Tras la presentación de la mesa, Ruiz Pérez tomó la idea de la tradición para preguntarse, a la luz de la poesía, si lo que la define es una linealidad excluyente o, por el contrario, la capacidad de absorción, revitalización y cambio. En su opinión, la poesía ha florecido siempre que ha optado por lo segundo, y especuló que lo mismo debería ocurrir a Europa. En sus propias palabras: “la poesía que no dialoga con la tradición es una poesía desarraigada, condenada a mustiarse”. A continuación, López Guil recogió la pregunta de qué puede aportar la poesía a la construcción de Europa y repasó la construcción de un modelo amoroso (y su expresión: cortés, petrarquista y romántica) en la definición de una identidad occidental, incidiendo en cómo ella, en su faceta de poeta contemporánea, dialoga con esa tradición. Siguió García Casado, ahondando en el carácter dinámico y abierto de la tradición, al tiempo que señaló la importancia de la traducción como fuente para ampliarla. En su opinión, la poesía española de los últimos cuarenta años se ha enriquecido gracias a la apertura a otros idiomas y mercados, en contraste con lo ocurrido en nuestro país durante la dictadura. El primer turno de intervenciones lo cerró Fernández, afirmando la capacidad de la poesía como lenguaje común, más allá de los idiomas, y explicando algunas estrategias poéticas propias en la construcción de una memoria personal como suma de la memoria familiar compartida, así como en la percepción personal de la tradición nacional como un conjunto de certezas impuestas, castrantes, que se contraponen al necesario cuestionamiento de la realidad generado por las influencias europeas.
En el diálogo posterior, se leyeron algunos poemas, que sirvieron para ilustrar temas como el machismo, patente en la tradición poética, y la posibilidad de coexistencia de varios idiomas en un mismo discurso literario. Se habló también de las influencias artísticas provenientes de otros ámbitos como el cine, de nuevas estrategias para transmitir la emoción en el poema, de la trascendencia religiosa como metáfora de la propia creación poética y, en general, de la existencia de un código europeo común que supera las diferencias nacionales.