“Para lo que esperábamos, la matriculación de este año ha sido una sorpresa”, nos cuenta José Juan Aguilar Gavilán, profesor de Microbiología de la UCO y director del Centro desde 2014, donde también imparte clases desde 1999. “El año pasado llegamos a los 2.400 alumnos y este año tenemos más de 1.600. Al impartirse las clases totalmente en modo online pensábamos que iba a haber un bajón más importante. El confinamiento de marzo fue un periodo de prácticas, por así decirlo, en el que muchos mayores han tenido que familiarizarse con las TIC”, explica. Este curso académico, por tanto, nuestros mayores, al igual que el alumnado de Grado o Máster, asisten a clase a través de Moodle y las videoconferencias se imparten en Blackboard. En la plataforma se cuelgan los apuntes y hay un chat que se abre a las preguntas y dudas de los alumnos. El informático del Centro, Antonio Fernández, ha creado videotutoriales para hacer todo el proceso más sencillo.
Las clases online tienen la ventaja de que pueden llegar a un público que tiene miedo a desplazarse o que no está en condiciones de hacerlo. Además, al ahorrarse los desplazamientos del profesorado por los distintos municipios de la provincia, este año la matrícula ha sido gratuita. Incluso se ha añadido otra ventaja comparativa y es que el alumnado de la provincia ha podido elegir hasta 7 asignaturas este año, frente a las 4 del pasado curso académico.
Francisco Moreno Matas es un brillante alumno de 71 años, empresario de publicidad jubilado con una tremenda vitalidad y sed de conocimiento. Es su cuarto año en el Centro y uno de los que se maneja con soltura en el mundo virtual. “Para mí la docencia online no supone ningún problema porque he trabajado con ordenadores muchos años”, nos cuenta. “Eso sí, soy consciente de que el gran aliciente de la cátedra es salir y sentarte, como yo me siento, en la misma aula donde mi hija estudió Medicina y estar con otros compañeros”. Ante las circunstancias de pandemia que tenemos, considera que “ha sido un acierto seguir con las actividades y hacerlo telemáticamente porque no merece la pena exponerse y, además, somos gente de alto riesgo. Hacerlo online tiene sus ventajas: no me distraigo, puedo estar tomando apuntes y de alguna forma me entero mejor porque hay veces que en un aula te puede pillar en la última fila y es más difícil enterarse”. Francisco es un estudiante optimista que saca el aspecto ventajoso de esta situación. “Ponerte unos cascos y estar escuchando al profesor directamente, sin interferencias, es maravilloso. Eso me pasa en inglés. O en Arte, por ejemplo, si te sientas lejos es más difícil ver las diapositivas y los textos. Con el modo online no pasa. Claro que tiene el inconveniente de que no salimos de casa, pero también le veo muchas ventajas. Puedo ver los apuntes en una ventana y escuchar y ver al profesor en la otra, y siempre te puedes comunicar con el profesor a través del chat”.
Vídeo de Francisco Matas asistiendo a las clases online del Centro.
Pilar Alcobendas es una alumna de 61 años que lleva nada más y nada menos que una década acudiendo a las clases del Centro Intergeneracional en Peñarroya. Pilar se quedó viuda con 44 años. Al año siguiente, como terapia, se matriculó en el Centro. “Ahí vi una salida para cambiar mi vida. Además, era apetecible porque el saber siempre me ha llamado la atención. Mis amigas me animaron y finalmente di el paso, de lo cual estoy orgullosísima”, afirma. Afronta las clases online con energía. “Yo pensé que no me iba a enganchar mucho al ser online pero, ¡qué va! ¡Estoy muy pendiente de la clase!”, nos cuenta. Es más, Pilar es un ejemplo de cómo el conocimiento y las habilidades adquiridas a lo largo de estos años en el Centro la han empoderado. “Yo soy la delegada de clase de Peñarroya. El año pasado tuvimos 62 alumnos y este año, curiosamente, hay 45 matrículas. Pensé que con las clases online iba a tener menos tirón... Y no hay más porque hay estudiantes que no tienen ordenadores, internet o no se manejan bien con estas cosas, ya que hay alumnos con más de 80 años y este mundo de la informática les ha venido ya tarde”, explica. “Yo me manejo bien porque hice un curso de informática cuando me quedé viuda. Por eso yo he ayudado a otros compañeros y les he hecho la matrícula, les he explicado la plataforma, etc. La universidad nos ha facilitado el terreno muchísimo. Yo tengo una lista de difusión de whatsapp y por ahí les informo y les facilito las cosas todo los que puedo”.
