En el Museo Arqueológico de Córdoba, aparece, en algún mosaico de sus fondos celosamente custodiados, una especie de palmera distinta a la datilera que todos conocen. En los muros de una de las tumbas del Valle de los Artesanos en Egipto, esa misma especie de palmera pintada hace más de 3000 años resiste también los envites del tiempo. Esteban Hernández, director del Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz y profesor de la UCO, se había empeñado en encontrar esas pinturas durante su viaje a Egipto y admirar sus detalles como testigos de la importancia que tuvo esa palmera en la agricultura de otras épocas y culturas. Fue cultivada durante siglos en varios lugares de la cuenca mediterránea e incluso se cultivó probablemente en la Península Ibérica. Hoy en día, las poblaciones nubias del sur de Egipto aún se alimentan de ellas.
Una de las principales líneas de trabajo del Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz de Córdoba es, precisamente, la de rescatar del olvido variedades de cultivo perdidas y marginadas que fueron una parte importante de la agricultura de otras épocas, junto a otras pocas conocidas, infravaloradas o en proceso de extinción. En esta línea, y desde hace dos años, el Banco de Germoplasma, junto a sus equipos de la Universidad y Jardín Botánico de Córdoba, coordina la Red CultIVA (de Cultivos Infrautilizados y Marginados con Valor Agroalimentario) una de las redes del Programa de Cooperación Iberoamericano (CYTED), en la que participan España, Argentina, Bolivia, Brasil, México, Portugal y Uruguay.
Recuperar variedades casi perdidas
“Estamos trabajando con cardos y alcachofas, achicorias y radichetas en las pampas argentinas, o con antiguos cítricos y diversas palmeras en la zona de Misiones”, señala Esteban Hernández. Dentro de esta investigación, también se han marcado otros objetivos que pasan por recuperar variedades casi perdidas de vid y granados, en colaboración con otros organismos como el Patronato de la Alhambra y el Generalife. También se está intentando recuperar cultivos norteafricanos que alguna vez se cultivó en Al-Andalus, como es el caso del argán, una especie arbórea que puede ser alternativa del olivo. Se trata, en definitiva, de rescatar cultivos locales o tradicionales que actualmente están infravalorados por la agricultura moderna como podría ser el caso de esa antigua palmera.
Recientemente, el equipo se trasladó a la sierra de Alcaraz en Albacete para recolectar semillas de agracejo, una planta que dejó hace mucho tiempo de aprovecharse en España. Sin embargo, especies similares representan en algunas zonas del mundo una parte importante de la agricultura local por su contenido nutricional y sus propiedades medicinales. “El Banco de Germoplasma contaba con materiales conservados de los agracejos ibéricos, en parte andaluces que, junto con los recolectados ahora en cooperación con la Universidad y Jardín Botánico de Castilla la Mancha, permiten iniciar un proceso de domesticación de nuestros agracejos recuperando conocimientos y formas de aprovechamiento olvidados”, comenta el investigador.
Paso a paso
El proceso para introducir de nuevo antiguos cultivos comienza con una búsqueda de las localizaciones de los individuos de las especies seleccionadas, ya sea en archivos, en bases de datos o contactando con personas de la zona. A continuación, el equipo se desplaza al lugar, realiza una búsqueda de campo y recolecta la semillas. Se etiquetan con los datos de la especie y del individuo y se señalan las coordenadas geográficas donde se encontró la planta para futuras recolecciones.
En el Banco de Germoplasma y antes de ser almacenadas, las semillas pasan por un proceso meticuloso de selección, limpieza y deshidratación para eliminar parte de la humedad que contienen y garantizar así una mejor conservación. Finalmente, son introducidas en recipientes herméticos y almacenadas por separado en frigoríficos hasta que sean necesarias para investigaciones o programas de recuperación de especies y poblaciones perdidas en la naturaleza o, como en el programa de la red CultIVA, para recuperar cultivos marginados o infrautilizados.
Restaurando las Huertas del Generalife
Actualmente, en los invernaderos, el equipo del Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz hace crecer variedades agrias y semidulces de granados que alguna vez fueron cultivadas en Al-Andalus y que ahora se están instalando en las Huertas del Generalife en Granada, en un programa de restauración paisajística. Como señala Esteban Hernández, “podrá ser también el punto de arranque para empezar a producir granada agria para hacer productos distintos como vinagres y mieles como se hacía en la época andalusí”. Ya hay agricultores interesados.
También están introduciendo en las Huertas del Generalife variedades de vid que se cultivaban en Al-Alandalus y se perdieron con los años. Intentan recuperar igualmente técnicas olvidadas de cultivo como ciertos modelos andalusíes de emparrados o el método del “rumputino”, según tradición heredada del mundo romano, que consistía en utilizar los árboles como elemento de apoyo, cruzando los sarmientos de unos a otros a fin de que colgaran como guirnaldas. En este proyecto cuentan con la ayuda del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA).
Una oportunidad para hacer frente al cambio climático
El Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz conserva más de 13.000 accesiones de la flora silvestre andaluza y de cultivos antiguos. Este patrimonio genético se transforma una oportunidad para responder ante algunos de los problemas derivados del cambio climático como es el caso de la extinción de especies en sus hábitats naturales o la necesidad de cambiar variedades y especies en cultivo ante las nuevas condiciones ecológicas y económicas. Por eso se conservan semillas del 90% de las especies amenazadas de la región andaluza.
“Tenemos una reserva que nos permite responder a distintos procesos de extinción de los que ya hemos sido testigos y que, seguramente volverán a suceder”, indica el director. Con un patrimonio genético inigualable, el Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz supone una salvaguarda ante los cambios climáticos que la región está sufriendo. Sólo es cuestión de que la sociedad conozca que oculto en los sótanos del Jardín Botánico, se guarda el tesoro de la biodiversidad andaluza.