Está demostrado: el ser humano es capaz de causar graves daños a poblaciones animales y vegetales. Nuestra inteligencia nos ha hecho demasiado fuertes y ya no tenemos competidores naturales que puedan luchar contra nosotros por los mismos recursos. Si alguno se atreve a desafiarnos (o, simplemente, estorba), desaparece. Y por eso, también nuestra especie ha crecido mucho en número; tanto que las materias primas que necesitamos se están quedando cortas, de manera que la humanidad ha entrado en una carrera frenética por encontrar más recursos para consumir o acopiar, y esto ha dado lugar a una competición desenfrenada entre comunidades humanas (naciones, etnias, sectores económicos, …) para expoliar la naturaleza.
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