Estuve trabajando todo el tiempo. Por las mañanas daba clase sobre primeros auxilios en los colegios de la organización -CIRCA tiene 37 colegios y 7 casas de acogida-, desde higiene de manos y boca, hasta qué hacer con quemaduras, maniobras de atragantamiento, hemorragias… Por la tarde ayudábamos a las niñas con las tareas y también visitábamos las otras casitas de acogida. Cada día hacía una entrevista a una niña y por las noches escribía en el cuaderno de campo. Los sábados hacíamos una revisión básica de salud. ¡Llevaba muchas cosas a la vez y tres meses se pasan volando!”, rememora con nostalgia.
En el caso de Berta, la implicación emocional con las pequeñas ha sido total. “Cuando llevas una semana allí te das cuenta de la enorme responsabilidad del trabajo. ¡De repente me vi dando clase en un montón de colegios y cuidando a 30 niñas!”, dice entre risas. “A mí me ha cambiado muchísimo. Cuando vivía en Córdoba me preocupaba mucho por cosas como la ropa o el maquillaje”, confiesa otra vez riendo. “Luego, llegué a Perú y me vi viviendo con 30 niñas que no tenían prácticamente nada: una muda de ropa y daban gracias si cenaban… En los tres meses que estuve allí intenté adaptarme al máximo al estilo de vida de esas niñas”. Una implicación así, a pesar de aportar tanta felicidad, también pasa factura. “Cuando volví a España estaba rarísima, no me adaptaba. Ahora lo recuerdo con más felicidad, pero a la vuelta no podía parar de llorar, sentía mucha impotencia”, explica Berta. “Mi amiga enfermera con la que me fui y yo éramos prácticamente las únicas que les dábamos cariño a las niñas. Cuando estaba haciendo el estudio y les pedíamos a las niñas que eligieran una persona en el mundo a la que abrazar, ¡ellas nos elegían a nosotras! Al volverme, yo pensaba, ¿y ahora quién las acuesta y les da las buenas noches? Esa era una rutina que mi amiga Marta y yo teníamos. Acostábamos todos los días a las 30 niñas y tardábamos una hora y media cada día en ir a dar las buenas noches a cada niña. ¿Y quién las cuida ahora cuando estén malitas? El concepto de salud allí es muy precario o más bien diferente al nuestro, y eso es parte de lo que se aprende con la Enfermería Transcultural. Si una niña tenía 39 de fiebre lo normal es que estuviera sola, y mi instinto era quedarme con ella todo el rato hasta que mejorase. En fin, ha sido el mayor aprendizaje de mi vida”, explica muy emocionada.
Berta jugando con una niña de las casas de acogida.
Berta está ahora preparando el examen del EIR (Enfermera Interna Residente). Quiere ser matrona. “En cuanto me examine del EIR quiero volver a Perú para ir a verlas”, afirma con rotundidad. “Cuando termine mis dos años de residencia como matrona me gustaría trabajar en cooperación al desarrollo en el campo de la salud”, sostiene. “Me veo trabajando en Perú en un futuro. Es un como una bola, ¿sabes? Yo vengo transformada después de haber conocido esto. Por tanto, ahora quiero que otros estudiantes puedan vivir en primera persona lo que he vivido yo. Lo recomiendo al 100%”, subraya.
Una experiencia para vivir al menos una vez en la vida
¿Qué hace que esta experiencia transforme tanto a los estudiantes que la viven? Mayte Hernández nos da la perspectiva de años de trabajo enviando a estudiantes a realizar sus TFG o TFM en países empobrecidos. “Todo el mundo que vuelve del Plan Propio manifiesta haber tenido una experiencia que le ha enriquecido personalmente y que profesionalmente ha sido muy válida. La calidad académica del trabajo que han realizado ha sido muy buena y suelen tener altas calificaciones en sus tribunales. Pero es que el crecimiento personal también suele ser muy impresionante”, indica. “Se les abre un nuevo panorama profesional y vital. Profesionalmente, conocemos a bastantes estudiantes que se han quedado trabajando en sus países de destino y muchos otros se enganchan como voluntarios aquí. Otros deciden seguir formándose y realizan nuestro Curso de Principios Básicos de Cooperación”, explica.
Seguir formándose en cooperación es la intención de Patricia Nogales. “Cuando termine el TFG me gustaría formarme más en cooperación para poder dedicarme a la ingeniería forestal aplicada a la cooperación al desarrollo en un futuro”, nos cuenta. Su aprendizaje personal es el que le ha marcado el rumbo de su vocación profesional. “Tras pasar 6 meses en Mozambique me he dado cuenta de que vivimos con muchísimas más cosas de las que necesitamos realmente y que una vida más sencilla, más austera y menos consumista no implica una vida menos plena”, asegura. “La sencillez como estilo de vida no implica que no puedas desarrollarte profesional y personalmente. He aprendido lo que es la vida en comunidad y el apoyo mutuo, en África es así. Aunque infelizmente hay muchas zonas donde hay terrorismo y conflictos, hay muchísimas otras zonas que son muy tranquilas, y el acogimiento y el cariño y la hospitalidad de los africanos son espectaculares”, relata. “Ha sido una experiencia gratificante, enriquecedora, muy divertida… Si no te lo pasas bien, por muy bueno que sea para otros, también tiene que ser bueno para ti y, si encima aportas algo bueno a los demás, eso que se lleva el mundo”, subraya.
Para Miguel Toyas, su mayor aprendizaje personal ha sido la valoración de los problemas. “Después de lo que vives allí, de los problemas de verdad que allí existen, relativizas la gravedad de los problemas aquí. Al final aquí seguimos teniendo hospitales, policías, bomberos… toda la comodidad y la suerte de haber nacido aquí”, explica. “Fíjate si me ha transformado la vida que ahora estoy trabajando en ello”, comenta entre risas. “Estoy deseando volver. Me encanta mi trabajo y quiero llegar hasta el fin de este proyecto. Se lo recomiendo a todos los estudiantes, sin duda. Es una experiencia muy enriquecedora que todo el mundo debería vivir al menos una vez en la vida”.
Berta Sánchez también ha aprendido a resituar sus prioridades. “He aprendido lo que es un problema de verdad y que es increíble que con todo lo que tenemos aquí no seamos felices. Aquí siempre pensamos en lo que nos falta. Me he dado cuenta de la inmensa suerte que tengo con mis padres, con mis estudios… y también ha aprendido que realmente podemos ayudar”.
Terminamos con esta reflexión de Patricia Nogales: “Recomendaría totalmente esta experiencia a otros estudiantes, a cualquiera que tenga un poco de curiosidad. Les invito a que se echen adelante y den un paso”.
¿Y tú? ¿Te atreves?