Pilar Alcobendas durante una clase online.
Desde Arte a Informática
¿Qué pueden aprender estos estudiantes senior en el Centro Intergeneracional? El abanico de las 26 asignaturas ofertadas es amplio. Oscila desde Humanidades en su más amplio espectro (Literatura Española, Historia, Cine, Arqueología, Historia del Arte, Teatro, Música Inglés o Filosofía) a ciencia aplicada (Equinotecnia, Tecnología de los Alimentos, Enología, Botánica o Salud), pasando por asignaturas más tecnológicas como tratamiento de la imagen con dispositivos móviles o Informática. “Los alumnos tienen predisposición por las Humanidades -comenta el director del Centro, José Juan Aguilar- y creo que es porque las entienden mejor. Las asignaturas de ciencias las ven menos asequibles de primeras. Sin embargo, hay mucha gente interesada por las ciencias. A mí me pasó que un día, cuando dábamos clases presenciales, mi hermano Enrique Aguilar, que también era profesor, no pudo asistir a clase y 20 alumnos suyos se metieron en mi clase de Biología y salieron encantados. Tienen que perder el miedo a entrar en clase de ciencias”. Prueba de ello es que no solo las clases de Biología sino, por ejemplo, las de Enología, cuentan con más de un centenar de alumnos y son tremendamente populares. “La clave para enganchar al alumno -explica - es que el nivel sea asequible y busque el punto intermedio entre quienes no han estudiado nada y quienes tienen ya conocimientos”.
Manuel Pérez Lozano es uno de los profesores más populares en el Centro. Imparte Historia del Arte desde el año 2000, tanto en la sede de Córdoba como en los 7 pueblos a donde llega el Centro Intergeneracional gracias a los convenios suscritos con los Ayuntamientos. En su asignatura de Percepción de las obras de arte hay cerca de 500 alumnos. Modestamente se quita mérito. “El arte se vende solo. Creo que me aprecian más de lo que verdaderamente yo les puedo dar”, sostiene. Sin embargo, en sus clases, más del 50% del alumnado es “repetidor”, es decir, se matricula por segunda vez. Algunos, nos explica, llevan con él casi 20 años. El éxito, sospechamos, no puede ser solo de la materia, sino también del profesor. “Voy variando los contenidos y cada cierto tiempo hago un curso introductorio a la comprensión de la obra de arte. Este lo alterno con cursos monográficos de arquitectura, pintura, ciertos periodos históricos, etc.”. ¿Cuál puede ser el secreto para fidelizar a un estudiante durante 20 años? La forma en que imparte la materia es clave, pero, además, esta asignatura tiene un lado práctico que engancha a los alumnos. “Esta asignatura les sirve luego para sus ratos de ocio, sus viajes, cuando por su cuenta visitan museos o hacen viajes culturales. Parte del éxito de la asignatura es que siempre la hemos complementado con viajes, incluso viajes internacionales, que solemos hacer una o dos veces al año y que, obviamente, este año hemos tenido que suspender”.
Clase de Percepción de las obras de arte, a cargo del profesor Manuel Pérez Lozano, con 237 alumnos conectados.
Francisco Moreno, alumno, nos lo explica. “Para mí el Centro y las asignaturas son una ventana para acceder a aquello que no he podido hacer en la vida. Son temas que me apasionan. Luego, lo que he visto en los cursos me ha servido para mis viajes. Por ejemplo, cuando he ido a los museos a Madrid y veo en persona lo que hemos estudiado en las clases, pues lo veo con otros ojos. O cuando fui a Egipto me sirvió muchísimo. Ahí notas realmente todo lo que has aprendido”. Pilar Alcobendas detalla cómo aplica lo que aprende a la vida diaria. “Estoy matriculada en la asignatura de fotografía con teléfonos móviles y es muy apetecible. La mayoría de las personas tenemos teléfonos y no sabemos las utilidades que tienen. Son contenidos muy prácticos. Él va explicando y yo tengo el teléfono al lado y voy practicando: cómo hacer una fotografía panorámica, cómo poner el temporizador…”, cuenta con entusiasmo. “O como cuando vas a comprar una televisión. Yo siempre les decía a mis hijos que las características técnicas las mirasen ellos, que yo no entendía. ¡Ahora me manejo hablando de píxeles! Son términos que no los tenía en uso, así que me viene muy bien”.
La satisfacción que siente este tipo de alumnado al aprender se nota en la emoción con la que relatan su paso por el Centro. “La asignatura que más me ha impactado nunca es Filosofía –afirma Pilar Alcobendas-. Cuando yo vi la asignatura, con lo difícil que es, no sabía que luego me iba a gustar tanto. Es una filosofía tan bonita, tan aplicada a la vida cotidiana, tan actual… ¡Nos faltaban horas en la clase de Manuel Bermúdez! Cuando llegaba el final de la clase se nos había pasado volando”. Igualmente, Francisco Moreno habla con entusiasmo de sus logros académicos. “Una de las asignaturas que a lo largo de mi vida me ha costado más es el inglés, lo he intentado en muchos sitios y no lograba aprender. Sin embargo, en el Centro me he encontrado una asignatura muy bien impartida por Eulalio Fernández y Juan de Dios Torralbo, eso me ha hecho avanzar lo que nunca he avanzado en mi vida en inglés”, afirma.
Momentos de las clases online de Historia, Salud y calidad de vida y Filosofía para la vida.
Un servicio genuinamente universitario
Este entusiasmo estudiantil es una fuerte motivación para el profesorado de la UCO que da clases en el Centro. Lo sabe bien Soledad Gómez Navarro, catedrática de Historia Moderna que lleva comprometida con el Centro desde su creación en 1997. “Me parece que es una de las pruebas más grandes de lo que es la Universidad”, afirma con rotundidad. “Cuando se te acercan las personas y te dicen: Mire usted, yo es que toda mi vida aspiré a ir a la universidad y no pude estudiar, o había hermanos y ellos estudiaron y yo no… Eso, para una docente vocacional como yo, no tiene precio, de verdad. El Centro está dando un servicio que es genuinamente universitario y, además, social, sobre todo a mujeres mayores que nunca pudieron acceder a la educación superior”, comenta. “He tenido alumnos del Rectorado ya jubilados, he tenido a padres y abuelos de alumnos que había tenido en el Grado… ¡Hasta tres generaciones! Eso es verdadera universidad”, sostiene con seguridad. La entrega y compromiso de estos estudiantes senior es una de las razones por las que sigue impartiendo clase en el Centro. “Es como el mundo al revés: se supone que cuando eres más mayor ya estás de vuelta de todo, tienes más apatía y desgana por aprender cosas nuevas… pues eso, que se supone que es propio de la gente joven, lo encontramos en la gente mayor. Siguen teniendo ganas de aprender y eso es muy edificante. ¿Sabes lo gratificante que es para un docente encontrar eco?”, indica replicando el entusiasmo de sus alumnos.
La profesora Soledad Gómez Navarro respondiendo en el chat a las dudas de los alumnos de su clase de Historia.
Y va más allá. “Para mí esto es verdadera transferencia del conocimiento y servicio a la sociedad. La UCO fue una de las universidades pioneras en implantar la enseñanza a mayores y ya nadie duda de que es un valor increíble de la universidad. Genera riqueza visible e invisible. Y genera felicidad en las personas. Salen, se relacionan, están activos, viajan, etc. Todo un revulsivo”.
Manuel Pérez Lozano, como profesor, también siente ese vínculo que lo une al alumnado. “Yo aprendo mucho de los alumnos también. Enriquecen muchísimo las clases”, afirma. “Por ejemplo, recuerdo que un alumno, que había sido oculista, me hizo una observación de cómo era la mirada de los caballos de Rubens y cómo el pintor les había humanizado pintándoles la mirada al frente. Por mucho que he leído de Rubens nunca había leído un comentario así. El concepto de intergeneracional va por ahí: aprendemos unos de otros”. El anecdotario de Manuel Pérez es extenso. “Una vez me planteé acercar a los alumnos de estas edades al arte contemporáneo y monté un curso para el Centro Intergeneracional. Organicé un viaje a París para visitar una exposición de arte contemporáneo que había en el Museo D’Orsay. Un grupo de alumnas vino corriendo a mí y me dijo: Don Manuel, hemos visto que hay una sala completa de Kandinskys. Me quedé petrificado y les pregunté: ¿Sois capaces de identificar a Kandinsky? Y ellas me respondieron: Claro, si lo hemos visto en clase… ¡Y ahora les gusta Kandinsky! Aquello fue muy positivo”, rememora sonriendo. “Otra vez, estando en el Museo del Louvre, fuimos a ver la Gioconda. Estaba todo lleno de japoneses haciéndose fotos… Salimos de la sala y vi a un grupo parado frente al retrato de Baltasar Castigilione, de Rafael, y me dice una señora: Don Manuel, ¿no le parece que este cuadro es mejor que la Gioconda? Yo le dije: claro que lo es. Y ella me preguntó que por qué entonces no había nadie viéndolo, y tuvimos una bonita conversación sobre cómo las obras de arte famosas ensombrecen a otras y le comenté que cualquiera con un mínimo de sensibilidad se da cuenta de que Rafael ha superado a Leonardo en ese retrato y en muchos otros. Este grupo de alumnas sí se había dado cuenta, y de ahí surgió un curso que di al año siguiente sobre cómo se hacen famosas las obras. La gente que lleva muchos años en las clases saben interpretar bastante bien y eso es un orgullo”, explica.
Imagen de archivo de una clase presencial del Centro Intergeneracional.
Una ventana abierta al mundo
Está claro que si un grupo de alumnas que bordean los 70 años, sin formación académica previa en su mayoría, saben distinguir un Kandinsky o apreciar una obra de Rafael, es porque los profesores saben muy bien cómo transmitir los conocimientos en los que son expertos y, desde luego, los alumnos saben también cómo aprovecharlos. “El centro es una ventana abierta para gente que estamos fuera de los circuitos profesionales y creo que es una actividad beneficiosa para nosotros y también para la sociedad, en el sentido de que todo lo sea cultura, nosotros vamos a transmitirlo y devolverlo a nuestro entorno”, explica Francisco Moreno, alumno. “Por ejemplo, yo monto vídeos que publico en mi canal de Youtube y acabo de terminar uno sobre Medina Azahara para el que me han sido muy útiles los conocimientos que he adquirido en el Centro”.
Francisco va más allá. “El Centro me mantiene joven. La juventud o la vejez está en la mente. Si la mente está activa, entonces eres joven. Hay gente de mi entorno que me dice: Eres más joven que el pariente tal, que es más joven de edad que yo. La diferencia entre él y yo es que ese pariente está vegetando porque se dedica a cosas que lo que hacen es dormirle. Por eso hay que tener una actividad que ayude a ampliar el intelecto y ver el mundo desde otra forma. El mundo está siempre cambiando y evolucionando, entonces no se puede quedar uno en lo que aprendió en su día o en las experiencias que tuvo. El Centro sirve para estar en el día y mantenernos jóvenes”. Y lo resume así: “El Centro Intergeneracional es algo realmente hermoso que ha hecho la Universidad de Córdoba”.
Pilar Alcobendas no puede estar más de acuerdo. “Estoy muy agradecida porque los ayuntamientos de nuestros pueblos financien esto y se preocupen por una parte de la sociedad que no tenemos ningún tipo de ocio ni oferta cultural en los pueblos, y que apuesten por no dejar de lado a un grupo de personas como nosotros”, comenta. “Las clases nos sirven para no desvincularnos del mundo y, al menos con estos cursos, tenemos un punto de conexión”. El símil de la ventana abierta también sale en la conversación con Pilar. “El Centro tiene muchas ventajas. La primera es que socialmente me relaciono. Conocía a gente de vista en el pueblo, pero ya en clase las conoces mejor, te relacionas y te vienes muy llena a casa. Recibes información que no sabías y muchas veces yo amplío información aquí en casa. Es una ventana abierta. Cuando llegamos a una edad y los hijos ya se han hecho mayores e independientes, si te ciñes a tu círculo de vida de tus hijos, tus amigos… siempre es el mismo tema de conversación. De esta manera te abres a otras personas, otros temas de conversación… Y vuelves a casa muy satisfecha”.
Imágenes de archivo de excursiones a Cazorla y a Asturias. Los viajes y los talleres (a la derecha, Taller de Teatro) son el complemento perfecto para lo aprendido en clase y cumplen una función dinamizadora importante para los alumnos mayores de 50.
El profesorado es muy consciente de las funciones socializadora y académica del Centro. “Tiene una función fundamental. Una persona que ha terminado su vida activa y que físicamente todavía se encuentra bien, quiere ocupar ese tiempo libre que tiene y el éxito del Centro es que da una formación de nivel universitario a personas que por muchas razones no han podido tener estudios superiores”, explica el profesor Manuel Pérez Lozano. “También forma a personas muy cultas que desean seguir educándose. Además, allí pueden hacer amistades y muchos se reúnen después de la clase. Les enriquece bastante la vida, combinando aprendizaje y esparcimiento, con la ventaja de que no hacemos exámenes”, comenta.
En palabras de su director, el virólogo José Juan Aguilar: “El día que me jubile, lo tengo clarísimo: me matriculo en el Centro Intergeneracional: ¡yo también quiero aprender de Humanidades!”